Salí de la sala de descanso y me dirigí hacia la estación de enfermería para preparar los medicamentos a administrar de la tarde. Obviamente antes de eso revisé cada ficha y anoté en un pequeño papel todos los nombres de los medicamentos, las dosis que necesitaba y los nombres de los pacientes con sus respectivas habitaciones.

—Si sigues espantando así a mis internos, nos quedaremos sin futuros doctores para este hospital —una voz ronca apareció mientras hacía lo mío.

Miré de reojo y vi a Samuel que me observaba desde afuera de la estación, con su hombro apoyado sobre el marco de la puerta. No evité en ruborizarme un poco ante su presencia. La verdad es que desde que empecé a trabajar aquí tenía un ligero crush hacia a él. Y no solamente porque era condenadamente guapo, sino que era el único doctor de todo el hospital que es tanto amable con sus pares como con sus pacientes.

—No los espanto —sonreí de lado y saqué las jeringas y frascos de los medicamentos—. Somos un hospital educativo, ¿no? Le estaba enseñando a cómo tratar bien a los pacientes.

—¿Qué te trae por aquí en San Valentín? —cambió de tema sin moverse de su lugar.

Suspiré con pesadez—. Debería estar viviendo el mejor día de mi vida en estos momentos y aquí estoy a petición de Mariam.

—Oh, claro —asintió lentamente con su cabeza—. Y es mejor no darle la pelea, ¿tuviste que cancelarle a alguien?

—Algo así —me encogí de hombros, sin ánimos de profundizar más en el tema y dejé un medicamento ya listo para avanzar en el siguiente—. ¿Y tú?

—Nada, como igual iba a estar solo en estas festividades, preferí venir a trabajar —se llevó la mano a su barbilla y se rasca. Podía notar que su barba poco a poco iba surgiendo de su piel. Se veía muy guapo.

Un silencio nos envolvió mientras yo terminaba de preparar los medicamentos. Una vez que terminé de tener todos listos y ordenados cada uno en una pequeña bandeja, acerqué el carro donde habitualmente los transporto y los puse sobre el metal, Samuel mirándome en cada momento.

—¿Puedo ayudarte en algo? —pregunté divertida al percatarme que no se movía de su posición y que me tapaba la salida.

—Me preguntaba si te apetecía salir a tomar algo cuando termine el turno —se llevó la mano a su cuello y se lo rascó con nerviosismo—. No podemos no celebrar San Valentín. Al fin y al cabo es el día del amor y de la amistad, ¿no?

Abrí mis ojos, sin dar crédito a lo que acababa de pasar. ¿Acaso el doctor más guapo del hospital me estaba invitando a salir?

—Primero veremos si sobrevivimos a la jornada —le respondí, algo nerviosa y antes de que dijera otra cosa, pasé por al lado empujando del carrito, en dirección a las habitaciones.

***

Me froté los ojos y volví a mirar el reloj que colgaba de la pared: las nueve de la noche. Supuestamente habría terminado hace una hora, pero la enfermera que seguía después que yo aun no llegaba. Tenía muchas ganas de mandar todo a la mierda e irme a casa a dormir, pero eso podría tener como consecuencia un seguro despido. Al fin y al cabo, no era la primera vez que me pasaba, por lo que hacer turnos de más de doce horas no era nada nuevo.

Tocó la hora de comer. Me aseguré que mis pacientes tuvieran sus respectivas bandejas y me fui nuevamente a la sala de descanso para disfrutar de mi comida. Miré mi celular que estaba donde lo había dejado y decidí revisarlo. Tenía innumerables notificaciones por parte de Tess, y varias llamadas perdidas.

Sincerely, yours » h.sWhere stories live. Discover now