—Déjame adivinar a mí. ¿Cardio...? —la interrumpo enarcando una de mis cejas, ella hace una mueca, pero antes de que pueda responder la vuelvo a interrumpir: —. No, definitivamente neuro.

Aprieta los labios y mueve la cabeza. —Increíble.

—¿Acerté? —pregunto con emoción.

—Sí. —se queda quieta y sus ojos verdes me miran durante un largo rato, sus labios se mueven con cuidado y despacio hasta dibujar una sonrisa. —¿Qué me delató?

Alzó las manos a mis costados. —No puedo confesar mis trucos.

En realidad sólo lo había dicho por decir y porque recordé que Sadie había mencionado lo inteligente que era. Y si eres un prodigio, sí o sí tú primera opción es neurología.

—Tampoco tus razones por lo que veo. —expresa humedeciendo sus labios, yo ladeo la cabeza confundido—. Evadiste la pregunta que te hice hace unos segundos.

—No sé si es lo más acertado hablar de cosas feas la primera vez que salimos. —contesto dándole otro sorbo a mi café sin apartar mis ojos de los suyos, que me miran chispeantes en desafío, como si dijeran que descubrirían todo sobre mí tarde o temprano.

—Nunca hago lo más acertado. —responde sin pensarlo ni un segundo—. Creo que las leyes o reglas sobre lo correcto o lo que no, están sólo para que nosotros las inspeccionemos y busquemos formas divertidas de romperlas.

Winifried tenía algo que jamás he podido llegar a descifrar, pero que te obligaba a fijar tus ojos y toda tu atención en ella. Aunque era bella de una forma sumamente tradicional, era más allá, quizás su seguridad, o su inteligencia.

—No tengo nada que decir en contra de eso. —agregué y me mantuve pensativo por unos momentos—. Mi papá hizo que viniera.

Toda su atención se posó en mí. —¿Está aquí?

Negué. —Murió hace casi tres años.

—Lo siento mucho, —contesta ella y estira una de sus manos hacia mí brazo— no me imagino lo difícil que debió de ser para ti, entiendo perfectamente porqué estás aquí.

—Gracias. —le digo con seguridad, la mención de papá ahora sólo me traía cosas buenas, o como mucho una pequeña nostalgia—. ¿Por qué estoy aquí?

—Bueno...tiene sentido, tu papá era de aquí igual que Jacob, ¿no? —asiento dándole otro sorbo al café—. todo lo que es, y lo que representa se debe a este lugar. Sobretodo lo que vivió antes de que tú siquiera existieras, es una forma de tenerlo cerca y a la vez de alejar todo lo que significó perderlo. Si a mí me pasara, seguramente haría lo mismo. Así somos los doctores, ¿no? Vemos un problema y le buscamos una solución aunque eso signifique escarbar en profundidad la herida.

Pestañeé sorprendido. —Definitivamente deberías pensar en la psiquiatría.

—Lo pensaré. —dejó escapar una risa delicada y melodiosa—. ¿Es una estrategia fructífera? ¿El estar aquí?

Asentí. —He descubierto tanto de los lugares donde papá vivió, y he hablado tanto sobre él con personas que realmente conocían lo maravilloso que era, que ya no me duele ni mencionarlo. —ella asintió comprendiendo a lo que me refería—. Alberta es maravilloso, mis tíos también y he aprendido mucho. Todo está bien, de no ser por...

Me detuve, iba a ser la primera vez, —después de todo un año y una borrachera— que mencionaba en voz alta que extrañaba a Anne.

Ella abrió un poco su boca en sorpresa. —Hay una mujer.

Definitivamente debía ser psiquiatra.

Lo pensé unos segundos pero terminé asintiendo sin saber si era una buena idea hablar sobre eso, tampoco tenía mayor opción, Winifried era sumamente convincente cuando quería saber algo. —Se llama Anne.

—Anne... —lo mencionó mirando pensativa el techo durante unos segundos—. Creo que no me suena. ¿estaba en el río cuándo...?

Negué. —Llegó a Green Gables después de eso.

—Debe ser muy especial como para que la extrañes y pongas esa mueca solo ante la mención de su nombre después de dos años. —afirmé con la cabeza y ella frunció el seño—. Qué estúpido.

Eso no me lo esperaba. —¿Qué?

—Al dejarla si es tan especial. —mencionó y terminó de darle el último sorbo a su taza— Por como hablas de ella con nostalgia, supongo que ya no es parte de tu vida, y aunque entiendo el porqué, me parece descabellado. Y sí ella fue quién te dejó a ti, es sensato, pero igualmente estúpido teniendo en consideración lo difícil que es encontrar a alguien que vale la pena es un mundo tan podrido como en el que vivimos.

¿Reafirmamos todos por tercera vez que debería estudiar psiquiatría?

—Yo la dejé. —pequeña mueca de desaprobación de su parte—. Pero...porque la conozco. Y sé que si hay una característica que posee, es la de no abandonar algo porque se pusieron las cosas difíciles. Da todo de ella misma... Aunque eso le cause dolor, o aunque realmente no quede nada de lo que aferrarse, ella lo hace de todos modos, porque es la única forma que tiene de amar, entregándose por completo.

Sonrió. —Suena como una persona preciosa.

Asentí. —Más que eso, es como...como ninguna otra que yo haya conocido en mi vida. Y sé que si le hubiera dicho que estuviéramos juntos a distancia, aunque hubieran pasado tres años, ella se habría aferrado a esa decisión dando todo de ella misma para que funcionara. Y no podía permitir que eso sucediera, porque merece más que una conversación por teléfono a la semana.

Winifried posó una de sus manos otra vez en la mía, y meditó durante unos momentos la información. —Hablas de ella como si fuera una persona sumamente consciente. Así que yo creo que si ella hubiera permitido una relación a distancia es porque sabe que lo vales, Gilbert. Y eso sería su decisión, no tienes que intentar proteger sus sentimientos como si
...¿cuántos años tiene?

—Ahora debe tener un poco más de dieciséis.

—Dieciséis, no es una niña pequeña. A pesar de eso, creo que acabo de reafirmar lo increíble que eres, Gilbert Blythe. Y si no estuvieras tan enamorado, seguramente trataría de coquetear ahora mismo.

Sonreí mordiendo mi mejilla para no soltar una mueca de sorpresa ante lo imprevisto de su confesión. —Buh, qué mal. Yo ya estaba por comprar mi vestido de novio.

Se mordió el labio y negó con la cabeza con una sonrisa. —Aunque sería divertido verte de esa forma, y seguramente te verías guapísimo, creo que tienes muchas cosas que solucionar en otro lugar bastante lejano a esta cafetería. No sé que esperas.

Asentí. —Si alguna vez vas a Avonlea me encantaría verte.

—Le consultaré al Señor Huesos. —dijo— Pero si llega a estar de acuerdo, serás el primero en enterarte.

Pedimos dos o tres cafés, además de bastantes dulces después de esa conversación, ya que luego se fueron construyendo más y más charlas interesantes.

Cada cosa que hablamos, cada ocurrencia o sensatez que salía de su boca me hacía reafirmar la decisión que acababa de formar en mi cabeza.

Y que no volvería a posponer.

Luego de despedirnos, yo me dirigí a la parte mala de la ciudad, donde un sorprendido Bash me abrió la puerta con desconfianza.

—Gilbert, hola... —frunció el seño e inspeccionó detrás de mi hombro la calle—. ¿Qué haces aquí? ¿Estás buscando que te roben, niño?

—Iré ahora a casa de mis tíos, guardaré mis cosas, y le pediré a Lyss que me saqué unos pasajes en tren para dos. Y mañana a primera hora estaré aquí, donde tú me esperarás con tus maletas listas —agregué con seguridad y sin siquiera saludar—. Nos vamos a Avonlea.

Anne Of The Present Where stories live. Discover now