Parte VIII: BAJO LA LUZ DE NUEVA INFORMACIÓN - CAPÍTULO 104

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Abre los ojos y velo por ti mismo —respondió Iriad.

Estoy en un lugar oscuro, no veo nada, no puedo moverme —protestó Lug.

Abre los ojos —insistió Iriad con suavidad.

No puedo, ya te dije que estoy paralizado.

—Solo imagina que los abres.

Lug abrió los ojos de su mente, y vio, y guardó silencio, anonadado, tratando de entender lo que tenía ante él. A primera vista, parecía una roca enclavada en la tierra en el claro de un bosque, una roca enorme que asemejaba un menhir celta, pero había más, mucho más. Un torbellino de distintos tipos de energía envolvía la piedra, fluctuando sin cesar, traspasando la materia, creando cristales efímeros que aparecían y desaparecían con distintas formas geométricas y distintas frecuencias de colores. Lug no estaba seguro de si los cristales estaban en el interior de la roca misma y él podía verlos escondidos por el rugoso y amarronado exterior o si eran solo formas etéreas de energía en movimiento, creando materia y disipándola constantemente.

—¿Puedes verlo? —preguntó Iriad, preocupado ante la falta de respuesta de la Llave de los Mundos.

Es... es un portal, ¿no es así? —dijo Lug, despacio.

Es el portal de Sorventus —asintió Iriad.

Sorventus —murmuró Lug para sí—. Nunca había visto una formación semejante —confesó.

En su mente, Lug extendió una mano y tocó uno de los cristales. La energía despedida por sus aristas sacudió la mano y el brazo de Lug con un hormigueo tibio y persistente.

—Algo está mal —comprendió Lug, soltando el cristal y viéndolo desvanecerse en la nada—. Está... —trató de encontrar las palabras— fuera de punto, descalibrado.

—Exacto. Necesito que me ayudes a alinearlo con el de Arundel para que el pasaje sea posible.

¿Hay otro de estos en Arundel?

—Sí. Si los alineamos, mi gente podrá cruzar hacia Ingra sin peligro.

—¿Para restaurar su hegemonía mediante la sangrienta aniquilación de la raza humana?

—Para regresar a su hogar, un hogar compartido de forma pacífica entre las dos razas —aclaró Iriad—. Ese es mi plan y el plan de Valamir. Ese es el plan original de la Profecía.

—¿Y la guerra programada por Ileanrod?

—Yanis, Cormac y Liam están en camino para frenarla.

—Hay un detalle que falta, Iriad —objetó Lug.

La Reina de Obsidiana —asintió el druida—. Sé que piensas que la Reina de Obsidiana es Sabrina, pero eso no es posible.

—¿Por qué no? Se ha preparado toda la vida para ese rol, sus poderes están despertando de una forma un poco burda y descontrolada, pero esa es la razón por la que tenía que venir a Arundel, para ser educada, para aprender a manejar sus habilidades.

—Esto no tiene que ver con su preparación o con su control sobre su poder. Estoy seguro de que la chica es singular y que su rol será muy importante, pero no es el rol de la Reina de Obsidiana. Verás, según la Profecía, la Reina de Obsidiana debe ser híbrida: mitad humana y mitad sylvana.

—Pero Ileanrod... —intentó Lug.

—Ileanrod no lo sabe —lo cortó Iriad—. Valamir lo engañó también a él para mantener a la verdadera reina a salvo. Ya sabes lo que Ileanrod es capaz de hacer. Sabrina tuvo suerte de tenerlos a ustedes para que la protegieran de él y de sus viciosos títeres.

—¿Títeres?

—Stefan.

—Ya veo. Me trajeron a Ingra engañado, arriesgaron la vida de mi hermana, dejaron que mis amigos fueran atacados, secuestrados y torturados, ¿y ahora pretenden que los ayude? —espetó Lug, enojado.

—Si hubiese habido otra forma...

—No, no me vengas con eso —lo cortó Lug, furioso.

—¿Sabes lo que son las líneas de tiempo, Lug?

Lug no contestó.

—Por supuesto que lo sabes: tu madre podía verlas, ¿no es así? —continuó Iriad.

Mi madre también fue engañada —gruñó Lug.

Valamir es un experto en líneas de tiempo —siguió Iriad sin prestar atención al comentario de Lug—. Si tuviéramos tiempo y fuera posible en este enlace, haría que él te mostrara lo que me mostró a mí para convencerme de su plan. No tienes idea de las consecuencias catastróficas a las que llevan las demás líneas. Ésta es por lejos la mejor, te lo aseguro.

Lug hubiese querido gritarle que mentía, que no podía ser así, pero su conexión mental con Iriad era transparente y directa y no había una pizca de engaño en sus palabras.

LA REINA DE OBSIDIANA - Libro VIII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora