01: Celos

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Erick está dando pequeños brincos sobre el jardín de su hogar, repitiendo en voz baja todo lo que estuvo estudiando durante la mañana para el examen que tendrá el día lunes. Sabe que es buen alumno, sin embargo, su memoria a veces se pone a recordar cosas que no debe en momentos inoportunos. Así que buscando técnicas para su concentración total en sus estudios, encontró diversos tips en Internet y el de brincar le llamó mucho la atención así que lo puso en práctica.

—¿Qué haces?

Se detiene al escuchar la voz de su Alfa, da media vuelta y sonríe en grande, achinando sus ojos y soltando una risa muy tierna. Sus pequeños pies se dirigen con mucha rapidez hacia el chico de más estatura que la propia, no pide permiso, simplemente se lanza a su cuerpo rodeando su cintura y apoyando su rostro en el pecho de Joel, que es hasta donde él llega.

—Alfa —murmura contento, moviendo su naricita para olfatear el aroma a chocolate puro que tiene Joel.

—Ya te dije que no soy tu Alfa, Er —sentencia, sujetando los hombros del más bajo para alejarlo, está invadiendo su espacio personal y es algo que detesta.

El Omega hace un puchero, alzando el rostro a pesar de que su cuello duele por haber estado sumergido en los libros y cuadernos que leía una y otra vez para el examen, sin embargo, quiere verlo a los ojos, porque le gusta el color café que hay en ellos. Sus delgadas y suaves manos arrugan la tela debajo de su tacto, aun cuando sabe que a Joel no le gusta que su ropa tenga arrugas.

—P-Pero... me hiciste el amor —susurra, dejando que la tristeza invada su ser.

El Alfa suspira con resignación, sabe que esa decisión haría que todo cambiara. Pero en ese momento se dejó llevar por el dulce aroma que su nariz aceptaba, ni siquiera estuvo en su parte racional cuando ya se encontraba sobre Erick. Y aunque en el fondo sabe que su lobo lo acepta como su Omega, a él no le gusta, o eso quiere creer.

—Fue un error, Er —vuelve a contestar lo mismo desde hace dos años.

—No.

—¿Tienes mi marca? —el muchacho niega, sin apartar la vista, aunque sus manos ya lo han soltado y ahora sus deditos juegan detrás de su propia espalda, retorciéndose al escucharle—. Entonces no soy tu Alfa, ni tu mi Omega.

—Es mentira —responde bajito, con las mejillas de un tono rosado—, tu Alfa me quiere.

Joel asiente, dándole la razón.

—Pero yo no te quiero de la forma que tú esperas —masculla antes de dar media vuelta e irse, dejándolo solo.

¿Para eso vino? ¿Para decir el mismo discurso de siempre? Se cuestiona Erick, frunciendo el ceño y jugando con su lengua dentro de la boca. Golpea fuerte el césped con su pie, sintiéndose enfadado con Joel y consigo mismo.

—¡Alfa, espera!

Corre lo más rápido que sus cortas piernas le permiten, tirando en el camino a Rosita, su nana. Su casa es grande, pero no más grande que el amor que profesa hacía Joel. Nada se compara a ese sentimiento tan bonito que siente cada vez que lo ve.

Cruza por el pasillo, pasando por la cocina, por el otro pasadizo hasta terminar en la sala y luego seguir hasta la gran puerta de madera pintada de amarillo patito.

Pudo simplemente salir por la puerta que hay en el jardín y de esa manera rodear la casa, pero bueno, es Erick, un dramático de primera.

Al salir, su cabeza gira en todas las direcciones, de derecha a izquierda, de arriba a abajo, incluso en diagonal aunque sea innecesario y absurdo.

—Autobús —suelta sonriendo.

Vuelve a correr, esta vez hacia la derecha, ignorando al perro de su vecino que comienza a ir detrás de él mientras le ladra fuerte. Erick puede convertirse en su forma animal, sin embargo, su tamaño seguiría siendo el de una rata en comparación al Gran Danés que lo persigue.

Sus ojitos se iluminan al ver a su Alfa de pie en la parada, esperando el transporte, aunque sabe que cuenta con su propio vehículo y le parece extraño que no lo haya traído consigo. Es prácticamente su hijo desde que se lo dieron sus padres, un precioso coche rojo.

Hasta que nota como una muchacha se le acerca sonriendo coqueta, jugando con su cabello y viéndolo de una forma que no le gusta.

Antes que el perro muerda su trasero, da un salto y acaba sobre la espalda de Joel, rodeando su cintura con sus piernas y su cuello con sus brazos. Su cabeza se deja ver por un lado del cuello de Joel.

—¡Deja a mi hombre! —grita, rompiendo el tímpano de su amigo en el acto.

El perro comienza a ladrar mucho más que antes, Joel gira un poco y sus ojos cambian de color, sus colmillos aparecen y basta con un gruñido para que el gran animal baje las orejas y salga huyendo.

—¡Fuera fea, soy su Omega!

Y en ese instante Pimentel quiere desaparecer.



***

WEEENOOO, SOY YO, QUIEN NO TERMINA UNA HISTORIA Y YA EMPIEZA CON OTRA :D

EN FIN, NO SÉ SI LO HARÉ BIEN, PERO ME VOY A ESFORZAR COMO SIEMPRE.

¿LES GUSTÓ EL CAPÍTULO? ¿ALGO QUE SE DEBA MODIFICAR?

BESOS

Omega celoso || JoerickWhere stories live. Discover now