CAPÍTULO #10: ESTAFA

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Luego de 20 minutos estoy tendida sobre la cama recibiendo besos en el cuello de Alex; sus manos recorren mi cuerpo por encima del vestido, yo le gimo al oído por lo bajo y aprieto los muslos contrayendo mi vagina.

Cuando menos me lo espero una de sus grandes manos comienza a acariciar la cara interna de mis muslos, lo hace despacio y yo ansío sentir su miembro entre mis piernas.

Mis gemidos inundan la oscura habitación, mezclándose con el silbar del viento al chocar con la ventana y los sonidos típicos de la acción; su cinto que se desabrocha, los zapatos caer al suelo, mi vestido abandonar mi cuerpo, su ropa desgarrarse, mi respiración agitarse y el excitante sonido que provoca su boca al succionar mis pezones.

Grito. No esperaba sentir su miembro tan rápido, aunque siendo sincera lo necesitaba, las embestidas son violentas y yo intento retener el orgasmo, mis piernas se enredan alrededor de su torso y sus manos bajan hasta mi cintura, me aprietan con fuerza y de un solo empujón me veo pegada a la ventana. Él está de pie y yo levito sobre el suelo, la posición perfecta para sentir mejor su miembro en mis entrañas:

― Me corro. ―le digo entre gemidos.

En menos de un segundo vuelvo a estar en el suelo, sus dedos entran y salen de mi vagina con rapidez, mis piernas tiemblan y mis manos se aferran a la ventana para conseguir mantenerme en pie cuando un sonoro gemido sale de mi boca y es silenciado por los besos de mi amante.

Nuevamente estoy levitando, esta vez las embestidas son más fuertes y rápidas, poco tardamos para que yo llegue nuevamente al clímax de mi sexualidad, estoy agotada, apenas tengo fuerzas para gemir cuando siento su semen embarrar mi pelvis, volvemos a la cama, estoy bocarriba, adormecida, siento el papel higiénico limpiar todo el desastre que se ha creado en mi cuerpo, un dulce beso en mis labios y todo su peso caer a mi lado, cierro los ojos y todo oscuro.

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Las cortinas se quedaron abiertas y la luz que entra por la ventana interrumpe mi sueño. Abro los ojos despacio, miro hacia la izquierda y no hay nada, al parecer Alex se fue antes del amanecer. Me levanto, me pongo un salto de cama de satén negro y me voy a desayunar. El día está hermoso, perfecto para incorporarme al trabajo y disfrutar de las ganancias adquiridas después de mis pequeñas vacaciones. Me doy una ducha rápida y me visto; una blusa blanca de mangas largas y anchas, una saya negra ceñida al cuerpo, tacones negros de punta fina, poco maquillaje, labios rojos y una larga trenza.

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Camino contenta por los pasillos de la empresa, aunque percibo miradas molestas de mis trabajadores, no entiendo nada, así que voy con Ramón para ponerme al día, entro a su oficina y lo veo mirar unos papeles con cara preocupada.

― ¿Ramón qué pasa?

― ¿Y aún preguntas Macarena? ―me dice con molestia desde su asiento.

― Es que no sé qué pasa, lo juro. ―Estoy desconcertada.

― Mira. ―Y me tiende los papeles que tenía en la mano.

― ¿Qué es esto? ―Leo rápidamente, y, en resumen, el conjunto de hojas dice que yo he destinado la mitad de las ganancias de mi empresa a una cuenta fuera de España.

― No sé, ¿dímelo tú?

― No entiendo nada Ramón, lo juro, yo no tengo cuentas en el extranjero, sabes como soy, nunca haría eso...

― Igual que jamás dejarías tu puesto de trabajo y te recuerdo que en estas últimas semanas te has tomado unas cuantas vacaciones.

― Ramón yo no he hecho esto. ―Qué difícil es convencer a alguien de algo cuando no tienes pruebas de ello.

― ¿Y por qué está aquí tu firma Macarena?

― No lo sé, no entiendo, yo no he firmado nada. ―Estoy perdiendo los estribos.

― Vale, supongamos que lo haya hecho otra persona, para eso tendría que clavar tu firma o tener tu tarjeta de empresa.

― ¡Madre mía! ―Ahora lo entiendo todo.

― ¿Qué pasa?

― Nada ―Caminé hacia la puerta, y antes de salir dije―. ¿Cuándo se hizo la transacción?

― A primera hora de la mañana. ―Ramón no entendía nada, pero yo no me iba a detener a explicarlo.

Salí corriendo hacia el parquin, me monté en el auto, tomé mi celular y marqué el número de la única persona que podría ayudarme:

― ¿Qué quieres? ―contestó a los dos timbres. Su voz era cortante, era evidente que estaba molesto, pero en estos momentos hasta yo estaba molesta conmigo misma.

― ¿Dónde vive Alex?

― Macarena no vayas.

― Ese tipo me ha estafado la mitad de las ganancias de mi empresa. ―bramé.

― Maca, es peligroso. ―Su preocupación era evidente.

― ¡Una mierda! ―grité furiosa― Peligroso mis cojones Jairo, o recupero mi dinero, o mato a ese hombre.

― Te mando la dirección en un mensaje. ―Suspiró, sabía que no me iba a hacer cambiar de opinión.

Comencé a conducir como loca siguiendo las instrucciones del GPS; una rotonda, giro a la izquierda y una gran casa construida a base de estafas. Lo vi salir con una pequeña maleta negra, pisé con fuerza el acelerador y cuando casi le paso por encima uno de los hombres que lo acompañaba lo empujó hacia adelante, me bajé del auto, podía ver el miedo en sus ojos, él se levantó rápido y yo sin pensarlo dos veces le estampé un puñetazo en la cara, otra vez al piso, su labio roto y un hilillo de sangre corriendo cuesta abajo por su mentón.

― ¡¿Estás loca?! ―me gritó limpiándose la sangre.

― Mucho ―Mis ojos estaban fuera de mis órbitas, ahora me estaba dando cuenta de que era cierto lo que siempre decía Marcelo; soy una leona recién parida y mis cachorros son mis millones―. Y si no me devuelves mi dinero ese hilo de sangre que te brota del labio va a ser lo más bonito que te pueda pasar.

― Yo no te he robado nada.

― ¡No te hagas el tonto, hijo de puta! ― Y sin más me lancé a su cuello dispuesta a ahorcarlo, pero antes de que enganchara las uñas en mi objetivo uno de sus hombres me detuvo.

― Mira princesa, yo no tengo la culpa de que a estas alturas hayas decidido salir de tu burbuja, y que con 40 años no sepas distinguir quienes son los malos y quienes los buenos...

― ¡Devuélveme mi dinero o te mato! ―Si estuviera suelta le arrancaba los ojos con mis propias manos.

― Yo creo que no has entendido bien. ―Se acercó a mí y pegó algo metálico a mi bazo; una pistola. Mis ojos se abrieron, del odio había pasado al miedo, pero aún seguía queriendo matarlo.

― ¡Me importa una mierda que tengas una pistola, me devuelves mi dinero, o te corto la polla con un cuchillo jamonero! ―dije metiendo la mano en mi bolso y tomando el mango de la navaja suiza que había cogido de la mesa de Ramón.

― ¡Alex! ―gritó Jairo desde lejos― Vamos a dejar esto en paz ―Se acerca corriendo y separa a los hombres de mí, me toma por el brazo y agrega― Déjala tranquila, no sabe lo que hace.

― Vale, pero hazle saber quién manda.

Nos vamos alejando, Jairo habla, pero yo no hago caso, solo escucho la sangre hervir dentro de mi cuerpo, mi mano aún sujeta el mango de la navaja, no puedo contener mis movimientos, soy presa del pánico y la ira, me giro de golpe y con la navaja empuñada corro hacia Alex, quien solo se ha desplazado unos cuantos metros. A partir de ahí todo pasa muy deprisa; él saca una pistola, me apunta y aprieta el gatillo, Jairo corre hacia mí, toma mi cintura y se interpone entre la bala y mi cuerpo, la sangre corre y hace un gran charco en el suelo, su cuerpo yace en el piso, yo lo miro atónita, Alex se acerca y solo escucho:

― Llévenlos dentro.

NOTA DE AUTORA
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Uyyyyyy 😬...se los dije; me iba a poner intensa, y prepárense que esto solo puede ir a peor... espero que les haya gusto el capítulo... 💕

Entre las sábanas de una princesa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora