—Necesito que aprendas todo lo que Margaret hace aquí. Fíjate en cada detalle que ella hace para después hacerlo tu de la misma forma. ¿De acuerdo? —mencionó soltándome la mano e infinitamente lo agradecí, puesto que no sabía por cuanto tiempo más podría aguantar sin que se apreciaran las evidencias del efecto que él me causaba.

—Si —contesté con premura.

—Bien. Ahora he de irme. Te veré luego.

No contesté. Preferí permanecer allí de pie sin mover un solo músculo hasta que él se fuera y en cuanto abrió la puerta y salió por esta me acerqué hasta la pared donde me dejé caer llevándome las manos a la cabeza. Necesitaba irme pronto de allí, cada vez estaba más segura de que finalmente me descubriría, de que tarde o temprano haría algo que causaría confusión y me desvelaría a mi misma.

Salí con paso decidido instantes después y comprobé que él se había marchado. La tal Margaret estaba al parecer en la cocina preparando algo y la observé fijamente. ¿Podría aprender de ella? Tal vez imitar sus gestos, sus formas de expresarse, sus movimientos... después de todo era lo que él me había mandado hacer, imitar cada uno de sus movimientos.

Miré alrededor y no vi donde se encontraba Lisa, eso me asustó parcialmente porque se suponía que ella no debía salir de aquel lugar.

—¿Dónde está la niña? —pregunté directamente.

—Niña es Lisa. Lisa está en su habitación —contestó como si fuera una máquina.

Al menos si ella estaba en aquella habitación quizá podía aprovechar la situación ahora que no me escuchaba.

—¿Declan es tu dueño? —pregunté en voz baja.

—No. El señor Declan es amigo de mi dueño —confirmó.

—Y tu dueño, ese amigo del señor Declan, ¿Te trata bien? —pregunté mirando hacia el pasillo donde veía que nadie había salido.

—Si —afirmó—. Mi señor es muy bueno conmigo. Desea que yo sea madre de hijos.

¿Ser madre de hijos?, ¿Quería que ella le diera hijos?

—¿Y tu quieres ser la madre de sus hijos? —exclamé un tanto extrañada—. Contesta sinceramente.

—Si. Para mi ser un honor. Él es bueno conmigo.

Así que todo se reducía a "ser bueno o no" en esa sociedad. Bueno... el tal Declan era bueno y tenía una hija, ¿Sería la madre de la pequeña Lisa alguna pobre desgraciada como Margaret?

—¿Sabes qué ocurrió con la madre de Lisa? —pregunté en un tono de voz muy bajo.

—No se me permite hablar de eso delante de Lisa.

Así que lo sabía... y la curiosidad me carcomía.

—Lisa no está. Puedes hablar.

—La madre de Lisa fue capturada, violada y torturada hasta la muerte por un enemigo del señor Declan. Por eso la pequeña Lisa no puede salir de aquí, nadie puede saber que ella existe.

—¡Oh dios mío! —exclamé llevándome la mano a la boca tratando de imaginarme el destino cruel de aquella pobre mujer.

—¿De qué estáis hablando? —escuché detrás de mi aquella voz infantil y di un pequeño salto al no esperarlo.

Me había conmovido tanto con aquella pequeña revelación, que simplemente me había olvidado de vigilar el pasillo.

—Margaret me está enseñando lo que debo aprender —Fingí entonces prestando atención en lo que aquella joven hacía y comencé a imitarla.

Me había quedado claro que el tal Declan debía ser alguien importante, de hecho, ya debía haberlo supuesto cuando pudo sacarme de la casa de su hermano que pensaba torturarme probablemente hasta la muerte y me llevó hasta aquel lugar seguro que era su hogar. ¿Quién podía ser tan importante en esa sociedad hasta el punto de crearse enemigos tan crueles? Aunque teniendo en cuenta como trataban en ese lugar a las mujeres, no me parecía tan descabellado pensar que aquello era algo casi habitual.

Era increíble pensar que en otra época hubiera sido impensable, que aquellos relatos que contaba mamá cuando éramos pequeñas sobre un mundo igual para ambos, un mundo en el que incluso nosotras íbamos a dominarlo, se terminarían para siempre...

Era increíble pensar que en otra época hubiera sido impensable, que aquellos relatos que contaba mamá cuando éramos pequeñas sobre un mundo igual para ambos, un mundo en el que incluso nosotras íbamos a dominarlo, se terminarían para siempre

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