―Java ―respondí secamente.

―Bien Java, vendrás temporalmente a mi casa hasta que resuelva tu situación. ¿A qué te has dedicado antes de que te comprara mi hermano? ―preguntó de forma casual y no sabía exactamente qué responder.

―No entiendo su pregunta. ―Me atreví a contestar y noté como su mirada se fijaba en mi perfil porque en todo momento miraba al frente.

―¿Donde has trabajado? ―dijo cambiando la pregunta.

―No he trabajado ―respondí como si con eso resolviera sus dudas.

―¿Eras entonces ama personal?, ¿Tu señor murió?

Guardé silencio por un tiempo y finalmente supe que debía contestar algo.

―No, yo no tuve señor nunca. ―Traté de imitar un poco la forma de hablar que tenía Sandra pese a haber intercambiado con ella solo dos frases.

―¿Nunca?, ¿Eras una mujer libre?

No sabía si me convenía o no admitirlo ahora que lo pensaba, pero por no enredar aún más la situación con preguntas que probablemente pudiera averiguar por otra parte decidí terminar con aquel asunto.

―Si.

―Con razón ese degenerado te quería para él... ―le escuché perfectamente, aunque comprendí que no me hablaba a mi, sino más bien así mismo.

―¿Pertenecías a los rebeldes que se hacen llamar "Antagónicos"? ―preguntó de pronto y en su pregunta denotaba curiosidad.

Era la segunda vez que alguien lo preguntaba, ¿Tan conocidos eran? Me moría por saber de ellos, por averiguar quienes eran y si contaban con los recursos suficientes para plantarle cara al sistema.

―No ―admití. No hubo más preguntas afortunadamente para mi.

Llegamos a un gran edificio blanco muy alto y el vehículo pareció adentrarse en una especie de túneles. Bajamos del vehículo y seguí a aquel hombre durante todo el trayecto, al seguirlo desde atrás pude permitirme el lujo de contemplar cada detalle y memorizar el recorrido de regreso.

Casi me di de bruces contra su espalda cuando se paró y sacó una especie de tarjeta de la que abrió una puerta. En ese momento las dudas sobre si aquel hombre también tendría su cuarto oscuro me fusilaban mentalmente, determinando si debía entrar o no en aquel lugar o emprender en ese instante mi huida a pesar de que había pocas probabilidades de que saliera bien. Necesitaba armas... armas con las que defenderme.

―¡Papá, papá, papá! ―Una voz infantil hizo que el segundo en el que podría haber escapado se evaporase, y una niña con el pelo alborotado por grandes rizos salió a nuestro encuentro.

¡Una niña!, ¡Era una niña! La primera que veía en... bueno, sí tenía en cuenta que la única niña que tenía en mi recuerdo era Amara, aquella era la primera que veía en años.

―¿Quien es? ―Mis ojos no se apartaban de ella y de pronto la descubrí observándome. Probablemente mi cara denotaba sorpresa y no pude evitar sonreír sin querer, pero en el momento en el que sabía que él se daría la vuelta me mostré seria. En efecto me observó detenidamente y después volvió la vista hacia la niña.

―Se llama Java y es una amiga. Se quedará un tiempo con nosotros aquí en casa.

¿Amiga? No consideraba que fuera precisamente su amiga, sino más bien su "prisionera" dadas las circunstancias.

―¿Por qué? ―preguntó curiosa y eso me hizo recordar a Amara, cuando siempre preguntaba por todo.

―Bueno... porque va a ayudar con las tareas de la casa y también te hará compañía.

C O H I B I D AWhere stories live. Discover now