-Sí, patrón, será como usted ordene.

-Rata...¿Pudiste contactar con nuestros hombres de Colombia? – respiraba agitado estaba claramente enojado, como de costumbre, no era algo nuevo en él andar con el humor por el suelo.

-Sí, dicen que la cosecha va viento en popa y la venta por allá por los países de Sudamérica cada día es más efectiva.

-¡Por fin una buena noticia! Si el día de hoy lo pudiera catalogar de alguna manera. Fuera el peor de mi vida – con un gesto abrupto se dejó caer sobre una silla. Se sirvió un trago. Con un movimiento de mano le indicó la salida al hombre frente a sí. Cuando estuvo solo degustó de su bebida con suma tranquilidad. Tranquilidad que no se extendió más de cinco minutos.

De repente su celular comenzó a sonar indicando la entrada de una llamada.

-¿Qué pasó ahora, Chapo? – fue un gruñido agrio y sin emociones. Tenía una mala sospecha – ¿Cómo que la hacienda "La Dorada" ya cuenta con un nuevo propietario?

-Así es, patrón, desde hace un mes aproximadamente me percaté que habían quitado el aviso de venta.

-¿Y por qué no me comentaste nada? – gritó al tiempo que reventaba contra la pared, el vaso de cristal que porteaba en sus manos.

-Pasa, patrón, que yo no quise molestarlo hasta estar plenamente seguro. Nomás supe, me puse a investigar y averigüé que estaba en proceso de compra. Intenté hacer todo lo posible porque no fuera así, pero hoy supe por el agente inmobiliario que está al mando de ese caso, que ya la habían comprado y según una información extra que llegó a mis oídos...el dueño llega mañana a México para ocuparla.

Para ese entonces el hombre del otro lado del aparato tenía los puños apretado de tal fuerza que se notaban algunas venas resaltantes, sus nudillos blancos y su nariz completamente dilatada ventilaba aire de adentro hacia afuera dejando en evidencia su sentir. Enfurecimiento. Sus músculos, hasta los más recónditos, estaban contraídos y rígidos.

-No te despido, porque Dios es muy grande, porque te juro que ganas no me faltan.

Al finalizar la llamada, salió del despacho totalmente exasperado. Despotricando a cuenta persona se atravesara en sus pensamientos.







New York - Estados Unidos:

Agitada y sudorasa se dejó caer a un costado de la cama. Luego de unos minutos donde recobró el aliento, prendió un cigarrillo y comenzó a fumar.

-Maravillosa como siempre – quiso tocar los senos desnudos de la dama.

-¡No toques! – le pegó un manotazo con premura.

-Como si no los hubiera tocado ya – se echó a reír y comenzó a besarlos.

Ver esa escena a ella le provocaba asco, siempre había sido así desde aquella perturbable noche. Su vida sexual había quedado truncada para siempre, o no había llegado el hombre correcto que la hiciera dejar en el tintero todos sus resquemores.

Tomó disimuladamente una pistola del cajón a su izquierda y le apuntó directo a la sien.

-¡Te dije que no me tocaras! ¿Acaso eres sordo?

-Vamos, doña, ¿que haces? – tomó cautelosa distancia de ella y la miró desconcertado – No serías capaz de darle al gatillo.

-Ponme a prueba y te llevarás un buen susto. Te dije una vez que me tocarías cuando yo así lo quisiera. Tu te limitaste a aceptar mis condiciones. ¡Son mi reglas, así que respétalas! – se puso en pie.

Apagó el cigarrillo a través de golpes rápidos. Con una sábana blanca cubrió su cuerpo. Encerrarse en el baño fue su única y primera opción. Allí escrutó su cuerpo por largos minutos frente al espejo. Sentía repulsión de sí misma. Por un momento se vio tentada a liquidar todos sus problemas de raíz. Podía, tenía un arma mortal en sus manos, sólo bastaba con apretar el gatillo sobre su cabeza y sería mujer muerta. Sin embargo, pensó con más precisión y llegó a la sabia conclusión de que, una vez dejara de respirar, nadie se vengaría por ella.

The Rivals_A&V (En edición)Where stories live. Discover now