— Si hubieses aceptado mi propuesta no te verías en la necesidad de tener dos trabajos, Diana.

Ella negó, irritada. Sabía que Erick sacaría el tema a relucir.

— Te dije que puedo hacerlo yo sola, Erick. Si de verdad quisieses ayudarme me habrías dado el dinero en lugar de pedirme ser tu esposa a cambio de ello. Dejaste de ayudarme económicamente desde que decidí no casarme contigo porque eres un inmaduro, es tu culpa que yo esté soportando un jefe arrogante y clientes molestos que exigen un reembolso de unas patatas fritas que ya se comieron solo porque no les gustaron.

Y allí empezaba de nuevo.

Porque sí, detrás de aquella cara angelical se escondía una víbora dispuesta a soltar de su veneno letal.

— Ya te lo dije, hasta que no aceptes casarte conmigo no vas a ver un solo centavo de mi parte.

— ¡¿Cómo puedes hacerme esto cuando mi carrera está comenzando?! ¡Inclusive te rehusaste a dejarme entrar en la industria de tu padre! — Todos alrededor miraron al par cuando ella se levantó para golpear la mesa con furia. — No me voy a casar contigo, me gusta cómo está nuestra relación justo ahora y debe mantenerse justo así. Ya te lo he dicho así que deja de actuar como un niño inmaduro.

Pero Erick solo se rió de manera sarcástica.

— ¿Crees que me importa tener espectadores y que por eso voy a ceder? — Se cruzó de brazos. — Tu carrera solo es una excusa para usarme cuando quieras y acostarte con otros hombres de manera libre, está bien si no quieres casarte conmigo, pero ya no seguiré pagando tus caprichos.

Ahora él se puso de pie, dejando dinero sobre la mesa para pagar la cena.

— Así que si esta es tu decisión final ni pienses en volver a buscarme.

— ¿Erick? ¡No te atrevas a dejarme hablando sola! ¡Te arrepentirás de esto toda tu maldita vida! ¡¿Me escuchaste?!

No miró atrás cuando se marchó.

Aún bajo la torrencial lluvia y el cielo nublado caminó sin rumbo por las calles, algunos a su alrededor iban con paraguas, otros corrían para no mojarse, y absolutamente todos miraban raro al hombre solitario que sujetaba melancólico un cigarro que la lluvia arruinó y usaba un traje fino.

Erick buscó en sus bolsillos su móvil justo cuando se refugió en el techo de una cafetería vacía y casi a punto de cerrar, se sentó en una de las mesas al fondo tras pedir algo que le quitara el frío, dudó antes de marcar, sin embargo, cuando se quiso retractar su padre ya había contestado.

'' ¿Por fin recuperaste la cordura?'' — Tragó en seco al escuchar la manera en que le contestó, Erick se imaginó su figura señera sentada en aquella oficina admirando el exterior a través sus ventanas panorámicas.

— Si me voy a casar, será con alguien a quien yo escoja. — Se frotó la sien con los dedos.

'' ¿Acaso tienes a alguien en mente?''

— Tú solo has lo que tengas que hacer y yo me encargo del resto.

* * *

Aquí es donde entra Anastasia luego de un largo y pesado día de trabajo siguiendo los pasos de Erick a donde quiera que iba, ajustar su ajetreada vida y escribirlo en un cuaderno había sido una de las cosas más difíciles. Siempre tenía pequeños cambios.

— Anastasia, prefiero la leche de soja, señorita Anastasia ¿Dónde dejé mi corbata para las juntas? Señorita Anastasia, su café apesta ¡¿Por qué diablos no se lo prepara él mismo y me deja en paz?! — Abrió con enojo el paraguas cuando salió del edificio, repitiendo todas las cosas que le había dicho su jefe durante el día y la vida entera. Pero no se dio cuenta de que él estaba ahí, parado al final de las escaleras, mirándola y con un paraguas extra en la mano. Anastasia se paralizó. — S-señor Russo ¿No se había ido ya?

— Escuché que se avecinaba una tormenta y pensé en mi pobre secretaria que tal vez terminaría mojándose, le he traído un paraguas, pero parece que está bien.

Ella no se acercó.

¿Quién era ese hombre y por qué estaba siendo tan amable?

— Sí, bueno, voy a regresar a casa. — Fue interceptada por él, quien se paró en su camino.

— No puedo permitirlo, ha trabajado durante todo el día ¿Le parece bien si le invito un café? Como compensación por todo su esfuerzo y trabajo duro.

— En realidad no quie...

— Bien, está decidido, vámonos.

¿Cómo ignorar a el mafioso de su jefe cuando abre la puerta del copiloto de su mercedes negro solo para que entre y aceptes tu destino?

Anastasia tuvo que obedecer, por el bien de lo que estaba ganando en términos monetarios y su propia vida.

No lo escuchó hablar en todo el camino, pero se notaba ansioso, indeciso y miraba su móvil como si esperara que alguien lo llamara, era ya el quinto día en que lo veía de esa manera, ni siquiera se concentraba en hacer su propio trabajo y eso solo le aumentaba a ella la carga.

— ¿Ha pasado algo recientemente? — Anastasia agradeció a la mesera por la taza de café y la galleta con un gesto amistoso. — Sé que no debería entrometerme, pero usted luce mucho más agitado de lo normal en estos días.

— ¿Tú crees? — Preguntó Erick, Anastasia asintió un par de veces.

Fue incómodo cuando los dos dejaron de hablar solo porque no tenían nada que decir, un par de taza de café con leche, una charla sobre el clima tempestuoso y mirar las paredes color crema del establecimiento fueron suficientes para hacerla cuestionar sobre los motivos de Erick para llevarla, lo veía como si quisiese decir algo, pero en seguida se retractara y volviera a beber.

— Ya es tarde, creo que debería irme...

— ¿Te quieres casar conmigo?

Anastasia escupió el café que se estaba bebiendo.

Esposa del CEOWhere stories live. Discover now