Cundo Eleanor dejó de hablar, sentado al escritorio, Dumbledore miraba fijamente a Harry, pero éste evitaba sus ojos. Se disponía a interrogarlo. Le haría revivirlo todo.

—Ahora necesito saber qué sucedió después de que tocaste el traslador en el laberinto, Harry —le dijo.

—Podemos dejarlo para mañana por la mañana, ¿no, Dumbledore? —se apresuró a decir Eleanor. Le había puesto a Harry una mano encima de la suya—. Dejémoslo dormir. Que descanse.

Le embargó un mayor sentimiento de gratitud hacia Eleanor, pero Dumbledore desoyó su sugerencia y se inclinó hacia él. Muy a desgana, Harry levantó la cabeza y encontró aquellos ojos azules.

—Harry, si pensara que te haría algún bien induciéndote al sueño por medio de un encantamiento y permitiendo que pospusieras el momento de pensar en lo sucedido esta noche, lo haría —dijo Dumbledore con amabilidad—. Pero me temo que no es así. Adormecer el dolor por un rato te haría sentirlo luego con mayor intensidad. Has mostrado más valor del que hubiera creído posible: te ruego que lo muestres una vez más contándonos todo lo que sucedió.

El fénix soltó una nota suave y trémula. Tembló en el aire, y Harry sintió como si una gota de líquido caliente se le deslizara por la garganta hasta el estómago, calentándolo y tonificándolo.

Respiró hondo y comenzó a hablar. Conforme lo hacía, Eleanor iba enterándose de cada terrible suceso que había ocurrido mientras estaba encerrada en el despacho de Alastor Moody. Un visible dolor en el pecho le causó enterarse del asesinato de Cedric Diggory, un joven inocente, que sólo estuvo en el momento incorrecto. La imagen mental de los señores Diggory sufriendo por la pronta muerte de su hijo, era tan insoportable como la simple idea de que ella hubiera estado en su lugar y Harry hubiera muerto esa noche.

En todo momento, Eleanor no se dejó de aferrar a la mano de Harry. No lo interrumpieron, y él lo agradeció, era mucho más sencillo no parar de hablar que el hacerlo, hasta se sentía aliviado: era casi como si se estuviera sacando un veneno de dentro. Seguir hablando le costaba toda la entereza que era capaz de reunir, pero le parecía que, en cuanto hubiera acabado, se sentiría mejor.

Sin embargo, cuando Harry contó que Colagusano le había hecho un corte en el brazo con la daga, Eleanor dejó escapar una exclamación vehemente, y Dumbledore se levantó tan de golpe que Harry se asustó. Rodeó el escritorio y le pidió que extendiera el brazo. Harry les mostró a ambos el lugar en que le había rasgado la túnica, y el corte que tenía debajo.

—Dijo que mi sangre lo haría más fuerte que la de cualquier otro —explicó Harry—. Dijo que la protección que me otorgó mi madre... iría también a él. Y tenía razón: pudo tocarme sin hacerse daño, me tocó en la cara.

Eleanor miro de reojo su brazo, en dónde tenía el mismo corte que el de su sobrino, y Dumbledore se dio cuenta de aquello también. Tomó su brazo con cuidado y lo extendió a la misma altura que el de Harry, comparándolas. Un grito ahogado salió de los labios del menor al darse cuenta de lo idénticas que eran... como si fueran gemelas.

Por un breve instante, Eleanor creyó ver una expresión de triunfo en los ojos de Dumbledore. Pero un segundo después estuvo seguro de habérselo imaginado, porque, cuando Dumbledore volvió a su silla tras el escritorio, parecía más viejo y más débil de lo que Eleanor u Harry lo hubieran visto nunca.

—¿Cómo te la causaste, Eleanor? —preguntó Dumbledore, con un tinte de preocupación.

—Barty acababa de aturdirme y fue como si estuviera en un sueño —explicó Eleanor—, se sentía muy real, pero no podía moverme u hablar... Escuché a Colagusano decir las mismas palabras y realmente no tengo idea de cómo me corté... Sólo sentí el dolor... Pude ver a Voldemort volver y después de eso, desperté.

Warrior ⟶ b. weasley ¹ (EDITANDO) Where stories live. Discover now