Nada sucedió...

Y entonces, de repente, se extinguieron las chispas que saltaban del caldero. Una enorme cantidad de vapor blanco surgió formando nubes espesas y lo envolvió todo, de forma que no pudo ver ni a Colagusano ni ninguna otra cosa aparte del vapor suspendido en el aire.

Eleanor no sabía que estaba sucediendo, pero comenzaba a sospechar lo que provenía dentro de aquel caldero no era nada bueno.

Pero entonces, a través de la niebla, vio, aterrorizada, que del interior del caldero se levantaba lentamente la oscura silueta de un hombre, alto y delgado como un esqueleto.

—Vísteme —dijo por entre el vapor la voz fría y aguda, y Colagusano, sollozando y gimiendo, sin dejar de agarrarse el brazo mutilado, alcanzó con dificultad la túnica negra del suelo, se puso en pie, se acercó a su señor y se la colocó por encima con una sola mano.

El hombre delgado salió del caldero, mirando a un punto fijamente... y Eleanor lo pudo ver con terror, era su sobrino, Harry, estaba alzado encima de una tumba, con un trapo entre sus labios impidiéndole gritar. La azabache trató de correr hasta él pero su cuerpo no reaccionaba, era como si estuviera atrapada dentro de su propio cuerpo. Con gritos internos llenos de terror, Eleanor contempló el rostro que le había arrebatado todo lo que apreciaba y amaba, haciéndola sentir culpable desde los ocho años. Más blanco que una calavera, con ojos de un rojo amoratado, y la nariz tan aplastada como la de una serpiente, con pequeñas rajas en ella en vez de orificios...

La joven despertó, jadeante, temblorosa y con lágrimas calientes rodando por sus mejillas.

—Ha vuelto... —gimió Eleanor—... Lord Voldemort ha vuelto.



El pulso del mellizo Black era muy débil, tenía los ojos entrecerrados, sus labios estaban entreabiertos y trataba de hablar. Eleanor, llena de miedo, le pedía que no lo hiciera, trataba de cubrir su herida haciendo presión con ambas manos para impedir que se desangrara, su camisa blanca estaba cubierta de su sangre como una enorme mancha que solo se extendía. Las varitas mágicas no estaban en el despacho, habían sido tomadas por Barty Crouch Junior cuando el mismo los tenía encerrados sin posibilidades de salir sin quitar antes la protección mágica que la rodeaba.

—Estás sangrando... —dijo Alphard, mirando la sien de la azabache en donde salía un hilillo de sangre y otro que no notaron, de su brazo derecho donde había sido cortada—. Lo siento.

—Pero, ¿qué dices? —Eleanor sacudió la cabeza como restándole importancia y rió sin ganas—. Te lanzaste encima de Barty Crouch y has sido herido. Yo estoy bien, sólo importa que alguien nos encuentre y llevarte a la enfermería. Madame Pomfrey te va a curar más rápido de lo que yo puedo hacer en este momento.

—Es... mi culpa. —jadeó Alphard, como si el hablar le estuviera costando—. N-Nunca debí... d-desconfiar de...

No terminó su frase.

—¿Alphard? —lo llamó preocupada, sin dejar de presionar su herida. El chico estaba más pálido de lo normal y sus ojos acababan de cerrarse casi del todo. La respiración se le aceleró y la adrenalina de perderlo la drenó—. ¡¿Alphard?! ¡No cierres los ojos! —tomó su pulso y era apenas inexistente. Los escalofríos rozaron en su nuca y se estremeció cuando trataba de reanimarlo—. ¡Alphard, vamos! —El mellizo aún respiraba pero no sabría cuanto tiempo duraría así. No, Sirius no podía perder a su hijo... se volvería loco de dolor—. ¡Alphard respóndeme, por favor!

Warrior ⟶ b. weasley ¹ (EDITANDO) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora