Me obligué a guardar esos pensamientos y me concentré en lo que debía. Caminó hacia la entrada e ingresó.

Me quede anclada, sin reacción. Cuando su mirada me encontró todo mi cuerpo tembló. Sin embargo mantuve mi postura. Hice un gesto con la mano a modo de señal y, se acercó.

―¿Sabrina Renna? ―preguntó al llegar a la mesa.

Su voz ronca y sus ojos color chocolate me atontaron brevemente.

Me levanté, me sentía intimidada ante su altura.

―Sí, soy yo. Y usted... ―Miré a los lados―, ¿el capitán? ―susurré con timidez.

Mostró sus dientes en una divertida sonrisa. Noté que uno de sus colmillos sobresalía ligeramente... Estúpido, pero lo hacía ver más lindo.

―Sí, pero puedes llamarme Eithan ―anunció bromista. Asentí poniéndome seria.

―Un gusto entonces, tome asiento ―ofrecí.

Luego de las presentaciones pasamos a aclarar los detalles principales. Inicié avisándole que no tenía idea de cómo funcionaba el servicio y que de ser posible quedara todo claro, que me explicara para que no hubieran malentendidos.

―Creo que lo principal ya lo sabes ―advirtió atento, asentí cauta―, sin embargo, tengo otra condición. Qué más que una condición es un beneficio para ambos ―aclaró sereno.

Arrugué las cejas.

―¿Qué condición es esa? ―indagué escéptica.

―Una cena antes del evento ―contestó, lo observé alzando las cejas―, debo saber todos los pormenores: quienes estarán, qué cosas hacer o que decir. Saber cómo deberé actuar ante ciertas personas... En fin, todo lo que me ayude a hacer bien el trabajo ―aclaró.

―¿Una cena? ―cuestioné desconcertada.

―Sí, y corre por mi cuenta ―indicó―, es necesario que nos conozcamos un poco para que sea más creíble ―siguió. Lo contemplé ceñuda, la idea me alertó, pero debía admitir que tenía razón.

Sin embargo hablé con decisión.

―En ese caso, podemos ahora ―rebatí. Sonrió negando.

―Lamento decir que no puedo ―se disculpó, pasando una mano por su cabello―, pero puedes elegir el restaurante y el día y la hora ―propuso.

Evité hacer algún gesto de desagrado, pensé unos segundos, algo inquieta bajo su mirada expectante, intensa.

―De acuerdo, está bien ―accedí vacilante, desconfiada.

Tres días después cenamos en un restaurante cerca del hospital donde trabajaba como enfermera. Allí le expliqué como esperaba que fueran las cosas, lo que quería que hiciera. Con quienes tener más plática, con quienes ser cauto. Cuando preguntó cuál era mi objetivo de asistir a la fiesta ―ya que según él se había dado cuenta de que no me gustaba―, no fui consciente de lo que le conté hasta que ya estuvo hecho. No sabía por qué, pero le relaté parte de las burlas a las que fui sometida, le conté que Fran difundió unas fotos, en donde según, él probaba que había tenido relaciones con la "Gordigen" (Gordi + Virgen), así me llamaban.

Era recordar todo aquello y se me revolvía el estómago.

―Comprendo... ―Fue lo que murmuró.

Finalmente propuse encontrarnos en la fiesta, pero él creyó que sería mejor si llegábamos juntos. Sin embargo no me agradaba la idea de que supiera donde vivía, como no se me ocurrió un punto intermedio dónde vernos determiné que sería así.

Cupido me ha dado fuerte ©Where stories live. Discover now