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Los ojos de Matthew no sabían hacia donde ver primero. Se perdía en la gran cantidad de fotos familiares que su padre había colgado y en los nuevos muebles que no acostumbraba observar en el paisaje. Incluso la silla y la mesa donde se sentó a desayunar hacían que el cereal que comía no fuera tan rico como otras veces. La mesa era demasiado larga para que solo comieran dos personas, y las sillas ocupaban espacio sin necesidad. El sofá también era grande en exceso, ¡Hasta el perchero era gigante!

Nada en esa casa sentido para él. Su antiguo apartamento en Los Angeles era mucho más pequeño, lo suficiente para un padre y un hijo. El apartamento actual en Holmes Chapel podía albergar una docena de personas y no estar apretados. Ellos no necesitan tanto espacio.

Llevaba poco mas de dos semanas en aquel lugar, pero se tomó el tiempo de investigar y reflexionar sobre su nuevo hogar recién ese día, porque en el tiempo desde que llegó había estado ocupado con todos sus tíos. Lottie, Daisy y Phoebe fueron a ayudar con la mudanza; Doris y Ernest también estaban, pero no colaboraron más que distrayendo a Matthew de todo lo que pasaba a su alrededor, hasta que su papá terminara de organizar algunas cosas en su nueva residencia, y habían hecho un excelente trabajo en hacerlo olvidar el drástico cambio durante varios días.

Sin embargo ahora estaba solo Matthew con su padre, y si él se estaba bañando entonces no le quedaba otra que apreciar su alrededor en soledad. Recuerda que la noche anterior estuvo cenando y riendo por los malos chistes de su tía Lottie y ahora se siente tan falto de algo que no puede explicar lo que es.

Ya empezaba a sentir un malestar punzante, algo como que su estómago se volvía un nudo, una sensación habitual que le pasaba cuando pensaba mucho. Se obligó a sí mismo a clavar la vista en el plato con su desayuno, pero los cereales habían pasado tanto tiempo remojados en la leche que se humedecieron de más, así que cuando los quiso poner en la cuchara para por fin comer algo estos solo se deshicieron.

Miró el plato asqueado y lo alejó un poco sobre la mesa. No le gustaba comer cereales deshechos, tenían una textura extraña. Sabe que tendrá un problema mayor cuando escucha los pasos de su papá resonar por el pasillo, y eso denota que su tiempo de desayuno se acabó y él no ha dado un solo bocado que rellene su estómago.

—Lamento la tardanza, campeón. Aún no regulo el calentador de agua y me costó un poco poder encontrar una temperatura donde no me congelara o me prendiera fuego. —Su papá entró ya vestido y secándose el cabello con una toalla que luego colgó en un pequeño cuarto de lavandería. Se acercó hasta su hijo y lo miró algo mal cuando vio que no había ni tocado su comida desde que se lo dio hace media hora. —Matt, ¿Porqué no comiste nada?

Las pequeñas manos de infante comenzaron a enredarse entre ellas nerviosas, y se creía incapaz de verle los ojos a Louis y decirle que otra vez tenía el mismo problema.

—Yo... perdón. Los he dejado olvidados y ahora están todos rompidos y ya no me gustan. —Dijo jugando un poco con la cuchara dentro de la leche. —Perdón.

—La palabra "rompido" no existe, se dice "roto". ¿Cómo has olvidado los cereales si los tienes enfrente? —Preguntó yendo a buscar otra cosa para que el pequeño desayune. Sabía que claramente no comería eso así que ni siquiera hizo mucho escándalo sobre la comida que se iba a desperdiciar.

Pero las cosas tampoco podían ser siempre de esa manera, mucho menos después de un par de semanas donde Matthew había tenido una conducta alimentaria bastante decente.

—No lo sé. Creo que no les presté atención por ver el departamento. ¿Estás seguro que sólo viviremos tú y yo aquí? Es demasiado grande. —Preguntó mientras su papá le ponía un paquete de galletas dulces delante de él. -No parecía tan grande cuando estaban mis tíos.

two too young ghosts (ANTES KINGFISHER SCHOOL) [Larry]Where stories live. Discover now