curiosidad.

1 0 0
                                    

Curiosidad.

El chico  miraba con atención hacia  camino de tierra por si alguien acercaba, con paso nervioso caminó hacia  la destartalada choza de madera. Que contenía en sus entrañas el origen de su intranquilidad. La tensión del momento matenia sus sentidos en alerta, por fin pondría saciar su curiosidad y conocer el origen de aquellos extraños sonidos que hacía ya tiempo no salían de su cabeza; Mientras estaba cada vez más. El miedo le invadía.Tenía miedo entrar solo en la cabaña, pero ninguno de sus amigos tuvo valor de ir con él.

  Ante la puerta cerrada con cadenas se detuvo a meditar, por ahí no podía entrar. En silencio empezó a rodear el esperpento de madera rancia y podrida. En busca de una forma alternativa de entrar. Halló por fin una tabla medio suelta en un lado, separó la tabla con cuidado tratando de no hacer ruido. Se quedó mirando el agujero al ras del suelo, y cavilando las ideas las ideas en su cabeza, el miedo a lo desconocido,  y la posibilidad de conocer el origen aquellos extraños sonidos. Le partían la voluntad en dos; estaba a tiempo aún de dar la vuelta y alejarse de aquel lugar, si se iba nadie sabría que estuvo ahí, su mundo sería el mismo la mañana siguiente. Y estos ruidos que escuchaba no serían más que el simple recuerdo de un asunto inconcluso.

Si, su vida sería igual, seguiría escuchando esos ruidos en su cabeza todas las noches, seguiría sin dormir,  tratando de imaginar explicaciones con sentido, o sin el para aquel rechinar de cadenas y los gruñidos sordos que se podía escuchar claramente si se ponía atención.

 Dejando atrás todo pensamiento el chico deslizó por hueco que lo engulló como la boca de un monstruo indiferente.

 Tardó en acostumbrarse a la oscuridad del interior,  después lo golpeó el terrible hedor que se contenida aquel espacio cerrado. Olía a podredumbre, a cosas descompuestas por el paso del tiempo. Aces de luz perforaban la  oscuridad artificial, permitiéndole tener una vaga idea de la composición de la habitación. Se hallaba en un espacio casi vacío, con una silla medio destruida y lo que parecía ser  un cajón en iguales condiciones. Las ventanas tapiadas con suma diligencia dejaban clara la intención que alguien tenía de no dejar que nada entrara, o nada saliera. Los ruidos de cadenas lo guiaron a una puerta de metal reforzada con barrotes. Se fijó que a diferencia de la puesta de la entrada esta solo estaba asegurada con una cerradura.

El chico tomó un profundo respiro tenía miedo de lo que había del otro lado, se preguntó que delito tan terrible ameritaba tal encierro,  tomó la herrumbrosa manija, y la giró... La puerta empezó a abrirse con un chillido lastimero.

Está habitación era más pequeña, rayos de luz creanban columnas que cruzaban de un lado a otro el cuarto, Una sombra se movió al oír la puerta abrirse.  el chico quedó pasmado mirando una figura agazapada apenas visible en una esquina.Haciendo crujir las cadenas. Movido por un impulso inexplicable para él, se acercó lentamente a la figura que cada vez se distinguía mejor.

Hecha un ovillo  como tratando de ocultarse reconoció la figura de  una escuálida mujer cubierta su piel de sucio y manchas grises. En un tobillo un grillete mordía la delicada piel haciéndola sangrar. Lo mismo en la muñeca derecha. Los huesos visibles por debajo de la piel daban testimonio de largas horas de hambre.  Una melena de plateado y enmarañado cabello con un brillo misterioso, cubría la cabeza y espalda de la mujer..

 El chico se paró frente a la mujer  misteriosa sin decir palabra, allí estuvo inmóvil como esperando una respuesta a 7na pregunta nunca hecha, una súplIca o simplemente una mirada. Por curiosidad o temor la figura giró su cabeza. Las dos miradas se encontraron. Los ojos cafés del chico y los ojos violeta brillantes de la chica de tez Nivea y rasgos angulosos, a pesar del la deplorable situación se podía notar la belleza y juventud de la cautiva,  y un par de protuberancia semejantes a cuernos salían a relucir por encima de cabello enmarañado. Cómo hablando sin hablar las dos se tendieron la mano hasta tocarse. La chica le sonrió dejando ver una sonrisa inocente. En silencio todo quedó, jamás un ruido en aquella cabaña se escuchó. Nadie supo nunca quién habitó aquella cárcel, ni porque. jamás nadie supo quien fue capaz de condenar a un ser a tal destino. Nadie nunca supo que fue de aquel chico curioso que no dejaba un misterio sin respuesta.

Fin

historias irreales.Where stories live. Discover now