Iba a hacerlo, básicamente por miedo a que le matasen, pero notó la mano de Seiji a su lado, agarrándole la muñeca muy fuerte.

-Ni se te ocurra Denki, te matarán.

Tragó saliva asustado, pero levantó la mano que tenía libre, y respondió a la pregunta del delincuente.

-Y-yo soy Kaminari Denki.

Escuchó unos pasos, y cómo le liberaban del agarre de Shishikura. Alguien le tomó de la mano suavemente, como si temiese hacerle daño, y le llevó hacia el teléfono, que seguía sonando.

-Bien Denki, tienes que contestar y decir que todo está bien, ¿vale? Que hay problemas técnicos y no podéis abrir las compuertas de acero.

La voz de Tokyo vino acompañada de una pistola. Lo sentía tras él, muy pegado a su cuerpo. Una mano sostenía su cintura y la otra el arma, seguramente apuntándole a él.

-Tengo una pistola por precaución. Haz una buena actuación y no tendré motivos para usarla.-Le habló al oído, y Kaminari tomó el teléfono con la mano temblorosa, contestando a la llamada.

-F-fábrica de moneda y timbre, ¿dígame?-Escuchó cómo le pedían de manera alarmante que por favor abriesen las compuertas. Notaba la pistola y el cuerpo del hombre y se puso nervioso.-H-hemos tenido problemas técnicos, no puedo pasarle con el señor Seiji ahora lo lamento.-Sintió la pistola más cerca, y sollozó.-N-no, no puedo pasárselo, ya se lo he dicho, adiós.

Colgó el teléfono, casi desmayándose. Nunca había tenido que mentir de esa manera para salvar su vida, pero al parecer había convencido a Tokyo porque le escuchó guardar la pistola y susurrarle al oído.

-Bien hecho pequeño.

Se estremeció con su voz, y de ahí todo estuvo en blanco para él. No podía creer que ahora fuese rehén en un atraco, que podía morir en cualquier momento y ni si quiera había podido terminar el primer curso de la universidad.

Cuando les quitaron las vendas, logró ver a más personas.

Una chica con el cabello morado y corto, también tenía piercings y algún tatuaje en el cuello, seguramente no sería el único. Ella se presentó como Nairobi.

Dos chicos, siempre estaban juntos aunque peleaban demasiado. Uno tenía el cabello rubio cenizo y los ojos color rubí, era muy musculoso y seguramente si no fuese delincuente diría que atractivo; lo conocían como Denver. Su amigo era más bajito, flacucho y con pecas y el pelo verde como un arbusto. Seguramente sería el cerebro; él era Moscú.

Después estaban Oslo y Helsinki, extranjeros. Oslo era chica, la verdad es que no parecía mucho mayor que él, con el cabello rosa y esponjoso, que pegaba mucho con el cabello rojo y puntiagudo de su compañero.

Y por último, Río y Berlín. Río era una linda chica pelinegra, por lo que sabía ella y Berlín eran pareja porque siempre estaban juntitos y a veces se daban besos. Aunque no sabía qué le veía a ese helado de dos colores, cuando lo vio por primera vez pensaba que su pelo mitad rojo y mitad blanco era una peluca.

Habían estado dos días allí, dos días en los cuales Shishikura estaba cada vez más loco, al menos para Denki. Siempre murmurando sobre cómo podían escapar, incluso en las pocas horas de descanso que tenían.

Él seguía más o menos con su rutina, solo que ahora también catalogaba los billetes que los atracadores iban imprimiendo. El problema es que tenía de compañero a su jefe, y de verdad sentía que cometería asesinato.

Su superior estaba peor que de costumbre, se pegaba demasiado a él y le tenía completamente harto. Pero respiraba y se calmaba, haciendo su trabajo en silencio, hasta que ya rebasó el límite.

Serokami week 2020Where stories live. Discover now