21:51 pm. 14 de abril del 2020.

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Quiero empezar por un texto dedicado a alguien que quisiera tener a mi lado ahora mismo. 


El baile

Apareció a oscuras, entre sombras, una figura intimidante. Creyó tener control y anduvo con pasos seguros, pesados por el pasado, quiso conquistarlo todo. El monstruo dentro de sí se lo pedía, le amenazaba una y otra vez. El humano en él aborrecía su querer. Quería poseer, controlar, apropiar. Él quería todo eso y más. Pero se cernía a la moral. Quería combatir el lobo dentro de sí. El poder corrompe y él estaba corrupto. Pero peleaba. Los hombres son frívolos y podridos, dentro de ellos existe la magia negra de la destrucción violenta. El hombre quiere ser bondadoso pero sus instintos lo aclaman. Quiso creer, por una vez, en el misticismo de la emoción y el dolor. Mas el dolor con su gran apuñalada deja ciega cualquier otra sensación. Se carcome por las noches, pensando el fruto que consume, partiéndolo a la mitad. Se devora en los sueños, violentos a su pesar. Conoce bien la vanidad, cada vena en sí pide con hambruna una verdad. Las creencias se convierten en falacias absurdas, los amargos engaños del honesto humano. Quisiste conquistar, mas, olvidaste pagar. El poderoso asume la responsabilidad o cae añicos al vacío de la oscuridad.

Iba caminando, tapándose con el abrigo. Al anonimato de la noche creyó no haber sido visto. Las sonrisas inspeccionaban, querían buscar razones para matar. Razones para degollar. Olvidó que había olvidado todo lo demás. Sus ojos penetrantes analizaban los errores, sentado en el banco cantabas tus interpretaciones. No imaginabas que te miraban. No imaginabas que te abrían de par en par. Hacia la luna su sombra se reflejaba, no se imaginaba que la sombra sería ignorada. No se imaginaba que sus ojos contaban verdades que ella pudo conocer de una simple vista. No se imaginaba que el baile no era solitario. Ella bailaba como él, seguía el juego sin ser descubierta. Ella sabía lo que escondía. Él no se lo imaginaba.

El baile era mutuo, compartían la misma mentira. La brisa sofocaba el pensamiento mientras se dirigían el uno al otro en busca del sentimiento. En busca de la verdad. En busca del camino perdido. Las cicatrices contaban miles de historias. Una por el engaño. Otra por el maltrato. Y otra más por el fracaso. Dos corazones rotos intentaban desacoplarse del pasado. El mundo era duro, el mundo estaba vacío. Y su conocimiento lo ponían a ambos de brazos torcidos. El sol nunca salía en este mundo. Los árboles seguían secos y dormidos. A la espera de la paz se morían.

Ambos alojaban el mismo lobo. El mismo lobo hambriento les hacía zampar de una u otra cosa. Llenarlo para seguir, para olvidar. Fracasaban estrepitosamente, el lobo los consumía de pies a cabeza, no les dejaba descansar. Su lobo lo hacía débil pero su lobo también daba fuerzas. El animal dentro del alma escapando a sangrientas defensas. El color carmesí de sus labios goteaba poco a poco en el suelo. El rastro de su corazón buscando otro con esmero. Su toque lo enloquecía, le hacía volar a altas esquinas. Sus alas rotas daban más de lo que podían. Pero ella pedía. Disgustada de su frágil querer, entristecida del difícil amar, sollozando en el río sus lágrimas se perdían. Ella estaba llena de cicatrices que ni siquiera conocía. Enterrada lejos de la consciencia, ella fingía.

Azul como el cielo descansaba, en santas tierras soñando. El triste tono de sus ojos apagados ante el mundo se escondía. Ella era la muñeca rota con la que se jugaba. Su presente por su pasado en tortura resplandecía. Ella era la rosa en la espina, sangrienta a cada esquina. Sus ojos cantaban poesía en melancolía. Y se preguntaba, dudosa de su malquerer, los terrores del mundo y por qué nadie quería como ella le quería a él. Como ella amaba sus alrededores, intentando cubrir su vacío. Intentaba, pero no lograba, y nunca supo decir el por qué. Estaba en ignorancia de la grandiosidad del dolor, del que sufría ella, y por eso buscaba el amor. Buscaba esconder sus espíritus malignos, buscaba ocultar ese horrendo y odioso monstruo al que ambos perseguían. Todos los años en ilusa ignorancia para descubrir de una vez el horror que ahínca el ayer.

La arrastró consigo, la marea de grandes longitudes. No supo qué hacer, no supo como fingir más. No supo ni cómo se salía ya. En una espiral la sacudió. El monstruo la hizo suya. Ella tenía un vacío, pero el vacío ya era ella. La cubría de un negro triste y moribundo. La perseguía como un halo a cada día. Cada segundo y pensamiento ahí aparecía. No supo cómo afrontarlo y cedió a la miseria. Por una vez, cedió a la gran bestia y dejó que la consumiera, que estuviera dentro suya. El agua salada derribando de sus ojos como nunca antes lo hacía. Estaba atrapada en la cárcel, y no veía salida. Ya no tenía control alguno. Ni de ella ni de sus pensamientos. Recurría a los dolores vanos para recuperar alguna noción distinta, algo más que esa horrible mierda que dentro de ella vivía. Y cada noche tanto era el dolor que ni siquiera dormía, escribía y sollozaba mientras lo hacía. Tanto era el dolor que pensaba incluso dejarlo, parar de escribir y marcharse. Parar. Y ahora está en un pozo del que no sabe escapar.

Tal vez la historia no tenga final, o tal vez ya se haya escrito. Tal vez tu lobo siga ahí como sigue el mío. Intentaré vencerlo, esa es mi promesa. Lo que no puedo prometer es volver a verlo. Volver a ver tu lobo, volver a unir nuestros lobos. Me despido teniendo en mente los dulces recuerdos, a pesar de sentir un nudo mientras los vislumbro. Supongo que esta es mi despedida. Me despido con un comprendo. Lo comprendo. Lo hago.


Versos melancólicos.Where stories live. Discover now