xxi. Alastor Moody

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Había decidido, más por ella, que irían despacio. Luego de la noche anterior creyó haber sobrepasado la situación. Pero Eleanor sólo culpaba a la calentura y al atractivo hombre por ello, aunque la verdad no se arrepentía de nada y él mucho menos.

La joven azabache camino rumbo a donde se encontraría con el grupo de pelirrojos pero antes de poder llegar se topó con su sobrino siendo acompañado del resto. Al parecer, iban en la búsqueda de la azabache al igual que ella.

—¡Ellie! —dijo Harry, acercándose hasta ella—. Creímos que te quedarías con nosotros.

Harry demostraba preocupación en sus facciones y eso la hizo sentir mal. Después del terror que sufrieron con el ataque y el problema de la Marca Tenebrosa, no debía asustarlo de esa forma.

—Regresé a nuestra tienda por las cosas y me quedé dormida. —dijo Eleanor, en voz baja. Notó que los hermanos mayores: Bill, Charlie y Percy no se encontraban entre ellos. Imaginaba que habían usado el método de la Aparición para llegar a La Madriguera—. Iba a buscarte para irnos a ver a Sirius.

Harry asintió.

—Bueno, nosotros nos vamos antes de que Molly comience a colapsar. Nos vemos después. Cuídense. —dijo el señor Weasley, sonriéndoles con la bondad que lo distinguía.

Cada uno se fue despidiendo de los azabaches hasta finalmente quedar solo Eleanor y Harry, viendo a la familia Weasley desaparecer rumbo al páramo donde estaría su traslador.

—¿Listo? —le preguntó Eleanor a su sobrino.

Harry hizo una mueca al saber que usarían La Aparición.

—No tengo opción, ¿verdad?

—Vas aprendiendo, cariño. —respondió Eleanor, guiñándole un ojo.

Y tras tomar a su tía de la mano, ambos Potter desaparecieron del campamento.



La última semana antes de que los chicos partieran a Hogwarts fue pasando muy rápido mientras convivían con los Weasley. La Madriguera era como su segundo hogar y a la familia de pelirrojos no parecía molestarles en absoluto. Disfrutaban la compañía de los azabaches.

Por otro lado, las cosas en el Ministerio de Magia no estaban del todo tranquilas. No paraban de llegar vociferadores que no tardaban nada en estallar, muchos se quejaban de la poca seguridad que hubo en el Mundial de Quidditch. Y las cosas no mejoraron cuando al señor Weasley se le salió decir (poco tiempo después de que la Marca apareció en el bosque) que nadie había resultado herido y negándose a decir algo más. Información que Rita Skeeter (periodista de El Profeta) usó a su conveniencia y agregó mentiras como el de: rumores sobre supuestos cadáveres que dejó el ataque. Todos falsos, por supuesto.

El señor Weasley había pasado la mayor parte de la semana yendo al Ministerio, aún cuando estaba de vacaciones, como un intento para enmendar su error. Cosa que puso muy nerviosa a la señora Weasley, ciertamente no paraba de decir que la última vez que su esposo iba a trabajar cuando no debía era en los tiempos donde estaba Lord Voldemort.

Luego en último lugar, estaba la incógnita de la desaparición de Bertha Jorkins quién aún no encontraban. Pero había un motivo aún mayor que sobrepasaba al Ministerio y eso era El Torneo de los Tres Magos, acto que se llevaría acabo ese año en Hogwarts.

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