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“Una corona pesa demasiado para que se la pueda tomar a la ligera. Debe soportarla quien haya nacido para cumplir un destino semejante; pero escapa a mi compresión que en los tiempos actuales, tan agitados, haya un hombre que afronte voluntariamente tal responsabilidad”.

Príncipe Cristóbal de Grecia

“Mi fuerza es el amor del pueblo” Lema de la Casa Real Griega

INTRODUCCIÓN

UN CRUCERO DE REYES

“Cuando vivíamos en Sudáfrica también estaba refugiado allí un armador griego apellidado Eugénides... en 1954, Eugénides me pidió que visitara uno de sus trasatlánticos y darle mi nombre. Cuando se accede a esto es costumbre regalar a la madrina un gran broche de brillantes. Pero en aquella ocasión tuve una idea y le pregunté si en vez del regalo tradicional, me proporcionaría los medios necesarios para organizar un crucero al que invitaría a todas las familias reales de Europa. Le pareció muy bien. Había varias razones para organizar ese crucero. En primer lugar, Palo y yo deseábamos abrir las puertas de Grecia al turismo... Otra razón es que, desde la I Guerra Mundial, las Familias Reales no habían vuelto a reunirse”. Reina Federica de Grecia

Corría el año 1953. La diminuta esposa del Rey de Grecia había observado atentamente, con cierto aire de soledad y nostalgia, el atardecer ateniense, desde lo alto del monte donde se encuentra la pequeña y humilde casa de Tatoi, sobre las costas de la Hélade que se entremezclan con un paisaje majestuoso de aguas cristalinas y azules infinitos. Todo el entorno, el cielo, la brisa, el ruido de las olas, ofrece una paz que hace imposible creer que sobre su escarpado y polvoriento suelo, cuna de la sabiduría, de Helena de Troya, de los dioses y las batallas más grandiosas, también se gestó en el último siglo una especie de maldición sobre una familia, extranjera, que pretendió gobernarla. Luego de una reflexión junto al hogar de palacio, repleta de nostálgicos recuerdos, la reina alemana de Grecia, Federica, recuerda los relatos de sus padres y abuelos sobre aquella gran celebración de 1913, cuarenta años atrás, en la Alemania Imperial, en la antesala de la Primera Guerra Mundial, con motivo de la boda de sus padres, la princesa prusiana Victoria Luisa y el hannoveriano Ernesto Augusto de Cumberland, mitad inglés, mitad alemán, despojado de sus dominios. Desde aquel año, los regentes europeos habían tenido poquísimas ocasiones de reunirse como la familia que son, sin condecoraciones, sin guardia, sin formalismos de Estado… Ese año, 1953, el anciano Ernesto Augusto, el “rey sin corona” de Hannover, como lo llamaban los sajones del Sur, había cerrado los ojos para

siempre. Su muerte fue un tremendo golpe para su hija Federica, y recordó que no fue el único miembro de su familia que se había alejado de ella. De pronto, una ardiente nostalgia por sus parientes gobernó los sentimientos de la Reina de los Helenos. Recordó que de los hermanos de su madre sólo vivía Oscar, muy lejos, en la ciudad alemana de Westerbrak. El fatídico tío Federico había muerto en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial; Adalberto en 1948, Guillermo Augusto murió en un campo de concentración luego de ser juzgado, en 1949, y el despreciado príncipe heredero prusiano, Guillermo, en 1951. Todos ellos, como hermanos de Victoria Luisa, eran hijos del último Emperador de Alemania, Guillermo II, y por lo tanto tíos carnales de Federica de Grecia. Recordó también a sus familiares de Hannover, que la llamaban “Rikchen” y vivían en fríos castillos medievales en Alemania. Y a todos los demás parientes ingleses, españoles, franceses, italianos, holandeses, daneses, a quienes no veía más o menos desde que la invitaron a un casamiento en Londres. A muchos de ellos la Reina Federica sólo llegó a conocer superficialmente; a otros ni siquiera los había visto en décadas, y sin embargo, todos pertenecían a una gran familia. Casi siempre en un funeral o un casamiento, se estrechaban las manos y hablaban del clima, para luego regresar cada uno a su reino, hasta la siguiente vez que el protocolo real les permitiera reencontrarse en alguna boda o algún funeral en un reino distinto. Eso no sirve de nada, pensó Federica. Tíos y tías, primos y primas,

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⏰ Última actualización: Jan 06, 2011 ⏰

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