xviii. El caos Weasley

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Ron Weasley, el sexto hijo del matrimonio, era un chico muy alto y sumamente pecoso, tenía la edad de Harry, y eran mejores amigos. Él era el que lanzaba a los pequeños invasores contra sus dos hermanos mayores, Fred y George, los gemelos más divertidos que Eleanor había conocido en su vida. Pero aquello no era lo que les había sorprendido, no, en absoluto. Si no que Ron tenía una cosa roja y delgada de treinta centímetros de largo que le salía de la boca. Tras un instante de perplejidad, los Potter comprendieron que aquella cosa era la lengua del pelirrojo... y con una mano agarraba a los gnomos desde donde estaba, al mismo tiempo que trataba de arrancársela con la otra libre. Gritaba y farfullaba cosas que Eleanor comprendía como: ¡Me las pagarán! ¡Idiotas!

–¡Ron! –chilló Arthur Weasley, su padre. Estaba desesperado e intentaba apuntar su varita hacia él mientras los gemelos se escondían detrás suya–. ¡Cálmate! ¡Lo puedo arreglar!

Fred y George reían a carcajadas sin importarles que su hermano menor aún intentara golpearlos.

Entonces allí entendieron de quién había sido la causa de que el pelirrojo menor estuviera en aquel desastre. Eleanor y Harry caminaron más rápido aproximándose al problema.

El chico al notar que los Potter habían llegado y lo miraban entre preocupados y escondiendo una sonrisa por lo ridículo que se veía, chilló más fuerte y comenzó a lanzar cualquier cosa que se le atravesara en el camino. Al no ver bien sus pies por la enorme lengua, terminó tropezando y cayendo encima de suya.

–¡Por Merlín! ¡¿Ustedes hicieron esto?! –chilló Eleanor, mirando a los gemelos.

–No fue nuestra culpa... –comenzó George, intentando no reír.

–... Le dijimos que no lo comiera... –le siguió Fred, sin dejar de mirar a su hermano que ahora, estaba siendo ayudado a reincorporarse con ayuda de su padre y Harry. 

–... Y al no hacernos caso...

–... Terminó con la lengua así.

Eleanor sentía pena por el menor pero también no podía mentirse diciendo que no le resultó entretenido. Una sonrisa amenazaba con salir de sus labios pero la ocultó al ver a la rechoncha señora Weasley salir de la cocina con ambas manos en el rostro y un color rojo apoderándose de su rostro. Estaba muy enojada y preocupada, pero era más su enojo al ver a sus dos traviesos hijos, ahora, escondiéndose tras la azabache.

–Oh... ¡Eleanor, querida! –dijo Molly Weasley, en un tono maternal cuando llegó hasta ella. La abrazó con fuerza y al separarse tomó su rostro entre sus manos–. ¿Estás bien? ¿Te alimentas bien?

Eleanor no tuvo tiempo de responder cuando vio a Harry y también lo lleno de besos.

Los gemelos parecían más aliviados al pensar que su madre quizá olvidaría todo pero eso no duro mucho. Ron acaba de recuperarse de aquel extraño hechizo que incrementó su lengua, y se dirigió hasta sus hermanos, rojo y chilló:

–¡¿Por qué no me detuvieron?! ¡Me vieron comer ese caramelo y callaron!

–Se llama caramelo longuilinguo. –explicó Fred, muy contento–. Lo acabamos de inventar George y yo, no es nuestra culpa que seas un barril sin fondo y lo comieras.

–Gracias a eso ahora sabemos que funcionan. –agregó George, saliendo de su escondite detrás de Eleanor.

–¡No me importa! ¡Pudieron matarme!

Fred rodó los ojos aburrido.

–Eres tan dramático...

–¡Fred; George! –chilló Molly Weasley, furiosa–. ¡No ha tenido ninguna gracia! ¡Pudieron haber lastimado a su hermano! ¡Ese tipo de comportamiento es inaceptable a su edad! ¡Todo eso de Sortilegios Weasley es una completa locura...!

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