Capítulo 6. Rosas

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- ¿Se ven bien desde ahí?- Le preguntó Morgan desde la puerta.

Emily se volvió hacia él, esbozando una sonrisa.

Aquellos minutos a solas, le habían servido para reflexionar sobre cómo había cambiado su vida en apenas unos días. Cuando había entrado en el desván, se había sorprendido de los cambios que Morgan había hecho en él. No. No había estado arreglando la caldera. Había estado recuperando el desván. Había pintado las paredes de un blanco perla, que le daba la luminosidad que nunca había tenido. El marco de la ventana olía a barniz reciente, y lucía inmaculado, como si fuera nuevo. Los suelos, ya no tenían aquella capa de polvo que lo cubría el primer día que había estado allí con Morgan. Todo estaba limpio y ordenado, pero no de un modo frío e impersonal, sino cálido y agradable. Era el desván que recordaba, pero al mismo tiempo, diferente.

Como las rosas.

Dejó el libro a un lado.

- Parece que anoche estuviste trabajando mucho... Ahora resulta incluso más acogedor que...

Se interrumpió antes de terminar la frase. Las palabras "de niña", habrían desvelado de forma casual, la verdad que ella había decidido confesarle mientras lo esperaba. No estaba segura aún de que se sintiera cómoda con la idea de que él hubiera leído sus pensamientos más íntimos. Incluso tratándose de pensamientos infantiles, seguían formando parte de los cimientos de la mujer que ahora era. Aquellos diarios, en un perfilador como Morgan, suponían un nivel de exposición mucho mayor que si hubieran caído en manos de otras personas. Que él descubriera la identidad de su autora, significaba lo mismo que descubrir enteramente sus miedos, sus deseos y en definitiva, su alma.

Porque los cimientos del alma no cambiaban, sólo modificaban su apariencia a medida que la madurez entraba en juego.

La variabilidad dentro de la permanencia. Como las rosas. Como el desván. Y como ella misma.

La niña que un día había dejado encerrada en aquellos diarios, seguía viva dentro de ella, y aún necesitaba consuelo.

Comprendió entonces, que sólo una persona podía darle el consuelo que necesitaba, para que la persona adulta que ahora era, pudiera dejar atrás aquella sensación de soledad y abandono que siempre la acompañaba, y que la había convertido en la mejor constructora de muros. Al fin y al cabo. ¿No habían sido aquellos muros del desván nada más que la expresión física de los que ella misma había levantado a su alrededor?

¿Qué había sido aquel lugar realmente? ¿Un refugio? Siempre lo había creído así. Ahora se preguntaba si en algún punto, el refugio se había convertido en prisión.

Sus ojos se encontraron con Morgan. Ni siquiera se había dado cuenta de que se había acercado y se había colocado de cuclillas frente a ella.

- Tengo que contarte algo...- Susurró. Las palabras habían salido de su boca de forma natural. Esperaba alguna muestra de curiosidad por su parte, pero simplemente estaba allí, observándola con expresión serena- Sobre la casa...- Añadió, recuperando repentinamente el nerviosismo que creía tener controlado.

Él asintió, en un gesto extrañamente relajado. No había rastro de intriga en él, y aquello la hizo dudar.

- Derek...- Balbuceó tratando de comprender la razón por la que él la estaba mirando de aquel modo casi protector.

Y en el fondo, reconocía esa mirada. En el fondo, intuía que tal vez, lo que ella había creído que era un enigma para él, había sido desvelado en algún momento.

Morgan leyó el temor en sus ojos, antes de que ella misma fuera consciente de él, y sintió la necesidad de calmar sus inseguridades y sus miedos.

CIMIENTOSWhere stories live. Discover now