Capítulo 2

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Sus palabras retumbaban en mis oídos. El soldado del invierno. Vaya, y yo era quién hacía películas. Creo que mi acompañante estaba un poco zafado.

—¿No tienes un nombre más común? No sé, ¿Leonardo? ¿Jack? ¿James? Eso de El soldado del invierno parece sacado de una película o de un videojuego. —El extraño me miró como si yo fuera la loca. Pero no dijo nada.

Seguí limpiando su herida. Cuando terminé no sabía qué más hacer. Suponía que debía cerrársela o algo pero el sólo hecho de pensar en atravesarle una aguja por la piel hacía que me pusiera mal. Él debió de haber captado mi reacción porque se volvió a sentar, acercó su mano al botiquín que estaba sobre mis piernas y sacó una venda que luego puso sobre mis manos.

—Ponme esto y ya, la herida cerrará sola.

¡Sí! ¡Él definitivamente estaba zafado! Era una lástima, un hombre tan endemoniadamente hermoso y loco de remate. Es que yo no salía de una para meterme en otra.

—No puedo simplemente ponerte una venda y ya, ¡si no cauterizo la herida te puedes desangrar!

—No te lo puedo explicar en este momento, pero créeme, no me voy a desangrar. Sólo ayúdame a vendarme. —El soldado me quitó la venda de las manos y comenzó a abrirla, luego intentó ponérsela él mismo, pero cuando quiso utilizar su brazo derecho gruñó de dolor.

—Ashh, ¡dame acá! —Le dije tomando la venda — Yo te la pongo.

Me acerqué más a él y terminé de colocarle la venda. Su cercanía alteraba mi tranquilidad. Tan pronto terminé me levanté de la cama.

—¿Mejor? —Le pregunté mientras me alejaba considerablemente de él.

—Gracias.

Bueno, al menos ya no sangraba. Lo observé por un rato. Cada músculo de su cuerpo estaba muy bien marcado y definido. Había algo a su alrededor que me gritaba que huyera de él, pero yo siempre solía hacer lo contrario. Me intrigaba. Y mucho. Haría lo que me había pedido, lo ayudaría a desaparecer y luego, todo sería cuestión del pasado.

—Creo que lo mejor es que duermas, te ves como si no hubieras dormido en años. —Le dije.

—En mi vida a veces dormir, puede significar no despertar de nuevo.  —Me estremecí. Parecía que alguien le había hecho mucho daño a este hombre. Comenzaba a sentir un poco de lástima por él.

—Pues, no sé cómo haya sido tu vida, pero aquí te puedo asegurar que estás a salvo, nadie sabe que estás aquí, así que duerme. Mañana yo me encargo de… hacerte desaparecer, como me pediste.

El soldado cerró sus ojos y al poco tiempo su respiración se volvió suave y acompasada. Yo no sabía qué hacer, ¿ahora dónde dormía yo? Ni loca me metía a la cama con ese hombre. Aún me daba miedo.  Qué buena metida de pata pero ni modo, a lo hecho pecho. Busqué entre mi ropa chaquetas y cosas así, las tiré al piso y me acosté, igual sabía que no podría dormir mucho.

Apenas amaneció yo no había dormido nada. No podía dejar de preguntarme quién era este extraño que dormía en mi cama. Se veía tan tranquilo que no quise despertarlo. Busqué un cambio de ropa y fui al baño, me daría una ducha y estaría como nueva. Así podía aprovechar y pensar en cómo sacar al soldado de aquí.

Sabía que a las 8 am todo el equipo saldría al set que habíamos utilizado ayer, estaba a unos metros de donde acampábamos. Esa podía ser mi oportunidad, le diría a George que se quedara conmigo, que le dijera a los demás que luego los alcanzábamos y él me ayudaría en todo. Era un buen plan. Excepto, que no tenía idea de cómo sacarlo del país, solo de la selva. Ok Katherina, piensa.

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