Capítulo 2: Pereza

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-¡Es un perdedor, seboso y maloliente! –exclamé riendo ante lo absurdo de su alegato.

-Déjame terminar, que estoy inspirado –señaló él, con aquel gesto ridículo del abogado que sale a la defensa de su cliente a sabiendas de que es culpable de todos los cargos que se le imputan –Este tipo, busca abrirse paso en el difícil y competitivo mundo de los youtubers, sin caer en el bajo recurso del spam, ni de los bots; por tanto, merece respeto. ¡Es un emprendedor!

Belfegor se había plantado cara de político o algo así, porque sin saber cómo ni cuándo, hizo espacio en el basural de la mesa de centro, haciendo uso de ella como si se tratase de alguna especie de tarima o podio, terminando su arenga como si emplease su último "as" antes de las elecciones presidenciales. Pese al gran alboroto de mi amigo y lo emotivo de sus palabras, el emprendedor que defendió con tanta algarabía ni siquiera escuchó lo que dijo. Naturalmente que no, él no podía vernos, mucho menos advertir nuestra presencia; seguía moviendo controles y apretando complicadas combinaciones en los botones para mover a un personaje virtual y darle vida en la gigantesca pantalla, perdiendo de paso la ocasión de hacer movimientos igual de necesarios en su propia vida. 

Entidades, demonios, como quieran llamarnos. Al fin y al cabo somos energía. No todos son capaces de notarnos, pero siempre caen bajo nuestros influjos. En este caso, la pereza de Belfegor.

-Ok, ya entendí –dije levantando las manos para darle una oportunidad después de aquel épico intento de convencimiento –Ahora, ¿cómo se llama esta emprendedora alma que merece respeto?

-Anacondaciega3876.

-¿Qué? –no podía ser más ridículo. La risa brotó de mis labios como si de una vertiente se tratara. -¿Me estás...

-Es su perfil de usuario en Youtube –explicó como si fuese obvio.

-Suficiente –me levanté del sofá aún con la risa en los labios, y caminé hacia la salida, decidido a largarme antes que la estupidez de esos dos se me pegara. Belfegor me miró incrédulo.

-¿Te vas?; pero si todavía no termina la misión para alcanzar la puntuación máxima –se lamentó angustiado.

-Olvídalo. Tú y el patético emprendedor de allá, pueden romper las puntuaciones que quieran –dije aprovechando la ocasión de apuntar al nuevo neófito de su clan de perezosos. Él solo le dedicó una corta mirada a quién de hecho, ni siquiera se dio por enterado de que fue el tema central en nuestro controvertido debate -Yo me largo.  

-¡Tráeme más papas cuando vuelvas! –alcanzó a gritar antes de que saliera de aquel desastroso agujero. Solo me voltee y puse los ojos en blanco. Para qué molestarme siquiera en contestar. Sé que Belfegor no me entiende del todo, pero al menos, puedo ser yo mismo cuando estoy con él. Y eso significa no tener que ser cuestionado a cada minuto ni estar dando explicaciones por todo.

Quería tomar aire, estirar las piernas, y caminar siempre me reconforta.

Afuera, la ciudad se movía vertiginosa a mi alrededor, ignorando por completo las bajas temperaturas que a estas alturas del año tenían a media ciudad congelada y cubierta de nieve. Me moví por inercia, sin destino, simplemente avanzando por las calles mientras me hacía espacio entre la gente, como si realmente lo necesitara, como si en cualquier descuido pudiese tropezar con alguien, como si un solo paso enfrente no bastara para que me atravesaran del todo, como si no fuese más que un fantasma merodeando a las afueras de los edificios. Pero no, no era un fantasma. Así que inhalé profundo y seguí mi camino, fingiendo como de costumbre que todo estaba bien, aguardando la luz verde para cruzar en la esquina, igual que el resto, subiéndome la cremallera del abrigo para protegerme de aquel frío calador, como si en realidad lo sintiera, y asumiendo, aunque la conciencia me gritara con furia lo contrario, que el resto también podía verme.

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⏰ Última actualización: May 21, 2015 ⏰

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