Capítulo noventa y dos

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Oí a Guste gruñir de nuevo y me giré hacia él mientras se giraba lentamente, enredándose con las sábanas que se pegaban en su delicioso cuerpo como si fuera una pintura barroca.

Abrió los ojos lentamente, parpadeando con pesar repetidas veces antes de darse cuenta de que no estaba solo, lo que provocó que un ronco quejido saliera de entre sus labios antes de volver a esconder su precioso rostro contra la almohada.

—Buenos días —susurré, aunque él no parecía tener un buen despertar.

Gruñó en respuesta y se quedó en la misma postura varios segundos hasta decidirse a observarme con el ceño fruncido.

—Serían buenos si no hubiera tanta luz —me dijo, evidentemente molesto.

Sonreí a la vez que me incorporaba, tapándome con la sábana, como si de pronto y tras aquella noche me quedara algún resquicio de pudor.

Abrí mi armario ante la atenta mirada de Guste y saqué uno de mis camisones cortos para deslizarlo sobre mi cabeza a la vez que soltaba la sábana, dándole una perfecta visión de mi espalda desnuda al hombre en mi cama, a quien oí deslizarse sobre el colchón hasta que lo sentí detrás de mí.

Colocó sus manos en mi cintura y, en un rápido movimiento, apartó mi cabello alborotado para besar mi cuello con ternura. Ya no parecía tan molesto.

Sonreí, viendo cómo Narciso entraba de nuevo en mi habitación con el cabello mojado y con una de mis toallas envuelta en su cadera, exhibiendo su marcada musculatura por la que recorrían varias gotas de agua que se perdían de mi vista al adentrarse en lo que su toalla escondía.

Guste se apartó ligeramente de mí, apoyando su barbilla en mi cabeza y Narciso clavó su mirada en él, sin mostrar ni una sola emoción. Las manos del hombre que me sujetaba se apretaron contra mi cintura mientras que el que había sido mi jefe le observaba, para nada mostrando la lujuria y pasión que había demostrado la noche anterior.

—Auguste —saludó mi ex jefe, levantando ligeramente la barbilla.

—Nar —respondió el otro.

Coloqué las manos sobre las de Guste y las aparté de mi cintura para poder darme la vuelta hacia él.

Su ceño había vuelto a fruncirse y, desde luego, parecía haber olvidado todo lo que había ocurrido pocas horas atrás, aunque no podía culparle por ello.

—Voy a tomar el aire —murmuró Guste, dándome un beso en la mejilla antes de agacharse junto a la cama para alcanzar sus bóxers, la única vestimenta con la que entró en mi habitación.

Narciso le siguió con la mirada hasta que el gemelo Dumont abrió la puerta corredera para salir al balcón, revolviéndose el cabello con los dedos, mostrando su repentina frustración.

—Creo que tu novio tiene remordimientos de conciencia —dijo mi ex jefe con obviedad.

Asentí con la cabeza, algo contrariada. Lo último que quería era que Guste se sintiera incómodo, tras lo que le había hecho pasar.

Vi al gemelo apoyarse en la barandilla, observando a Lady S de reojo, la cual daba brincos de la emoción, pues probablemente no había visto a nadie desde la mañana anterior.

—¿Te arrepientes? —preguntó Narciso de pronto, como si le importara.

—Yo no —me apresuré a responder, dirigiendo mi mirada hacia él.

Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro llena de satisfacción, a la vez que sujetaba la toalla contra su cuerpo mojado, tentándome con la mirada a observarle.

Querido jefe NarcisoWhere stories live. Discover now