PARTE IV

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La temperatura en la habitación pasó de fría a candente en dos respiraciones. No se podía decir con facilidad dónde comenzaba uno y terminaba el otro. Ellos compartían la misma pasión al jalarse más cerca, más fuerte. El mismo motor de movimiento entre exclamaciones inconexas, monosilábicas, con el único fin de más; y Sasha sabía que más era sinónimo de sexo, del tipo primitivo y sin sentido que satisface el cuerpo y el alma.

Quién dio el primer paso para iniciar el beso era difícil de decir. Más cuando se estaban aferrando a los cabellos del otro, a las ropas entre tirones, apartándolas porque se sentían como una blasfemia. Ambos querían tocar, deseaban sentir piel bajo sus dedos.

Nathan se las arregló rápidamente para tener a Sasha tendido de espaldas en su escritorio, las cosas esparcidas por doquier, la vista más hermosa que había contemplado jamás. Un sueño hecho realidad, un Sasha con los ojos vidriosos, jadeante. Completamente entregado a su merced. Le recorrió los costados, para aferrarse a sus caderas y cernirse sobre él, cubriéndolo con calor y todas sus intenciones.

Sasha gimió fuertemente cuando Nathan besó la línea de su mandíbula, sus dientes gentiles, el toque apenas ahí.

-Hueles tan bien, siempre hueles tan bien -dijo con voz borracha. Olisqueó sobre su mejilla como un vicioso.

Era una cara tan increíble de su jefe que Sasha no habría apostado jamás, ni en sus sueños más locos y sucios a que existía.

-Señor Ambrose...

Nathan se apartó para mirarlo a los ojos.

Sasha se sonrojó bajo la mirada intensa y hambrienta.

-No soy tu jefe -Nathan aclaró recorriéndole el rostro con la mirada, cada detalle más bonito e interesante que el anterior. -Soy Nathan, solo Nathan, ¿de acuerdo?

Sasha tragó sus nervios.

Jodido cristo, esto iba en serio.

-Sí. -La aceptación final de su destino.

Con un gesto lascivo, Nathan volvió a su tarea de desnudar a su asistente. Tenía tantas expectativas acerca de lo que iba a revelar. Primero fue su camisa, la piel pálida del pecho de Sasha le recibió impoluta, con los pezones de un rosa pálido. Le dejó un beso en el centro del pecho donde su corazón martilleaba emocionado. Y cayó de rodillas, para revelar el plato principal.

Le gustaba que Sasha lo dejara hacer.

Le permitía tomarse su tiempo.

Abrió el botón de los pantalones claros del chico y bajó la cremallera. Sasha gimió y cuando tiró de la prenda, se congeló...

Sasha quiso morir, pues recordó tardíamente que sus interiores estaban nada más y nada menos que decorados con estampado de leopardo.

Nate levantó una ceja en su dirección.

-Me hubiese esperado cualquier cosa, menos esto. -Para acompañar su expresión de sorpresa, su rostro se dividió con una brillante sonrisa sensual. Y luego, él estaba dejando besos en la prenda.

Sasha se arqueó en el escritorio. Un profundo gemido dejando sus labios. Sus piernas en el aire. Nathan olisqueó la prenda, moldeó el protuberante bulto con su boca.

-¿Cómo es posible que tu olor sea tan intenso aquí? -cuestionó con voz dos octavas más ronca. Bajó la prenda solo un poco, lo suficiente para permitirle a sus labios seguir la línea delgada de vello suave y delgado.

La risa del delicado chico interrumpió su embelesamiento.

-Lo siento -Se disculpó. -cosquillas.

Bajo el muérdagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora