Pero para Nathan fue un golpe directo al corazón.

La hermosura detrás de esa sonrisa, y la luz que le brindó a la habitación y su acto.

Fue tan íntimo, tan tranquilo y espontaneo.

Poniéndose de pie, alcanzó su boca y lo besó. Lo besó, lo besó fuertemente con el ansia quemando y sus emociones pujando por subírsele por la garganta.

-Inclínate sobre el escritorio -Pidió Nate sin aliento, apenas siendo capaz de separarse. Pero él tenía que, porque la noche se extendía larga y eterna para ellos, solo la luna siendo testigo de su pasión.

Sasha le dio un mordisco a su labio y obedeció. No era su fuerte comúnmente, mas ahora estaba motivado. Extendió su torso sobre la madera fría. Recostó su rostro de lado, de modo que pudiese ver a Nathan comerle el trasero redondo con la mirada. Pero cuando las manos grandes cubrieron sus mejillas, sus ojos quedaron a medio abrir. Entre el presente y la fascinación.

La experiencia de estar con aquel hombre con el cual llevaba soñando estaba resultando ser aún más sensual de lo que sus pensamientos pudieron llegar a crear.

Era como escuchar una canción espectacular en un vinilo. Con el hormigueo y las vibraciones bajas.

Sasha sentía todo su cuerpo con ondas melódicas viajando, reuniéndose allí donde Nathan dejaba besos en su espalda desnuda. Allí donde sus manos estaban siendo atadas con la corbata desechada de su jefe. Era un nudo gentil, pero que volvió sus piernas débiles de anticipación. Y si eso no fue sorpresa suficiente, todo culminó cuando Nathan se sentó en su gran silla y se inclinó hacia adelante, viéndose como un rey a punto de tomar su festín.

Tomó las pálidas mejillas con ambas manos y las separó, Sasha se quedó muy quieto, su agujero expuesto, contrayéndose con el más leve soplo de viento. Entonces Nathan lo lamió.

Fue como recibir un golpe eléctrico. Gimió y sus manos tiraron el nudo de la corbata.

-Cariño, ¿para qué crees que es la sujeción? -Nathan dijo pagado de si mismo. Con cada lamida, Sasha se retorció. Él gimoteó y se restregó contra la mesa. Pero Nate no le dio tregua, él lo comió como un hombre merecedor de tal premio.

Los ruidos mojados y la estimulación sensorial le dieron al platinado chico el último escalón en su espiral de placer.

Nathan alcanzó lubricante del cajón de su escritorio y vertió una cantidad generosa en sus dedos para empezar a prepararlo.

A pesar del juego previo, la primera intromisión no fue agradable para nada.

Las cejas del chico se juntaron hasta convertirse en una sola.

Nate besó la espalda de Sasha, besos lánguidos y amorosos, ayudándolo a sobrellevar lo malo. Y cuando el chico estuvo listo para expresar en voz en grito su placer, él sabía que empezaba lo bueno.

-Eso suena bien, muy bien -Le indicó apartándose. Y fue su turno de alistarse, sus manos fueron hasta su camisa, cambiando de opinión en el último segundo. Se quedó tal cual estaba, con aquel traje de trabajo, solo abriendo su bragueta y liberándose.

Quería cumplir una fantasía y aquel era el momento perfecto.

Él estaba listo, su miembro erguido, con la punta brillante de gotas de pre seminal. Dos caricias arriba y abajo y Nate estaba alineándose para entrar en Sasha.

El chico tenía sus ojos cerrados, aquel pequeño respiro mientras escuchaba el susurro de las ropas, interrumpido al ser penetrado poco a poco, hasta llegar a fondo.

-Oh mi...

Sasha estaba lleno, pleno y completo. Él no sabía cuánto necesitaba de aquello, de Nate, hasta que lo tuvo en él. Si su placer era intenso, solo llegó a tope cuando comenzó a moverse, lo que no era un movimiento brusco o impulsivo, por el vaivén medido; Sasha supo que su jefe estaba tan al borde como él.

El roce del pantalón en contra de la sensible piel de su trasero, le hacía sentir mariposas en el estómago. Había pensado en más de una ocasión, lo que sería que Nathan Ambrose lo tendiera sobre el escritorio de la manera en que estaba y le tomara sin miramientos. Y ahora, Sasha sonrió cuando comenzó el descenso de un poderoso orgasmo. Él no podía contenerlo.

-Sasha, joder -Nate le habló al odio, abrazándolo, solo sus caderas corcoveando con espasmos desiguales. -Eres tan..., voy a...

Él apenas podía vocalizar.

-Nate, Nate... -Las manos de Sasha fueron cubiertas con las manos de Nathan y apurando sus embestidas, él culminó en el momento exacto que Sasha se derritió como masilla ensuciando la madera debajo de él.

Las respiraciones erráticas quedaron pendiendo de un hilo.

Y luego, ellos estaban riendo.

-Eso fue... -Sasha se removió.

-Corto. -Nate brindó buscando su mejilla y besándolo. -Voy a compensarte, lo prometo. Eres tan lindo que uno no puede contenerse. -Él fue sincero, así como su tono. Y Sasha le creyó a pies juntos. Porque de inmediato comenzó con nuevas caricias, nuevos besos y la magia que se tejió en aquella burbuja no se disipó.

Ellos se desvelaron toda la noche descubriendo sus cuerpos y su corazón.

Fue la mejor noche de insomnio en la vida de ambos.

Bajo el muérdagoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora