𝐡𝐚𝐫𝐫𝐲 𝐚𝐧𝐝 𝐥𝐢𝐯 ; 𝐡𝐬

cuando Harry se sinceró.

Aquel collar ahora era, en realidad, un brazalete que decoraba la muñeca de Harry, un simple objeto que le recordaba lo terriblemente orgulloso que él era al ser incapaz de afrontar la tragedia de hace unas noches.

Dicen que perder a un mejor amigo, es lo mismo que perder un pedazo de tu alma. Y Harry nunca había experienciado ese dolor hasta ahora; se sentía vacío de cierta forma. Pensaba que al no verla después de tantos años, el dolor sería casi nulo, pero Harry también tenía cierta aflicción por torturarse a sí mismo, reviviendo recuerdos aislados en su memoria.

Se encontraba detenido en la fila del mercado, era tarde ya, pero sorpresivamente había bastante gente aglomerada en el interior. Estaba tan distraído que apenas logró percatarse cuando alguien se colocó frente a él, robando descaradamente su puesto en la fila. Harry no era de refutar cuando algo no le parecía, Liv siempre hacía eso por él, y es que tenía grandes problemas cuando se trataba de decir que "no", o como ahora, reclamar cuando alguien le quitaba el puesto.

Estando callado, y observando los artículos que llenaba su carro, fue cuando la anciana frente a él se giró a darle una sonrisa plana, para luego mirar hacia sus manos. Harry escuchó un suspiro pasmado salir de su boca. Lo ignoró, pensando que no debía meterse en asuntos ajenos, pero saltó del susto cuando la dueña del suspiro ahora se aferraba a la muñeca donde yacía el brazalete.

—Eres tú—dijo la mujer. Se trataba de una señora con varios años de edad encima, le faltaban unos cuantos dientes, y el pelo blanquecino que cubría su cabeza dejaba ver algunas partes de su cuero cabelludo. La mujer, con su mano temblorosa, recorría suavemente con sus dedos las minúsculas esferas del brazalete, dejando en evidencia su sorpresa—. Eres el hijo de Anne.

Harry tragó con fuerza, para luego plasmar una sonrisa amable (y ciertamente incómoda) en su rostro.

—No, soy Harry—dijo, cuestionándose inmediatamente por la absurda respuesta que acababa de salir de sus labios—. Quiero decir... no, me está confundiendo.

— ¿Harry es tu nombre, querido?—preguntó la anciana con la voz igual de temblorosa que sus manos—. Solías llamarte William, tu madre te llamó William.

A Harry siempre le tocaba encontrarse con ancianas que lo confundían, una vez, una de ellas casi se le trepa encima asegurando que él era su amor de adolescencia. Claro que tampoco reclamó al respecto, porque no se atrevía, así que fue el nieto de la señora quien lo ayudó a salir de ese improvisado encuentro.

—Lo siento, pero yo... no conozco a mi madre—dijo Harry, llevando sus manos al carrito para avanzar.

—Lo sé, querido, lo sé. Ella falleció meses después de que tú naciste, yo era su vecina, yo era quien la acompañaba a sus citas con el médico para saber de ti—la señora sonrió con dulzura—, yo estaba ahí cuando hizo este collar para ti.

Harry se volvió a mirarla, sus brillantes ojos verdes no tardaron en humedecerse a tal punto que las lágrimas corrieron de forma inmediata. Sin embargo, su testarudez lo llevó a barrer las lágrimas con sus manos y comenzar a negar con la cabeza.