Parte V: BAJO ENGAÑO - CAPÍTULO 66

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—Paulo, no... —meneó la cabeza Calpar.

—Al menos me debes eso, después de haberme arrastrado en esta locura —insistió el mercader.

—Lo siento —bajó la cabeza Calpar—. Todavía no entiendo... aun ebrio... ¿cómo pude ser tan necio como para provocar a soldados de Agrimar?

—Bueno... la verdad es que no fuiste tú el que empezó el asunto. Fueron ellos los que se acercaron a nuestra mesa. Querían requisar una carta que tenías en tu posesión, una que te había entregado Gregorio. Ya sabes, Gregorio es un hombre moderadamente confiable, pero si se trata de resguardar su cuello, venderá hasta a su propia madre.

—¿Qué pasó después?

—Tú dudaste un momento, pero luego les diste la carta sin protestar. A los soldados les llamó la atención que la entregaras tan fácilmente, pero luego comprendieron por qué: estaba en un idioma desconocido para ellos y no podían leerla. Te pidieron que la tradujeras y te negaste. Te amenazaron, pero no te amedrentaste. Les dijiste que, si ellos eran torpes e ignorantes, no era tu culpa. Les sugeriste que la carrera militar debería incluir el estudio de lenguas extranjeras, si es que el cerebro de un soldado daba para eso.

Calpar gruñó por lo bajo. Estando ebrio, era posible que hubiera hecho esas observaciones provocativas.

—Traté de intervenir, de apaciguar la ira de los soldados, pero...

—Gracias, Paulo —dijo Calpar—, fue muy noble tratar de salvarme de mi propia estupidez, aunque imprudente.

—Más que imprudente, fue idiota —se lamentó Paulo—. Creo que aun sin los insultos de tu parte, hubiésemos terminado igual en esta celda —suspiró con resignación—. Esa carta parecía ser muy importante para ellos. Tal vez el servicio secreto de Rinaldo te venía siguiendo desde antes, porque parecían saber cosas de ti.

—¿Cosas como qué? —se interesó Calpar.

—Como que habías enviado un mensaje antes de llegar a Sansovino, un mensaje para alguien que partió hacia el archipiélago en el último viaje de Harris.

Calpar tragó saliva y no dijo nada. Si el servicio secreto de Agrimar conocía esa información, solo había una persona que capaz de proporcionársela: Felisa. Su examante lo había traicionado.

—¿De qué se trata todo esto, Myr? ¿Quién eres en verdad y en qué estás metido? —inquirió el mercader.

—Lo mejor para ti es que no sepas eso —le respondió Calpar fríamente.

—Sí, tienes razón —admitió Paulo—. Si en verdad eres un espía, es mejor que yo sepa lo menos posible.

—No soy un espía —aseguró Calpar.

—Lo que digas —se encogió de hombros Paulo.

Hubo un largo silencio.

—Tal vez es lo justo, todo se paga en la vida —murmuró Paulo, apesadumbrado.

—¿De qué hablas? —preguntó Calpar.

—No soy tan inocente como parezco, Myr —declaró el otro.

Antes de que el mercader pudiera explayarse, se escucharon pesados pasos que se acercaban y el roce metálico de armaduras. Cuatro soldados fuertemente armados aparecieron en la puerta de la celda. Abrieron la reja, y uno de ellos, que parecía de más alto rango que los otros, entró y paseó la mirada por los dos prisioneros:

—Este —indicó con una mano al mercader.

Dos de los soldados entraron y tomaron a Paulo por las axilas, obligándolo a ponerse de pie. El tercero separó la cadena larga que unía al prisionero al piso de los grilletes en sus muñecas y empujaron al cautivo hacia la puerta para llevárselo.

—¡No! —se puso de pie Calpar—. Yo soy al que quieren. Él es solo un mercader inocente.

—Está bien, Myr —dijo Paulo con resignación—. Si esta es la forma en que la justicia debe alcanzarme, que así sea.

—¡No! —gritó Calpar, avanzando tres pasos hacia los soldados hasta que la cadena que unía sus manos se tensó.

—¡Silencio! —gritó el soldado a cargo, desenganchando una porra de su costado, golpeando a Calpar en la espalda y dejándolo sin respiración.

El Caballero Negro cayó de bruces.

—No... —volvió a decir Calpar con la voz sibilante, tratando de recuperar el resuello.

Los soldados hicieron caso omiso a los ruegos de Calpar y se llevaron a Paulo, que aceptó su destino en silencio, sin resistirse.

LA REINA DE OBSIDIANA - Libro VIII de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora