Y no volvimos hablar desde hace 6 años. El hecho de que no me hablara a mí no significaba que no estuviera en contacto con mi familia cuando iba a visitar a sus padres. Mamá me hablaba de lo bien que le estaba yendo a él en su carrera, los muchos logros que estaba consiguiendo y del partido que me había perdido por no ser más paciente. La verdad es que sí, lo reconocía, actué impulsivamente y lo arruiné todo. Pero también estuvo mi soberbia que me impidió volver a dejarle un mensaje. Pero eso no significaba que no viera su Facebook o cualquier red social que aún no lo ponía en privado… ya saben, necesitaba saber que estaba vivo.

Así que viendo su perfil me encontré con la publicación de una tal Angie Raiznovic. Decía: “Alex, no sabes cuánto te voy a extrañar. Voy a extrañar nuestras largas sesiones de estudio y de risas. Espero que esta oportunidad te sirva de mucho y logres ser el gran doctor que todos sabemos que serás. Estaré visitándote cualquier rato, así que mantén limpio tu departamento. Te quiero y éxito.”

Y mi dedo automáticamente presionó su nombre para que me llevara a su perfil. Su foto de perfil era una de ella y de Alex abrazados, en su foto de portada estaban los dos con sus batas de doctor. Maldita sea, ella era linda y ambos se veían muy bien juntos. Pero no debería importarme esto, ¿cierto? Porque Alex no la tenía como foto de perfil, sin embargo al seguir viendo las fotos de ella podía darme cuenta que no solo compartían momentos en sus clases sino también en restaurants, discotecas, paseos…

— Señorita Stickson, están listos para recibirla. —me llamó la secretaria. Apreté el botón de “atrás” de mi celular y lo guardé en mi bolso. Me puse de pie y entré a la oficina del director.

Esta vez solo estaba él. En mi entrevista también estuvieron presentes otras 3 personas. Me hicieron preguntas sobre mi curriculum, sobre lo que haría en ciertas situaciones.

— Buenas tardes, señorita. — me saludó el director con una sonrisa. Era un señor de unos 60 años aproximadamente. Ya se estaba quedando calvo y su bigote se movía cada vez que hablaba. Sus ojos se ocultaban detrás de unas gafas redondas y gruesas. Pero parecía el típico abuelo buena onda que te regala cosas cuando vas a visitarlo.

— Buenas tardes.

— Lamento hacerla esperar tanto. —se disculpó el hombre, señalándome un asiento para que me sentara.

— Pues no lo lamente tanto si tiene buenas noticias para mí. — bromeé. Ya les dije, lo veo como a un abuelo buena onda. Él soltó una carcajada y sus arrugas se hicieron más evidentes.

— Sería muy descortés hacerla venir para negarle el puesto de trabajo.

— ¿Entonces…?

— Bienvenida a bordo, señorita Stickson. Va a ser un placer tenerla en nuestra institución. — se puso de pie y estiró la mano. Hice lo mismo rápidamente y agité su mano enérgicamente.

Este era el trabajo que necesitaba, uno serio donde podría poner a prueba los años de estudio. Ya había trabajado antes para poder ahorrar y pagar mi departamento, pero eran empleos como ir a dar clases a niños, o hacer de niñera o incluso de camarera. Solía tener 2 turnos así que llegaba muerta a mi departamento y dormía sobre las sábanas sin ni siquiera ponerme el pijama.

Conseguí un trabajo con buena paga y gané a varias postulantes. Podía irme a casa saltando y abrazando a todo aquel que se pusiera en mi camino. Ahora tendría mi propio grupo de niños a los cuales enseñar.

Saqué mi celular y tecleé un número que ya conocía de memoria.

— ¿Hola? — me respondió la voz masculina desde el otro lado de la línea. Sonaba a que recién se había despertado. Revisé mi reloj y vi que eran las 5 de la tarde.

Cierra los ojos, por favorWhere stories live. Discover now