Epílogo. (Editado)

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—Tal vez sólo sea el color de mi aura expresada en luz lo que le da esa imagen de mí. —Respondió, caminando lento hacia mí.

Su luz iluminaba el lugar, que constaba sólo de un hueco para ver hacia a la tierra, una silla y mucho vacío oscuro.

Su luz siempre había iluminado el lugar en donde yo estaba.

Ella si tiene puede ascender, sólo se habrá detenido aquí por... Por... No lo sé.

No tenía idea como tomarme éste momento, busqué tocar sus brazos con mis manos, al hacerlo sentí más control sobre la situación.

Mis grandes y viejas manos, sobre sus delicados y tersos brazos. Un sueño hecho realidad.

Me miró fijamente con sus ojos chocolates, que se inundaban cada vez más en lágrimas.

—Todo fue tan rápido y yo nunca quise... Y sabes que nunca quise pero luego yo... El tiempo se fue y-y... Y era tarde. —Comenzó a tartamudear.

... Cualquier momento después sería tarde para mí, he pasado la jodida vida planeando como pudo haber sido, pero la realidad es que yo... —Apenas logró decir, sus labios temblaban y sus ojos hablaban por medio del llanto.

—¡No no, amm! —Sin saber que hacer, la envolví en un abrazo hasta que dejara de sollozar. —Alice, a ambos se nos pasó el tiempo, pero el error ha sido mío pues...

—¿Por qué no volviste? Sé que no tengo derecho siquiera de reprocharte pero ¿Por qué no volviste?... —Dijo secando las lágrimas de sus mejillas.

Alice intentó por todos los medios que su rostro no se descompusiera por el dolor y el llanto que empezaban a escaparsele.

—Estoy atrapado, Alice. Soy sólo un espíritu viejo que perdió su cuerpo, no estoy muerto, estoy atrapado aquí.

—Una carta, Kaleb ¡Una jodida carta hubiera hecho que te extrañase menos! —Se apartó de mis brazos.

Se abrazó los hombres y me observó con una mezcla de decepción y enojo. Y la entiendo, yo le fallé profundamente.

Rompí nuestra promesa, jamás debí dejarla así pero hace ya muchos años que logré cargar con mi culpa.

—¿Creés que no quería? Alice, te extrañé, te extraño, no te he visto en demasiado tiempo y eso hace que quiera hacer demasiadas cosas. Quiero amarrarte a esa silla y hacerte el amor, no importa si es el cielo. Quiero darte los besos que le dí a la foto de ti que conservé. Quiero decirte que te amo y que me emputa que quieras reclamarme cuando yo me muero por estar contigo...

El aliento se me fue al decir todo lo que sentía, tomé asiento para descansar pues me sentía agotado de hablar.

—¡Miranos! No teníamos canas, no teníamos arrugas. Has cambiado tanto y no he podido envejecer contigo sólo por dones efímeros y me arrepiento. En serio te amo Alice, pero si me quieres reprochar, yo sólo escucharé. —Añadí con la cabeza baja.

Ya no tenía nada más que sacar, 24 años de sufrimiento salieron de mi boca. Fue como descargar un saco lleno de estiércol que llevaba sobre mi espalda y no me dejaba continuar.

Escuché sus pasos acercarse y me sentí nervioso por saber qué diría ahora, si aún me amaba o al menos me tenía la estima suficiente para regalarme un pequeño abrazo.

Sólo un pequeño abrazo, el abrazo con el que soñé desde hacía mucho y nunca tuve porque, este lugar no tiene clima, no hay lluvia ni sol, solo el inmenso vacío y a pesar de no tener clima, es el lugar más frío que jamás ha existido.

Entras aquí y miras a tu alrededor, nada; No puedes irte ni quedarte, estás aquí observándolo todo y sintiendo nada, en términos mortales, es como estar en un mar, pero sim agua.

—Mírame Kaleb, mírame pequeño roble. —Levantó mi cabeza son su dedo índice, ella se posicionó al frente mío. —He sido yo quien te abandonó primero, pero eso fue en vida, aquí en la muerte quiero dormir el sueño eterno contigo, si te parece... Kaleb, te estoy invitando a ur conmigo al edén.

Mi pecho quería explotar de emoción. Ella me estaba brindando la oportunidad de mi vida, o de mi muerte para éste caso en particular.

Realmente me tomaría de la mano, me llevaría por el camino hasta el lugar donde descansan todos.

Un lugar hermoso, que sólo los humanos que fallecen pueden ver y disfrutar.

Asentí con la cabeza, me haló consigo no sin dejar de mirarme con los ojos rasgados de la sonrisa que cargaba.

En el vacío había un espejo enorme, no se le veía fin ni a un lado ni al otro, sólo estaba ahí, reflectando tranquilamente.

Alice cruzó primero causando ondas en el vidrio como si de agua se tratase y mi brazo igual se sumergió pero me detuve por el miedo a lo desconocido.

¿Puedo entrar? Soy un ángel aún... Y he cometido muchos pecados a lo largo de mi vida.

—Alice, no creo que pueda. Ésto no está bien.

—Lo sé, querido, pero lo haremos de la forma ilegal. —Susurró a mi oído, lo mordió y con todo su peso hizo que mi cuerpo cruzara el cristal.

La luz fue cegadora al principio, ya luego me acostumbré y pude apreciar la maravilla de aquél jardín.

Agua tan clara como ninguna otra y vientos que acariciaban toda la flora del jardín, desde sus árboles hasta sus flores.

Los límites del jardín estaban cubiertos por nubes espesas, haciendo imposible ver al vacío.

Los árboles daba frutos casi al instante, que caían, desaparecían en medio de la hierba y volvían a crecer.

El ciclo denla vida se daba extraordinariamente en el jardín, tal vez era que el jardín no respetaba al tiempo o, tal vez éramos nosotros que no íbamos a su ritmo y realmente el jardín iba junto a los días terrestres.

En el medio del jardín había un estanque, fresco y brillante; Pero ahí no nadaban peces, nadaban almas que se dedicaban a descansar eternamente.

Eran pequeñas luces, corriendo a lo largo del estanque sin orden alguno pero sin chocarse unas con otras.

El agua del edén, guarda el poder de todas las criaturas espirituales, porque yo mismo estuve cuando fue creado a partir de una pequeña roca.

Alice se desnudó frente a mí, dejándome verla una última vez y permitiéndome enamorarme de cada cicatriz, como si nunca antes las hubiera visto.

Yo le correspondí, también me quité mi viejo abrigo, mis pantalones y mis zapatos.

Ella me tomó de la mano otra vez y me atrajo al agua, sumergiéndonos hasta tener el agua en el cuello.

Nos miramos fijamente, en ese momento pude sentir y oír cada sonido del jardín por pequeño que fuese.

—Lo lamento Kaleb, en serio te amaba y aún lo hago.

—¿Por qué te disculpas? Ésto es lo que siempre quise.

La besé lentamente, no recordaba cómo se hacía pero ésta sensación nunca la podría olvidar.

Ella abrazó mi cintura desnuda con sus piernas, yo acerqué su pecho hacia mí, rodeándola con mis brazos por su espalda, se colgó de mi cuello haciéndome desplomarme sobre ella y sumergirnos por completo.

Ninguno de los dos se apartó del beso, hasta cuando pasamos a formar parte del estanque, como dos almas que nunca se dejarían de besar hasta la eternidad.

Fin

Ángel Oscuro| Hijos Del Cielo IOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz