Capítulo 1

866 26 9
                                    

Santiago Luna nunca sería el mejor del equipo, pero en momentos de ira pareciera que se quedaba sin aire afuera del agua y no en ella. Braceaba sin parar, como si pudiera escapar y llegar a otra dimensión. Rompía la tensión de superficie del agua sin compasión, deseaba amortiguar todo lo que cargaba en su pecho en la profundidad. Dominaba una piscina de 50 metros de largo y 4 metros de profundidad como si fuese Poseidón.

El tiempo en soledad con el agua era oro, pero ni eso le hacía olvidar. Se sintió como un estúpido cuando vio a Zoé besando a otro. Santiago reconocía que era un hombre apuesto, pero tenía que haber algo más en él, es decir, Zoé no lo podía cambiar basado en apariencias. Él había dado todo por ella, que no era capaz de amarlo con la misma intensidad. ¡Maldición! Santiago no podía entender que el problema era la putería de su exnovia, siendo ella tan recatada con él nunca imagino que explotaría de esa forma. Quería pensar que era una etapa, un aburrimiento temporal de esos que le da a las parejas que llevan muchos años. 

Paró de bracear cuando sus brazos y piernas dolían. Olivia estuvo todos esos minutos observándolo de pie, teniendo cuidado de que sus movimientos descontrolados no mojaran sus tacones rosados. Su aversión al agua clorinada le hi hizo permanecer a unos pies de distancia. No era el tipo de persona que podía dejar las cosas pasar, no dejaba a las personas calmar el coraje con la soledad, Olivia necesitaba abrazar y consolar, jurar que no estaban solos. Era demasiado empática para su propio bien.

Santiago, en cambio, necesitaba estar solo. La natación era para él un antídoto para olvidar todo por un momento. Cuando el pelinegro salió de la piscina Olivia abrió la boca exageradamente solo porque era necesario expresar su conmoción, Santiago lucía esculpido por el tridente de Tritón. Era evidente como su cuerpo podía aguantar el embate del agua sin piedad, estaba duro. Sus brazos -que ameritaban que abriera la boca un poco mas- eran fuertes y definidos.

Olivia nunca lo vio así, mojado y tan resbaloso como para metérselo por todos lados. Desde ya se podía imaginar en las gradas ligándolo. Y a todos, porque todos los del equipo de natación debían estar igual o más buenos que él.

―La piscina está cerrada después de las 7 de la noche―saco las palabras con pesadez por sus dientes, no quería hablar, no quería verla. Estiro su brazo para secarse con la toalla blanca que había dejado tirada, a estas alturas estaba tan mojada como él por el chapaleteo de agua. Santiago sabía que estaba ahí desde que sus tacones eran irritantes anunciaron su entrada. Le dio la oportunidad para irse, recapacitar y dejarlo en paz. Olivia no se rendía.

―Creo que sabes que no vengo por la piscina, vengo por ti

El pelinegro no estaba de humor y sus labios estaban en una línea recta. Y como no, si hasta a Olivia se le caía la cara por la vergüenza ajena. Todo el mundo había visto esa escena vergonzosa donde su exnovia y un amigo compartieron mínimo 5 mililitros de saliva. El mundo estaba jodido, sin embargo, ese tono calmado y dulce que ella utilizó le había hecho soltar todo el aire que traía en su pecho.

Santiago la miro, su falda corta dejaba poco a la imaginación. Sus piernas eran largas y llenas de pecas, al igual que su cuello y sus brazos. Eran salpicadas suaves, delicadas, dos tonos más obscuros que el color de su piel. Tenía una camisa holgada y un collar en madera con una flor gigante colgando sobre su pecho. Todo acerca de Olivia era ridículo, hasta que sus ojos llegaron a su cara ovalada.

Esos ojos casi negros lo observaban casi sin parpadear y fue un remate fuerte, fue como si no se quisiera perder cada cosa que él hacía.  Ella le sonreía con amabilidad y seguridad, no iba a ir a ningún lado. En las buenas o en las malas, de momento, le importaba Santiago. Porque así era ella, querendona hasta con la persona más seca. 

Diez vecesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora