II.- El regreso de la canción.

761 125 43
                                    

— Sí continúo por esta calle podré llegar, o eso mencionó la anciana. ¡Los mapas y yo no nos llevamos!

Infló sus mejillas el rubio, había salido una hora antes por si llegaba a perderse de camino a clase, aunque la pequeña ciudad era no parecía gran cosa, era lo suficientemente grande para que alguien de fuera se perdiera. Durante su caminata había parado en un pequeño mini súper para comprarse el desayuno, en el recorrido mordisqueaba el sándwich que había adquirido minutos atrás, una cabellera roja destacó entre la gente que caminaba, rápidamente aceleró el paso para asegurarse de que fuese el hombre de la última vez.

— ¡Enji!

El hombre portaba un gran traje a medida, corbata a juego, su mirada turquesa se dirigió a la voz que le llamaba, gruñó a momento de notar que se trataba del chiquillo de anoche. Debía ponerle un alto a la manera que se refería a él.

— Keigo.

— ¡Hey, hola! ¿Vas al trabajo? A todo esto ¿Dónde trabajas? ¡Yo voy a la escuela! Pero sabes, no estoy seguro de saber leer el mapa. Tal vez llegué tarde.


El más joven no paraba de parlotear, Enji apenas podía comprender la mitad de lo que esté decía, aún cuando seguían su caminata por el lugar, este no había tenido oportunidad de responder alguna de las preguntas que el otro lanzaba una tras otra; lo último fue lo que le hizo hablar.

— Si llegas tarde te expulsarán.

— ¿Cómo sabes? Bueno, aún estoy a media hora de llegar temprano. Hmm…

— ¿Qué?

— ¿Me estás siguiendo?

— ¿Porqué te estaría siguiendo? Yo solo camino al trabajo.

— Pero… ¡Ah, tu trabajo debe ser cerca de donde voy!

— Eres un cabeza hueca.

— ¡No lo soy!

— ¿Leíste el folleto de tu universidad?

— … ¿Debía leerlo?

— …

— ¿Por qué te preocupa tanto? Solo es un folleto, solo dice de los salones, la misión, visión, lo tengo por aquí.

Mencionó el menor mientras buscaba entre su mochila, el folleto estaba algo arrugado, juraba leerlo en su tiempo libre, apenas había leído sobre las materias, intento prestar atención a lo que se había saltado.

— Veamos, la estructura es nueva y blah blah, fue reconocida gracias a su director Enji Todoroki ha destacado y está nominada a ser una de las mejores escuelas del país. ¿Ves? No hay nada importan… Espera.

— Sí terminaste me adelantaré, chiquillo.

— ¡WOAH, ERES EL DIRECTOR! Enji es el director.

— ¡Podrías hacer silencio!

— ¿Por qué no me dijiste?

— ¿Por qué me hablas con tanta confianza? ¡SOLO NOS VIMOS UNA VEZ HACE AÑOS!

— Y ayer.

— Y AYER.

— Pero Enji, dijiste que te llame asi, además debo agradecerte.

— Sigues con eso.

— ¡Sí!

— Por cierto, los accesorios están prohibidos.

— ¿Eh? Ah, la pulsera. ¡Pero es bonita!

— Te la robarán ¿Es de oro no?

— Sí, eso me dijeron ¿Y si la uso en la pierna? Mira no quiero quitarla ¡Me da mucha suerte!

— ¿Suerte?

— Sí, después de todo tengo suerte de estar con Enji.

Después de tal declaración el hombre sintió una punzada en su cabeza, tuvo que llevarse una de sus manos a su rostro y detener su caminar, preocupado, el menor se colocó frente a él.

— ¿Estás bien? Espera, tengo un poco de agua aquí. .

Dejó el folleto dentro nuevamente y saco una botella de agua, nolñ la había abierto desde que la compró, la acercó al pelirrojo el cual aceptó el gesto del chico. Atribuía el dolor al estrés, ayer no había logrado dormir bien debido a los próximos exámenes de la universidad, debía hacer juntas con el personal y para ser franco no se había alimentado de manera correcta.

— Gracias, ya estoy mejor.

— ¡Puedes quedarte con el agua! Este lugar es muy caluroso, tal vez es uno de esos famosos golpes de calor.

— Solo he estado ocupado.

— Es todo un adicto al trabajo.

— Ignorare eso y te permitiré llevar la pulsera, con la condición de que la tengas donde nadie la vea. Tómalo como un intercambio por la botella de agua.

— ¿En verdad? Gracias, Enji.

Sí las miradas pudieran asesinar, el chico ya estaría en la tumba. Tragó saliva e hizo varios ademanes en un intento por disculparse.

— Director Enji.

— Mejor. Tengo entendido que tu salón se encuentra en la segunda planta, el edificio tiene tres plantas, uno para cada grado, mi oficina está en la última.

Indicó el hombre procediendo nuevamente a caminar, el chico no se había dado cuenta que ya se encontraban a pocos pasos de la institución, al entrar, el lugar estaba casi vacío, solo los intendentes, el vigilante y un par de profesores se encontraban, habían llegado bastante temprano como predijo. La suerte le continuaba acompañando pues mientras el más alto se dedicaba a explicarle el funcionamiento de la universidad, le daba un pequeño recorrido a los lugares más esenciales: Aulas, biblioteca, sala de conferencias, enfermería y por último la dirección.

— El descanso es de una hora, la cafetería es bastante amplia en cuanto al menú. ¿Alguna pregunta?

— ¿Tú dónde comes?

— En mi oficina.

— ¡Entonces ahí comeré!

— No me des razones para expulsarte tan rápido.

— ¡No lo hago!

La discusión parecía alargarse, pero la campana del instituto sonó dando la señal de que era momento de dirigirse al aula, el tiempo había pasado tan rápido que el chico formó una expresión de disgusto, pero su sonrisa volvió minutos después.

— Te veré en el almuerzo.

Tras decir eso se dirigió con rapidez hasta donde le habían indicado que quería su salón de clase, a lo lejos pudo escuchar un “NO TE ATREVAS” de parte del director; era divertido sacarlo de sus casillas.
La mañana transcurrió bastante lenta, las clases eran un poco tediosas, pero lo atribuía a que se había transferido a mitad el semestre; aún no tenía los libros completos y debía ponerse al día con respecto a las tareas ya hechas.
Fué casi un milagro el sonido del timbre del receso, no podía esperar a ir a la oficina del director, pero sus compañeros fueron su gran obstáculo. Rápidamente la preguntas saltaron, era un chico bastante sociable por lo que hacía lo posible por responderlas con amabilidad, le preguntaban sobre sus gustos, hobbies, vamos, hasta la razón de su repentino intercambio. Entre varias respuestas seguidas finalmente logró escapar con la excusa de conocer más el edifico por cuenta propia, al lograrlo, tomó sus cosas y aceleró su paso para escapar.
Subió las escaleras y concursado se dirigió a la oficina del director, dio dos golpecitos a la gran puerta de madera, la abrió cuando escuchó un “adelante”, cerrándola tras de sí cuando logro ingresar a lugar.

— ¡Enji!

— Tenías que ser tú.

— Perdón, director Enji.

Se disculpó caminando hasta donde se encontraban un par de sofás y una mesita de centro, dejó sus cosas con cuidado sobre el mueble y busco la caja que contenía su almuerzo.
— He venido a comer como prometí.

— Yo no acepté esa promesa.

Fue el pelirrojo quién hablaba mientras tecleaba varias cosas desde su escritorio, aunque su mirada estaba en la pantalla escuchaba atentamente al chico, más no se podía permitir retrasar sus trabajos.

— ¿No comerás?

— No tengo tiempo para eso.

— ¡Eso está mal!

Esta vez fue el chico quién levantó la voz, ganándose la atención del hombre, quién planeaba echarlo de su oficina hasta que noto que el menor rápidamente se dirigía hacia él con la cajita de su almuerzo ya descubierto.

— ¿Qué haces?

— Tienes que comer.

— No planeo robarle el almuerzo a un alumno de mi escuela.

— Yo te estoy invitando, además desayuné.

Una vez más intentó negar el alimento, vamos, tenía estándares además un orgullo bastante grande, permitirse algo así estaba fuera de su política, pero ese chiquillo era muy terco, pues cuando abrió los labios para regañarle, éste ya había tomado la iniciativa y no dudó en obligarle a comer, prácticamente metiendo un trozo de la comida en su boca.
No tuvo otra opción más que lavar para no atragantarse en el proceso.

No estaba tan malo, era un poco de pollo al curry, con arroz y varias salchichas en forma de pulpo que adornaban la cajita, no podía creer que el muchacho era tan detallista y bueno en la cocina, a simple vista era un desastre andante.

— ¿Está bueno?

— Hmm.


— ¡Me alegro! Puedes terminarlo. ¡Ya sé cómo puedo agradecerte!

— ¿Cómo?

— ¡Cocinando! Puedo traerte el almuerzo todos los días.

— No, no necesito eso, puedo comer algo al salir de la escuela y ya.

— ¡Aún así lo haré! Si no lo comes puedes llevarlo a casa.

— ¿Me estás escuchando? Dije no.

— Sí. Y yo dije aún lo haré.

— Vamos, continúa yo voy a estudiar.

— ¿Aquí?

— Sí, Estoy bastante atrasado en los cursos, es un poco vergonzoso no saber nada.

El menor dejó al mayor para volver a donde los sofás, ahora sacaba un par de libretas y su Porta lápices. El pelirrojo le observaba mientras tomaba otro poco de alimento, meditó al momento de disfrutar el sabor y tras ellos aclaro su garganta.

— Tengo algunos libros en el estante de la esquina. Sí los necesitas úsalos, conseguirlos puede ser difícil para ti.
— ¿Eh? ¿¡En verdad los puedo usar!?

— Solo cállate y estudia en silencio.

— ¡Gracias! Los voy a cuidar mucho. ¿En la esquina verdad?

Obedeció y se atrevió a buscar entre los cajones del estante, todos los libros de los cursos estaba en él, otro golpe de suerte para el rubio, solo tomó los que necesitaba y comenzó a hacer algunas tareas.
Enji comprendía que el chico era bastante serio en cuanto a sus estudios, al principio pensó que sería esos chicos problemáticos que costaba hacerles estudiar o que serían los tópicos maleantes de la escuela. Pero Keigo parecía lo contrario cuando tenía los libros a la mano, su oficina volvió a estar en silencio una vez que el rubio se enfocó en sus propios deberes.

Dejarle ahí no era tan malo.

Su mirada pasó del chico a la caja de almuerzo que ahora se encontraba vacía, la cerró dejándola a un lado para volver a su trabajo, ahora con el estómago lleno, las fuerzas volvían.

El silencio desapareció cuando el timbre volvió a sonar, esta vez fue Keigo quién comenzó a guardar sus cosas antes del inicio de la siguiente clase, ya tenía sus horarios y ahora con los libros podría decirse que se facilitaría un par de cosas.

— ¡Debo irme! Ah, te terminaste todo ¿Verdad? Mañana te traeré algo más rico.

— Ya te dije que no es necesario, ve a clase.

— No seas amargado.

Bromeó tomando la cajita del escritorio del mayor y guardando está en su mochila, se dirigió a la salida cuando la voz del hombre se hizo presente de nueva manera.
— Oye ¿Dónde estás viviendo? No estás inscrito a los dormitorios.

— ¿Eh? Ah, no. Umh ahorré un poco para rentar un departamento al este de aquí, ya sabes, cerca de la calle donde nos vimos anoche.

— Ya veo.

— ¡Ah, no es que no me gusten los dormitorios! Pero el departamento me costó más barato y bueno puedo salir en las noches.

— Eso es sospechoso.

— ¡Para nada! Solo voy de compras al supermercado.

— Ya veo. Puedes irte.

— Está bien, ah, tenga cuidado con las migrañas.

Dicho eso el rubio salió del lugar, dejando al mayor solo.

Había investigado un poco sobre su nuevo alumno, Keigo mantenía una beca bastante buena en donde le pagaban el 100% de la colegiatura siempre y cuando sus calificaciones sean altas, Hawks no podía permitirse ningún Ochenta en sus notas. Por otra parte, entendía que él tenía un trabajo a tiempo parcial en su anterior ciudad, era un modelo al cual le pagaban bastante bien, pero renunció al momento de transferirse, ahora sobrevivía con lo poco que le pasaban sus padres y los ahorros que quedaron de su antiguo trabajo.
La situación era algo curiosa.
El niño tenía un objeto con un valor lo suficientemente grande como para sacarlo de sus problemas económicos, pero se reusaba a dejarlo porque aparentemente le proporcionaba “suerte”.

Enji recordaba ese objeto, cuando el adolescente era más pequeño, fue lo que encontró cerca de las ruinas del castillo, podría haber sido un gran descubrimiento, pero en cambio prefirió guardar silencio y dejar que el pequeño tuviera el objeto.

El sol comenzaba a ocultarse, la mayoría de profesores y alumnos ya de habían ido a sus casas, otro día donde las clases habían terminado, Enji siempre hacia un recorrido a las instalaciones antes de irse, era para asegurarse que nadie seguía dentro.
Ya estaba cerca de los salones cuando en el pasillo logró divisar la cabellera rubia, frunció el ceño, pero aclaró su garganta para que esté pudiera escucharle.

— Ah, Enji… Director.

— ¿Qué haces tan tarde?

— Terminaba unas últimas tareas, no me di cuenta cuando me quede solo. ¡Ya voy de regreso!

— Ya veo, vamos.

— ¿Eh?

— Debo cerrar la escuela y mi recorrido ya terminó, vámonos he dicho.

— Ah, sí.

Ambos caminaron uno al lado del otro, el cielo se tenía de un color naranja gracias a la puesta del sol, estaban cruzando la salida cuando el sonido fuerte de una canción les hizo detenerse, el menor se llevó ambas manos a su cabeza debido al fuerte dolor que le causaba; era el mismo sonido que había escuchado en su infancia.
Por su parte el más alto intentó calmar al chico a su lado pero este se apartó para alejarse y correr en dirección a la entrada del bosque.
No de nuevo.
El más alto corrió tras de él ahora pudo permitirse detenerlo antes de que hiciera alguna tontería. ¿Cómo era posible que volviera a suceder lo mismo?

— Debo ir.

— ¿A dónde?

— ¡Al palacio!

— ¿Qué palacio? ¡No vas a ir a ningún lado! Ya te he dicho que el camino está cortado, no lo han reparado desde hace años.

— Qué pesado eres, no irás.

Tras decir lo último la canción cesó y con ello el rubio casi terminó en el suelo de no ser porque el más alto logró atraparlo antes de caer.

Ese lugar no había emitido ningún sonido desde hace años, desde el día que el pequeño niño fue hacía ahí, ahora que irónicamente ese niño ha regresado, el sonido volvía a escucharse en el lugar.

¿Qué rayos estaba pasando y por qué?

Un deseo, segunda oportunidad. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora