123. Claustrofobia

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Me dirigí a la primera puerta y la examiné detenidamente. Apoyé mi mano sobre el metal y me quemé, como si ardiese la puerta. Miré mi mano, pero no tenía ninguna marca, era una visión... ¿Qué quería decir eso? Intenté empujar la puerta con todas mis fuerzas y sentí como se reabrían mis heridas. Rebufé y empujé de nuevo. Resollé y golpeé un par de veces mi frente contra el metal.

─Es imposible, está completamente sellada, es una estupidez intentar abrirla de este modo ─miré la cerradura detenidamente, ¿Podría forzarla? ─ ¿Y si pruebo de abrir con otra cosa, algo similar a esa llave? ─de repente escuché un susurro al otro lado.

─¿Eirel? ¿Puedes oírme? ¿¡Damon?! ¡Abrid la puerta! ─era Robert, me abalancé sobre la puerta y golpeé con mis puños.

─¡Robert! ¡Axel nos ha encerrado! ¡No podemos abrir! ¡Inténtalo tú por tú lado, por favor, tendría que abrirse por fuera con la llave que hay en la cerradura! ─escuché golpes repetidamente contra la puerta que venían del otro lado. Me giré y sonreí a Damon, se escuchó un último golpe─ ¡¿Robert?! ¡Robert!

─¡No puedo Eirel! ¡La llave no entra en la cerradura! ─Damon maldijo para sí mismo y yo me llevé las manos a la cara y apoyé mi frente en la puerta. Maldita cerradura... ─ ¡Voy a buscar refuerzos! ¡Pediré ayuda a los demás! ─negué ligeramente y me armé de valor, tenía prioridades, y mi vida no era una de ellas.

─¡No! ¡Robert, no vuelvas aquí abajo, necesito que luches arriba, o que saques a la gente que puedas del campo de batalla, salva a cuantos puedas, por favor! ─miré a Damon y este asintió repetidamente─ ¡Vamos a estar bien, hemos vencido, tranquilo, pero vete y salva a todos los que puedas, nosotros podemos abrir solos esta puerta! ─mi voz se entrecortó más de lo que me hubiese gustado, no, en realidad sabía que no iba a abrir esa puerta en mi vida, pero prefería que Robert salvase la vida a mis amigos, si es que aun podía hacerlo.

No contestó, así que supuse que se había ido. Di un golpe con toda mi rabia contra la puerta y apoyé mi frente en ella. Estaba al borde de un ataque de pánico. Mi mente no dejaba de dar vueltas a la posibilidad de que mis amigos estuviesen muertos por no haber estado ayudándoles, tampoco dejaba de recordarme que Arbenet había muerto y yo no había podido hacer nada por ella... Rebufé y me giré lentamente. Damon sonrió abatido y perdió su mirada en la segunda puerta.

Me acerqué a ese pedazo de metal. Estaba cerrada por completo, no tenía siquiera un asa para abrirse, era plana completamente, y sus únicas oberturas eran la ranura por la que había caído la llave y una cerradura un tanto peculiar. Me paré a mirarla detenidamente. Golpeé un par de veces la puerta para comprobar que en el interior había una estancia, y para escuchar el posible engranaje de la puerta. La cerradura, extraña, era redonda, al igual que la primera puerta, pero justo delante de ese agujero había un pequeño receptáculo, como medio embudo. Levanté una ceja, era extraño... ¿Qué podía abrir una puerta de esas características? ¿Podía haber una forma de abrir la puerta de salida sin abrir esa otra?

No tenía ni idea, pero la puerta de la segunda habitación era lo único que me separaba de la llave para poder salir, y la necesitaba. Miré por un largo rato la cerradura de ambas puertas, pensando en algún modo de fabricar una copia de la llave, había pensado en hacerla de roca, pero al parecer el carbinium no se veía afectado de ese modo para ser moldeado, no tenía materia prima. Damon se cogió la herida y rebufó mientras me dejaba ir de un lado a otro.

─No llevarás por ahí el numero de un cerrajero, ¿No? ─rebufé y ahogué una sonrisa─ Eso es... Sonríe, aunque sea por pena a mis chistes de mierda ─negué y me abracé los hombros, chasqueé la lengua y miré detenidamente las paredes, buscando una mínima vía de escape, pero tampoco era opción. Damon tosió un par de veces y sacó sangre por la boca. Me acerqué a él rápidamente─ Estoy bien, todavía estoy bien, no te preocupes. Vamos a salir de aquí antes de que me mate el veneno de mi padre, ya verás... ─me acarició el rostro.

Tenía la mano helada, como si le hiciera falta calor corporal. Nos quedamos mirando a los ojos y vi que apenas podía sostenerme la mirada. Estaba mal, el veneno estaba haciendo demasiado bien su trabajo. Le levanté la camisa con cuidado y comprobé que la herida que le había provocado el puñal estaba oscureciéndose poco a poco, estaba necrosando, si no paraba eso Damon moriría. Me empezaron a temblar las manos, tenía miedo, no podía dejar que Damon muriese, de ningún modo, pero no estaba recuperada como para curarle a él. Me froté el rostro y le sonreí intentando disimular que esa herida no pintaba nada bien. Cerró los ojos y suspiró lentamente.

─Deberías tumbarte, Damon, puede que de este modo la herida sane antes ─negó ligeramente, golpeó un par de veces al suelo para que me sentase a su lado. Me senté y puse mi mano sobre su herida para ir frenando por lo menos, la expansión del veneno─ Voy a hacer esto, es poca cosa por ahora, pero te aliviará el dolor... ─nos quedamos mirando a los ojos y negó.

─Estoy bien, Eirel. Céntrate en pensar cómo podemos salir de aquí, no voy a morirme por un pinchazo en un pulmón con veneno ─se puso a reír y tosió repetidamente, me asusté y me arrodillé a su lado. Suspiró de nuevo y cogió aire lentamente─ ¿Se puede ser rey de un país estando encerrado en la cámara acorazada más segura del mundo? ─asentí y sonreí mientras le acariciaba el rostro y comprobaba que le estaba subiendo la fiebre─ No es fiebre, es tu escote el que me da calores ─sonreí de nuevo y apoyó su cabeza en mi pecho, le arropé y le acaricié el pelo─ Perdóname, Eirel...

─No voy a perdonarte nada, porque no has hecho nada de lo que debas pedirme perdón, Damon... Esto no es culpa tuya, además, fui yo quien decidió ayudarte, tu no me has obligado en ningún momento, tú no tienes la culpa de nada ─le besé la cabeza─ Solo quiero que Robert pueda sacar a todo el mundo de aquí antes de que este castillo caiga sobre nosotros, y que todos mis hombres estén bien. Si eso ocurre, si puedo salvar por lo menos a una parte, quedarme encerrada aquí no me da miedo, porque tú estás conmigo... ─levantó su rostro y nos quedamos mirando a los ojos─ Aun que vamos a salir de aquí, cueste lo que cueste, te lo prometo...

Sus ojos estaban más brillantes de lo normal, temblorosos, llenos de miedo y al mismo tiempo, reflejaban paz, como si de verme el mundo pareciera un lugar menos malo... Eso ocurría conmigo, solo necesitaba verle, verme reflejada en sus preciosos ojos, para que el mundo fuese un lugar mejor. No importaba que estuviésemos encerrados a metros de profundidad sin una salida, el simple hecho de ser él quien estuviese a mi lado era suficiente. Damon era mi desasosiego en las noches calmadas, y mi calma en los días más revoltosos.

Nos quedamos abrazados por un largo rato, seguramente pasaron horas, pero jamás supe cuántas. Entre esas paredes el tiempo se detenía, no había nada que indicase el paso de los minutos, y perdí por completo la noción del tiempo. Damon se quedó dormido a mi lado, apoyado en mi pecho, necesitaba descansar, y yo necesitaba pensar una forma de salir de ese maldito lugar.

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Hola!! 

Estoy intentando ir subiendo capítulos cada día, y leo todos vuestros comentarios. No os hacéis una idea de lo mucho que me anima poder ver que esta historia no es solo mía, que formáis parte de esta pequeña familia que es Eralgia. Intentaré responder todos los comentarios durante estos días, uno a uno y personalmente, pero en general, gracias. 

Gracias por leer, comentar y votar, gracias por esos pequeños alientos que me dais... Valéis millones de toneladas de oro, os adoro mil. Un abrazo muy, muy fuerte, sobretodo en estos momentos que estamos pasando muchos por el confinamiento. Espero que estéis bien, que podáis estar en vuestra casa y no os falte de nada. Animo, porque ahora que estamos separados es cuando debemos estar más unidos. Nos refugiamos juntos en Eralgia? Os espero! 

Un abrazo enorme, de esos que curan! 

Laura Pujol :)

ERALGIA II, Los DemoniosWhere stories live. Discover now