1. La Mucama

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6:58 a.m.

—Ya debemos irnos, tesoro.

—Iré por las maletas, amor —interrumpió el señor Beckler, quien subió las escaleras corriendo tras evaluar su reloj.

Jazmine, su esposa, retornó su mirada de dulzura y pesadumbre hacia Gabeen. Echó un vistazo a su frente, la cual estaba tapada por sus cabellos alargados. Hacía mucho que no lo llevaban a la peluquería, motivo que trastornó la expresión de su madre.

—¿Has recibido alguna sanción por esto, cariño?

Luego de un par de segundos, Gabeen negó con lentitud, dejando aun más preocupada a Jazmine.

—Y... ¿Ya te dieron la advertencia? —preguntó y desvió su rostro hacia las escaleras, su esposo estaba devuelta.

Gabeen recorrió el suelo con su mirada.

—Recibí dos la semana pasada.

Habiendo declarado la verdad, notó la molestia que recargó su madre.

—Y ¿por qué no me lo dijiste? —susurró con el ceño fruncido—, mira la hora que es, no podremos acompañarte.

—¿Todo bien, amor?

Jazmine suspiró y le miró pensativa, con un toque de desconcierto. Al tomar su mano y levantarse, le notificó sobre las amonestaciones por el largo del pelo de Gabeen.

Zach bufó limpiando su mentón.

—¿Por qué nos cuentas esto hasta ahora, hijo? ¡Tuviste dos días para hacerlo y justo ahora que nos vamos...!

—Zach, Zach, no lo hagas, por favor. Yo también estoy preocupada, pero debes calmarte. Llamaré a mi asistente para que registre una cita para Gabeen hoy. —Apartándose de ambos, se aproximó a la vitrina para tomar su celular.

Mientras tanto, Zach adoptó la postura que tenía su esposa cuando conversó con su hijo.

—Creí que había sido bastante claro contigo, Gabe. Otra amonestación y estarás condicional en el colegio. ¡No tenemos tiempo para estas cosas, hijo! —expresó con sus cejas arqueadas—. ¿Por qué no lo dijiste este fin de semana?

Gabeen desvió su mirada una vez más, apenado. No encontró excusa alguna sobre aquello. Simplemente lo había olvidado.

—Zach —nombró Jazmine una vez colgada la llamada y se acercó a su esposo—, Lady enseguida hará una reserva para hoy a las diez. Tendremos que enviar un correo en el aeropuerto. Ya no queda tiempo.

Zach encorvó sus cejas confundido.

—Está bien, amor, pero ¿quién lo llevará? —indagó desazonado.

—Eso lo averiguaremos cuando lleguemos. Tenemos el tiempo en contra.

Ambos retomaron sus pertenencias y se despidieron afectuosamente de su hijo. El chófer se encontraba afuera del auto aparcado para ayudarles con las maletas. Mientras tanto, Gabeen estaba recostado en el marco de la entrada del porche como espectador.

—¡Recuerda que dejé tu desayuno y la merienda en la isla, al lado de la cafetera! ¡Nos vemos, tesoro! —exclamó su madre con una sonrisa y le arrojó un beso desde el auto.

Zach aún no había ingresado al vehículo. Llevaba detenido unos segundos observando con su media sonrisa a Gabeen, quien seguía parado en la entrada. La evidente afección de la soledad lo llenó de culpa. No pudo evitarlo: debía ir a por su hijo y despedirse como debía. Corrió, entonces, hacia Gabeen y lo abrazó como si nada en el mundo pudiera separarlo de él. Zach percibió un sollozo escondido en el pecho de su hijo y le obsequió un beso en su frente desnuda.

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⏰ Última actualización: May 22, 2020 ⏰

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