Capítulo 32: El Último, parte uno.

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Ethan la observó con el ceño fruncido.

-No estaréis planeando algo disparatado otra vez, ¿verdad?

Emma le miró de vuelta, fingiendo ofenderse.

-¿Cuándo hemos hecho algo cómo tal? -preguntó retóricamente, para luego encogerse de hombros con una sonrisa-. Bueno, ¿qué? Te vienes conmigo o te vas a quedar aquí hasta que se te congelen los pies.

Ethan revolvió el pelo de la chica con cariño.

-Sí, me voy a quedar aquí un rato más. Hace un día estupendo.

Emma asintió.

-Muy bien, como quieras, nos vemos más tarde, pues. -afirmó, dándose la vuelta mientras se despedía con la mano de su compañero.


Emma no tuvo que esperar demasiado tiempo a que sus dos amigas del alma aparecieran por la llanura, puntuales como eran últimamente. Tenían una expresión tranquila, alegre, pero se veían algo reacias a tratar el tema para el que habían quedado. Ninguna quería hacerlo en realidad, preferirían poder disfrutar un poco más de esa fingida calma que parecía rodearles en las últimas semanas. Sin embargo, ya no había tiempo, y si querían tener todo preparado para poder llevar a cabo su plan para la Fiesta de las Flores, entonces no se podían permitir retrasarlo más. Leyla fue la primera en hablar, acercándose lo más posible a Emma pese a que se encontraran prácticamente solas en aquella explanada, con miedo a que tan solo el viento pudiera escucharlas.

-He encontrado una alternativa. -dijo simplemente, a modo de saludo-. Creo que ya no va a ser necesario revolver el despacho de tu madre en busca de las llaves, y nos ahorraremos el probable inconveniente de ser descubiertas en el proceso. -Emma y Vanesa la miraron interrogantes, esperando a que continuara-. Ciertamente, no sé cómo no se nos ocurrió antes, teniendo en cuenta lo lógico que parece. Debe ser que siempre preferimos el camino difícil. -afirmó la pelirroja, dejando escapar una carcajada, luego se encogió de hombros, como si fuera una idea que no la quitara demasiado el sueño-. Es imposible que solo exista una copia de las llaves. Está bien que Minerva sea una eminencia y todo eso, pero ¿os podéis imaginar lo qué pasaría si llegaran a perderse las únicas llaves de la escuela?

-¿No habría clases nunca más? -preguntó Vanesa con sarcasmo, divertida ante la idea.

Pero Leyla negó con la cabeza.

-Nada, porque tiene que haber unas de repuesto obligatoriamente. -respondió la chica-. La cosa es, ¿dónde puede estar ese manojo de llaves alternativo? Pues en manos de quienes cuidan de las instalaciones de la escuela desde las sombras.

-Yimbo y Gale. -pronunciaron Vanesa y Emma al unísono, con un gran asentimiento de cabeza-. Por supuesto que está en sus manos. Pero, ¿cómo sabremos en las de cuál de los dos? -continuó preguntando la rubia platino.

Emma hizo una mueca.

-No seas tonta, ¿cómo vamos a quitárselas cuando las llevan encima? -contradijo la chica, revolviéndole el pelo-. No, tenemos que entrar en su guarida. -confesó la chica siniestramente.

Leyla dibujó una amplia sonrisa en su rostro.

-Por supuesto. -coincidió con su amiga-. Tendremos que ir por la noche.

Vanesa las observó espantada.

-O sea, no solo queréis saltaros el toque de queda, si no que pretendéis esquivar a los soldados alados que hacen guardia la guardia nocturna, y rezar si conseguimos llegar a los trasteros para que las llaves estén realmente ahí. -sacudió la cabeza-. ¿Y luego resulta que es la opción más fácil? ¿Estáis locas o qué? ¿Preferís que se entere hasta El Consejo Superior en vez de solo su madre si fallamos?

Emma: La calma precede la tormenta.Where stories live. Discover now