Capítulo 37.

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Foto en multimedia: Mark

Una sensación extraña pasó por mi cuerpo, como un frío adormecedor que parecía aprisionarme con fuerza. Me quejé, haciendo muecas aún con los ojos cerrados. De un momento a otro, mis piernas y brazos comenzaron a temblar. Lo peor sucedió después. Comencé a escuchar murmullos dentro de mi cabeza. No podía entender con claridad lo que decían, pero podía percibir diferentes matices y tonos de las voces desconocidas. Era como si millones estuvieran hablando al mismo tiempo de manera rápida y desesperada. Me costaba respirar y mantenerme

―Emily, ¿qué tienes? ―escuché la voz de Max.

Abrí los ojos y lo encontré, mirándome con preocupación. No podía articular alguna palabra. Los susurros parecían atacar mis sentidos una y otra vez.

Empecé a tener problemas para respirar. ¿Qué diablos me estaba pasando? Sabía la respuesta. El hechizo formaba parte de esto. La sombra borrosa de Max se movía de un lado a otro, intentando hacer algo al respecto. Trató de calmarme y me llevó a sus brazos. Pensé que con eso bastaría, pero me sentí asfixiada.

Me quejé y me retorcí en su cuerpo. Gruñó frustradamente y continuó llamándome. Sin embargo, el dolor en mi cabeza hizo su aparición. Gemí y me llevé las manos a cada costado de la cabeza. Sentí el mundo derrumbarse, no podía remediarlo. Jalé mi cabello de la angustia y me mecí, queriendo tranquilizarme. Desgraciadamente, no funcionó. El dolor se intensificó, aplastándome sin piedad. Sabía que estaba gritando. También estaba consciente de que Max estaba tratando de traerme al presente, pero no podía dejar de protestar.

Fue entonces, que el malestar se transformó en un destello punzante. Fragmentos olvidados fueron pasando por mi visión borrosa, seguido del dolor y las voces. De repente, todo se convirtió en silencio.

―Emily, ¿me escuchas? ¿estás bien? ―Max estaba arrodillado frente a mí.

Sollocé y respiré, llenando de oxígeno mis pulmones. Miré a mi alrededor y me di cuenta que estaba en el rincón de la habitación.

―Yo... yo... ―mi garganta se sentía seca y cuando quise seguir hablando, mi estómago se revolvió.

Mis ojos se dilataron y me cubrí la boca con la mano. Max me levantó y me tomó de la cintura, equilibrando mi postura. Una vez en el cuarto de baño, me dieron arcadas y lo alejé cuando me agaché al retrete. Me estremecí cuando vi que era sangre lo que vomitaba. Sabía que estaba relacionado con el embrujo.

Cuando terminé, me sentí mejor y me lavé la boca. Regresé a la habitación cansada y lo último que supe, fue que desvanecí en los brazos de Max.

―No se ve nada bien ―reconocí la voz de Jordan.

―No necesito que lo digas ―dijo Max, y podía asegurar que lo estaba fulminando con la mirada.

―Esto se está saliendo de control ―capté la presencia de Ariadne―. Llamaré a Lander. Creo que necesitaremos su opinión.

Entre abrí los ojos y la vi salir de la habitación. Max estaba sentado a mi lado y Jordan estaba recargado en la pared, cerca de la puerta. Ambos mirándome.

―¿Cómo te sientes? ―preguntó Max, inclinándose hacia adelante mientras me sentaba en la cama.

―Bien ―la garganta me dolía y recordé mis propios gritos desgarradores.

Me cubrí los muslos y las piernas desnudas con las sábanas cuando Jordan bajó la mirada hacia a ellas. Debí haberme puesto algo más que sólo la camisa de Max.

―Así que, ¿vomitaste sangre? ―preguntó Jordan, como si no pudiera creer que lo había hecho.

Asentí, aún sintiendo esa horrible sensación.

Atracción Mortal ✅ [ Disponible en físico ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora