—Qué va. Es la lencería, que es muy cara —respondió con apenas un hilillo de voz, pues Scott le estaba acariciando los pechos con las yemas de los dedos y aquel roce la hacía estremecerse de deseo. —No, eres tú —insistió mientras alcanzaba con los dedos el cierre del sujetador, que estaba en la parte delantera y se abrió sin oponer resistencia. Sus pechos se derramaron sobre las manos que los atendían—. Eres perfecta. Lilith contoneó los hombros y la prenda cayó al suelo sin hacer ruido. Gimió mientras sus manos le recorrían el cuerpo entero, le amasaban la carne tierna de los senos y jugaban con sus pezones sensibles, como un hierro candente que dejara su marca allá donde tocara. —Me encantan esas braguitas, pero te las vas a tener que quitar — comentó con voz grave, apenas un suspiro, mientras le mordisqueaba el lóbulo de la oreja.

Se las quitó en cuestión de segundos; así de intenso era el deseo de sentirlo dentro, con tanto ardor suplicaban sus entrañas. Pero, mientras permanecía de pie delante de Scott, desnuda, en su interior el anhelo entró en guerra con la aprensión. —Scott, hace mucho tiempo que no estoy con nadie. —¿Cuánto tiempo? —bramó mientras la agarraba del culo en su afán por poseerla. —Cinco años. Y en aquella época ni siquiera se me daba demasiado bien. Solo he estado con Chris y no supe satisfacerle—respondió en voz baja, esforzándose por que las inseguridades del pasado no la atormentaran. —¿Eso te dijo el muy gilipollas? —Sí. Dijo que por eso necesitaba estar con otra —se le quebró la voz humillada, pues creía a pies juntillas lo que Chris le había dicho. Aunque para ella él hubiera sido el primero y el único, sabía que en aquella relación faltaba algo importante. —Es un imbécil integral, Lilith. Los deseos de cualquier hombre quedarían más que satisfechos con una mujer como tú. Eres el sueño de todo hombre. Eres justo lo que necesito. El que tiene el problema es él, no tú —bufó cogiéndole la cabeza con las manos para apartarla de él y poder mirarla a los ojos. —Quiero que ocurra. De verdad. Te deseo. Pero estoy un poco nerviosa —admitió mientras su cuerpo palpitaba excitado—. No quiero decepcionarte. —Escúchame bien —gruñó mientras sus manos se cerraban formando dos puños bajo la melena de ella—. Tú jamás me decepcionarías. En la vida.

Te deseo con tanto fervor que voy a perder la cabeza. Yo me ocupo de ti. Yo tengo el control. Yo tomo las decisiones. Tú lo único que tienes que hacer es correrte durante todo el tiempo que te plazca y gritando tan alto como te venga en gana.

El mero hecho de que estés aquí y de que me desees ya me deleita. Si logro que te corras, estaré eufórico. Suspiró aliviada y su cuerpo se relajó. Scott se encargaría de que todo saliera bien. Sabía que podía confiar en él. —Entonces haz que me corra. Llévame a la cama. Scott la cogió en brazos y la colocó en el centro de la cama tras quitar con brusquedad la colcha y dejarla hecha un gurruño a los pies. Lilith se deslizó hacia la parte superior y sintió la suavidad de la sábana de seda

negra acariciándole el trasero. Scott se sentó en el borde, abrió el cajón de la mesilla y sacó cuatro esposas forradas ensambladas con una cadena y un largo lazo de seda negra. —Sumisión absoluta —susurró Lilith mientras apoyaba la cabeza en los almohadones de seda. —Sí —asintió Scott en voz baja mientras le recorría el cuerpo con una mirada hambrienta y la cogía del brazo para ponerle las esposas.

No tenía la menor duda de que Scott había repetido esta operación muchas veces: en menos de un minuto la tenía atada a la cama y abierta de piernas. Contempló con curiosidad cada uno de los movimientos de Scott, que recorría su cuerpo con ojos voraces.

Le sorprendió su propia forma de reaccionar: cuanto más indefensa se encontraba, cuantas más partes de su cuerpo quedaban esposadas a la cama, más excitada se sentía. Estar atada de pies y manos para que él la tomara a su antojo le ofrecía una libertad que nunca había experimentado. No tenía que tomar decisiones ni preocuparse por si él sentía placer o no.

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⏰ Last updated: Mar 21, 2020 ⏰

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Una noche en mi camaWhere stories live. Discover now