Se giró hacia Scott que la contemplaba en silencio desde el umbral, con un brazo apoyado contra el marco de la puerta y una actitud desenfadada.

Tenía el pelo mojado como si se acabara de duchar y llevaba puestos unos vaqueros que resaltaban los impresionantes músculos de sus piernas y un suéter verde que marcaba sus enormes hombros y su ancho pecho. Estaba imponente.

Sus radiantes ojos marrones recorrían una y otra vez el cuerpo de Lilith y, a medida que lo hacían, su brillo aumentaba. Arriba y abajo. Arriba y abajo.

Lilith se ajustó la bata. —Perdona. No tenía qué ponerme. Scott se encogió de hombros y se separó del marco de la puerta. —A ti te queda cien veces mejor que a mí —respondió con voz sugerente mientras avanzaba hacia un armario que estaba al otro extremo de la cocina—.

¿Un café? «¡Claro que sí!». Habría reaccionado con el mismo entusiasmo si le hubiera preguntado si tenía ganas de acabar la carrera. Estaba enganchadísima al café. —Sí, por favor. Si no es molestia. —Siéntate. Deberías guardar reposo. Scott se acercó a la isla de la cocina y ella se sentó en un taburete alto.

Lo contempló mientras colocaba una taza en la cafetera e introducía café en una ranura antes de bajar la tapa. La máquina cobró vida con un petardeo y el café estuvo listo en cuestión de segundos. —Es el sueño de todo cafetero —suspiró Lilith a mientras Scott le acercaba una taza humeante. —Espero que te gusten los sabores intensos —comentó mientras sacaba la leche de la nevera y la dejaba junto al azucarero delante de Lilith —. Es una mezcla con mucho cuerpo. Lilith inhaló el delicioso aroma que desprendía la taza humeante y comentó mientras se le hacía la boca agua: —Huele que alimenta.

Scott le ofreció una cucharilla y, al cogerla, sus dedos se rozaron. Una cálida sensación de hormigueo se propagó desde la mano de Lilith hacia todo su cuerpo. Scott estaba muy cerca, tanto que cuando extendió el brazo hacia las piernas de ella Lilith inhaló su aroma, masculino y fresco.

En el momento en que los dedos de Scott rozaron la seda que cubría las piernas de Lilith la sensación de calor se dirigió como un rayo a su sexo, lo que la dejó sin respiración. —Me llevo esto —explicó Scott cogiendo la toalla húmeda del regazo de Lilith.

Al quitarle la toalla dejó que sus nudillos se deslizaran despacio por los muslos de Lilith, que se estremeció al sentir ese ligero roce aparentemente involuntario. Madre de Dios, se había echado a temblar.

Se dio cuenta de que, si no quería perder los estribos, lo mejor era que se alejara de él y que se quedara en algún sitio donde no pudiera olerle, donde no percibiera ni el calor ni las vibraciones sexuales que Scott desprendía. —Gracias —respondió Lilith soltando la toalla con un hilillo de voz. Suspiró aliviada al ver que Scott se marchaba a un cuarto contiguo. No tardó en regresar sin la toalla y en preguntarle de nuevo: —No has respondido a mi pregunta. ¿Cómo te encuentras?

Despegó la mirada del irresistible cuerpo de Scott para echar azúcar y leche al café. —Estupendamente. Ya no tengo fiebre.

Gracias por ayudarme, pero tengo que irme. Cerró los ojos para probar el café de primera calidad que Scott acababa de prepararle y casi se le escapa un gemido cuando el intenso sabor alcanzó su paladar.

—No puedes marcharte. Ni hoy ni mañana —afirmó con un tono neutral mientras se acercaba a la cafetera, metía más café en la máquina y bajaba la tapa con más fuerza de la necesaria. —¿Por qué no? —preguntó con los ojos abiertos de par en par y una mirada extrañada.

Scott clavó la mirada en la taza humeante de café, se sentó frente a Lilith en otro taburete, cogió la cucharilla de la mesa y se echó un chorrito de leche. —Os han desahuciado. Lilith se sobresaltó de tal modo que derramó el café y, con los dedos manchados, lanzó una mirada fulminante a Scott, incapaz de dar crédito a lo que le acababa de oír. —Eso es imposible. Lydia paga el alquiler. Le entrego mi parte todos los meses. Estiró el brazo para alcanzar el servilletero que estaba en el centro de la mesa y se limpió los dedos.

Una noche en mi camaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora