CAPÍTULO 2

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 TÚ

Han pasado ya tres meses desde la muerte de mi abuelo. Sigo refugiándome en sus canciones, en su música... en su voz. Me pierdo en su mirada, por medio de una fotografía, claro y me dejo llevar por esa sonrisa y esos ojos que tanto me dicen...

Ando como alma en pena de casa a la facultad y de la facultad a casa. Me encierro todas las tardes en mi habitación. Duermo intentando soñar con él, intentando no pensar en nada más. Veo sus entrevistas, sus fotos, sus actuaciones... todo por intentar olvidarme de mi realidad. Claudia me visita todos los días, y aunque insiste en que debo salir y volver a retomar mi vida con absoluta normalidad, el recuerdo de mi abuelo me persigue a todas horas.

Mi abuelo era para mí alguien muy especial. Era una persona algo extraña, una persona con mil y una manías, con un carácter extremadamente fuerte, y como muchos decían, un viejo cascarrabias que pasaba el día sentado en el mismo punto de su adorado y compañero sofá. Mi abuela pasaba los días desviviéndose por él, para que todo estuviera a su gusto, mientras él veía la televisión hora si hora también. Para toda mi familia era una persona demasiado maniática y siempre le culpaban de la esclavitud de mi abuela. Alguien que nunca compró un regalo para nadie, y que nunca tuvo un detalle bonito para su mujer o hijas. Pero cuando yo nací se volcó totalmente en mí. Si bien todos saben que mi madre era su hija favorita, al nacer yo derrochó todos sus cariños en mí. Me cuidaba por las tardes, junto a mi abuela, mientras mi madre trabajaba. Jugaba conmigo o nos sentábamos a ver nuestras "telenovelas" favoritas juntos, me preparaba la merienda, se sentaba junto a mí mientras merendaba y charlábamos sobre fútbol, afición que heredé de él, o sobre la vida...

Por todo ello que él dejara este mundo sin que pudiera despedirme de él me hiere el alma. Que su muerte fuera tan rápida e inesperada, me ensimismó a una fuerte depresión.

Por si no hubiera tenido ya bastante, el hecho de haberme perdido su concierto, me entristece más todavía. No volverá a dar un concierto en Barcelona hasta el mes de Mayo, y todavía quedan cinco meses. Claudia pudo hablar con él al día siguiente del concierto, le fue a ver al aeropuerto y le explicó todo lo que había sucedido. Él apenado y sorprendido por lo ocurrido, le escribió en una de sus fotos un mensaje para mí.

"Sé que este es un momento muy difícil, yo lo viví hace poco, pero estoy seguro que a tu abuelo le gustaría verte sonreír, allá donde esté. Espero verte pronto para darte el abrazo que te tengo guardado. Mucha fuerza, un abrazo y miles de besos, ¡guapa!"

Duermo abrazada a ese mensaje todos los días. Es él el único que me da fuerzas.

"Haces que mi cielo vuelva a tener ese azul, pintas de colores mis mañanas solo tú..."

Un miércoles vuelvo de la facultad. Llego a casa y dejo las cosas en mi habitación. Bajo a la cocina a comer junto a mi familia y vuelvo a resguardarme al terminar, de nuevo, en mi cuarto. Cojo la foto, la aprieto ­contra mi pecho y la beso por enésima vez. Me quedo dormida tarareando una de sus canciones, que suena en mi cabeza una y otra vez. El ruido de la puerta me despierta horas después. Es Claudia.

-Reina, me dice acercándose a mi cama. Es hora de despertarse ya, que son las cinco y no puedes pasarte la tarde en la cama, me dice abriendo las persianas. Achino los ojos al entrar en mi habitación la luz de media tarde.

-Claudia tengo sueño, murmuro.

-¡Marina! No vaguees más que tengo una sorpresa para ti, anda levanta, me dice tirando de las sábanas.

-Qué pasa, ¿ha muerto la madrastra de cenicienta?

-No, bruta, me dice haciendo caer el edredón al suelo. Es otra cosa que te gustará más.

-¿Más? ¿Pepe se ha partido la crisma y no volverá a jugar?

-Anda, bestia, levanta, me dice tirando de mí bruscamente.

Me levanto a regañadientes y me acerco al espejo para arreglar con una coleta mis desgarbados cabellos. -¿Y bien?, le digo agarrándome el pelo. Se acerca por detrás a mí, dejándome verla a través del espejo.

-"Pablo", osa pronunciar. Abro los ojos como platos.

-¿Pablo?,balbuceo.

-Ahá. Sonríe. Viene esta noche a una sesión de fotos. Se queda hasta mañana por la mañana y nos ha invitado a desayunar. Me ha llamado Laura y me ha dicho que ayer les mandó un mensaje por Facebook avisándoles que venía y quería vernos a las cuatro.

-¿A las cu-cua-cuatro?

-Ahá. Mañana a las nueve en el FNAC del centro.Le doy la última vuelta a la goma de la coleta y me siento de nuevo en mi cama.

-Imposible.

-¿Porqué?,exclama.

-Tengo un examen a esa misma hora, y dura dos horas, más el viaje de vuelta a Barcelona, hora y media más.

-Las doce y media.

-Exacto.

-Se va a las doce, su Ave sale a las doce.

Me recuesto en la cama y suspiro profundamente –Otra vez me quedo sin verlo.

-No puede ser, no puede ser, ha de haber una solución, murmura nerviosa.

-Pues va, a ver, búscale una solución.

Claudia camina arriba y abajo pensativa. Intenta buscar una opción pero es irremediable. Tampoco le veo esta vez. Se sienta a mi lado y pasa su mano alrededor de mis hombros.

-No es justo.

-Lo sé, le digo intentando esbozar una sonrisa para tranquilizarla.

-Volverá, me dice abrazándome.

-Claro. Claro que volverá, musito intentando animarla a pesar de la situación.

Pasamos la tarde entre canciones de Pablo y revistas de adolescentes que ya se nos han pasado de época. Claudia se marcha y mi madre me sube algo de cena mientras yo acabo algunas tareas pendientes de la facultad. Cierro los libros y me acerco a la ventana para respirar algo de aire puro. Me siento en el alféizar de la ventana y aunque hace frío me quedo mirando al cielo unos minutos más.

¿Por qué abuelo? ¿Por qué el destino se empeña en que no pueda verlo? No pido tanto, solo quiero estar frente a él, poder mirarle a los ojos, y tener esa preciosa sonrisa un poco más cerca. Está de nuevo cerca, apenas a unos kilómetros de mí, pero a pesar de ello le siento más lejos si cabe.

LA CHICA DE PABLOWhere stories live. Discover now