Capítulo 2: Tarde en el parque.

3.3K 214 22
                                    

Videl

 Cuando la campana de salida sonó, poniendo fin a nuestro primer día de clases, los estudiantes salieron de sus salones atropelladamente y la escuela quedó vacía en sólo unos minutos.

 Me colgué mi bolso al hombro y caminé tranquilamente hacia las puertas de salida, donde Deacon me esperaba apoyado contra la pared y con la atención puesta en su teléfono. Cuando estuve a sólo unos metros de distancia, levantó la mirada y guardó el móvil en su bolsillo trasero con una sonrisa.

—Ya le avisé a Ellie que se fuera sin nosotros —anunció mientras avanzábamos juntos por el estacionamiento.

— ¡Vaya! Debió haber estado devastada —dije y ambos reímos.

 Nos dirigíamos al Hyde Park. Estaba a sólo unas cuadras de la escuela así que caminamos hasta allá. Habíamos planeado esto hace unas semanas, cuando le comenté a Deacon que me encontraba algo nerviosa por comenzar la escuela.

 Ese lugar había sido muy especial para nosotros desde que éramos niños, y no sólo porque llevaba nuestro apellido, sino porque una vez Tom Donovan había provocado a Deacon a los ocho años y él lo había golpeado en el rostro. Estaba tan asustado por lo que dirían nuestros padres que corrió a esconderse a Hyde Park. Todo el mundo empezó a buscarlo desesperadamente, inclusive yo, a pesar de que mis padres me habían prohibido ir, pero logré escaparme y finalmente lo encontré en Hyde Park durmiendo en el césped. Me quede con él hasta que nos hallaron una hora después. Desde entonces, hemos venido al parque cada vez que sentimos que queremos estar solos o simplemente para pasar el rato, como ahora.

 Nos acomodamos debajo de unos árboles, me saqué mi chaqueta del uniforme y me aflojé un poco la corbata. Deacon suspiró pesadamente a mi lado.

— Necesitaba mucho esto —dijo mirando al vacío— Todos deberían tener un lugar así que los haga sentir en paz. Como nuestro propio universo donde podamos hacer lo que queramos sin miedo a que alguien nos diga lo contrario.

 Sonreí ante ese pensamiento. Sabía a lo que se refería. Amaba cómo Deacon nunca tenía miedo en decirme lo que sentía, me gustaba que confiara en mí de esa manera. Yo también me sentía del mismo modo, es por eso que era mi mejor amigo.

 Él aún seguía sin mirarme y me dediqué a observarlo. Tenía el brazo apoyado sobre su pierna flexionada y la mirada perdida. Su piel pálida resplandecía por el sol de la tarde haciéndola ver como porcelana suave que te provocaba querer tocarla; sus labios rosados y delgados iban perfecto con su nariz respingada; sus ojos eran tan azules como los míos y a la vez totalmente diferentes, mucho más intensos y profundos, cuando te miraba sentías que había un gran secreto oculto en ellos. Debió sentir mi profundo escrutinio porque de repente se giró a verme con una expresión ceñuda.

— ¿Qué?

—Le gustas a Kate —solté de improviso. No sé por qué lo hice pero me arrepentí segundos después de decirlo—. Lo siento. No se suponía que dijera eso.

— ¿Ella te pidió que me lo dijeras?

—No.

—Oh.

 Estuvimos en silencio por unos minutos done él pareció estar meditando algo seriamente. Finalmente habló.

—Creo que es linda.

— ¿Te gusta? —pregunté sorprendida. Nunca se me había ocurrido pensar que a Deacon podría gustarle Kate, pero tenía sentido. Se conocían desde que eran niños, ambos eran atractivos y carismáticos. Harían una linda pareja.

—En realidad, no —admitió con una mueca.

—Bien, ¿y quién te gusta?

— ¿Qué? —Me miró con sorpresa y sonreí—. Sólo porque seamos jóvenes no quiere decir que estemos obligados a que nos guste alguien.

FOR LIFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora