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— Que bonitos ojos tiene, compadre.

Era la una de la madrugada. Relativamente temprano para ellos dos. 

Dos amigos, dos compadres. Acostumbraban a tomar en aquella única cantina de mala muerte de Pueblo Chico. 

Digamos que los rumores y los chismes en ese lugar corrían demasiado rápido.

— Eh... Y usted la boca muy... — Chema no supo qué responder después de ese discreto beso en la, mejilla que Salvador le había dado. 

Nunca lo admitiría abiertamente frente a otras personas, pero ambos se tenían cariño desde que eran unos huequillos. Pueblo Chico se encontraba al noroeste del país, en alguna zona entre Sinaloa y Durango. Zonas conocidas por su gran conservadurismo, pero también por ser zonas de rancheros, y productores agrícolas. Hombres de campo, de viejas costumbres y sobre todo interesados por las apariencias. 

A Chava no le importaba nada de eso. Jamás le interesaron las apariencias. 

Él era varonil porque le gustaba ser así, era alburero y coqueto con su compadre por diversión. Todo porque simplemente le gustaba, siempre seguro de sí mismo. 

Pero José María era muy distinto. Su reputación era lo más importante. La prioridad principal era ser la cabeza de la familia, proporcionar dinero y alimento. Ser él quien trabajara y su mujer quien se quedara en casa. 

Pero, oh Dios, cómo amaba a Chava. 

No sólo como su compadre que era. Había más, algo más que simplemente le daban ganas de acercarse a él para oler su aroma cada que terminaba una jornada de trabajo; de tener el impulso de rozar su piel con la de Salvador cada que lo tenía cerca; de incluso serle infiel a Laura con…

No. ¿Qué? ¿Qué estaba pensando? ¿Él? ¿Con un hombre?

A veces se sentía… diferente con él, pero se negaba rotundamente a aceptar esos sentimientos que crecían en él cada vez que su compadre le sonreía y bromeaba con ese característico humor alburero suyo. 

Algunos roces, unas miradas o esos discretos guiños que Chava le lanzaba hacían que su corazón se quisiera salir de su pecho. — “¿Lo que hay en mis pantalones es una erección?”  — Chema creía pensar mal, o que era otra de sus bromas de mal gusto. 

A Chava jamás le habían atraído las mujeres, lo sabía desde que era niño. Todos en el pueblo lo habían notado, incluso Chema. Jamás había tenido novia ni le había llevado serenata a alguna de las mujeres del pueblo u otros ranchos. Simplemente… no le interesaba.  

Pero, a él siempre le importó un comino lo que los demás dijeran. 

A la noche siguiente, los coqueteos continuaron. 

Un guiño, otro roce. 

Su camisa desabrochada a la mitad dejando ver su trabajado pecho. — “El trabajo de campo había dado sus frutos.” — pensaba Chema sin evitar sentir ese latido en su  corazón y sus mejillas rojas.

— ¿Por qué se desabrocha la camisa, compadre? 

— Es que está haciendo mucho calor, compadre... — Salvador respondió con voz ronca. 

Una risita nerviosa. — Ah, pues sí. Ejem. Está comenzando a hacer calor. — Se estiró el cuello de su camisa roja. 

Salieron bastante tomados de esa cantina de mala muerte. Eran alrededor de las 4 de la madrugada. 

— ¡Si Adelita se fuera con otro yo la seguiría por tierra y por mar! — Cantaban felizmente acompañados con una botella de Tequila. 

Tambaleando llegaron a algún lugar del pueblo. Chava tropezó y cayó sobre la paja. No sabían en qué momento habían llegado al granero.

𝒄𝒐𝒎𝒑𝒂𝒅𝒓𝒆𝒔. ➶𝓱𝓾𝓶𝓪𝓷!𝓗𝓾𝓮𝓿𝓸𝓬𝓪𝓻𝓽𝓸𝓸𝓷 ➶Where stories live. Discover now