-¿Lhong?-

Su mente, tal el cielo de esa tarde veraniega, se nubló mientras sus oídos se llenaban de sonido. Levantó la vista inseguro y pronunció aproblemado:

-P' Thorn...-

Acto seguido parpadeó con fuerza, incrédulo tal vez, o asustado; pronto la culpa lo invadió y el hambre lo abandonó, girar sobre sus pies fue instintivo sin embargo no logró alejarse, la mano de aquel que le había llamado ahora se enroscaba en su antebrazo.

-¿Por qué te alejas?-

La disposición del contrario le tomó desprevenido; sus ojos se abrieron ampliamente y volteó en una pausa.

-Buenas tardes-, una protocolar reverencia acompañó su diálogo.

-¿Tienes tiempo? Quiero hablar contigo- consultó el otro, de buena fe.

El silencio se le atoró en la garganta y retrocedió intentando expulsarlo, sin éxito. Negó con pánico en su mirar, -yo... no-.

-¿Cómo puedes rechazarme aun cuando no nos hemos visto en años?- inquirió su interlocutor dejando entrever una sonrisa. -Creí que era como un hermano para ti-, añadió con aire persuasivo.

El menor bajó la mirada indeciso, sintiendo el nudo expandirse por sus extremidades aprisionándolo para no dejarle escapar, la sonrisa que enseñaba el joven que le abordó le atravesó el pecho provocando una herida cuasi mortal.

Ambos se dirigieron al sector de pedidos; una malteada de fresa y un jugo de naranja fue la elección. Thorn no dejó que Lhong pagará las bebidas; le dijo que lo considerara un regalo para festejar su encuentro y Lhong, encadenado aún por la sonrisa de su distanciado amigo simplemente asintió con la cabeza sin emitir ningún sonido. Ni siquiera fue él quien, de hecho, decidió qué consumiría, debido a que Thorn le pidió una malteada de fresas recordando cuanto le gustaban de pequeño, cada vez que visitaba su casa para jugar con Tharn y su madre se la preparaba. -¿No quieres algún pastel?- averiguó quién invitaba y ante la negativa del otro agregó: -¿Seguro? Yo te veo muy delgado ¿Has estado comiendo adecuadamente?-. Él estaba a punto de contestar pero la señorita de la caja les informó el precio total y Thorn procedió a pagar.

Una vez ubicados en una mesa, el hermano mayor de aquel que alguna vez fue su amigo mejor, comenzó a relatarle cuán difíciles habían sido para él estos últimos años por tener que ver a su adorada princesita crecer a ritmo acelerado, queriendo usar maquillaje y juguetear con su cabello frente a sus compañeros de la escuela; de tanto hablar apenas si había probado su trago, por el contrario, su acompañante tomaba pequeños sorbos sin permitir que el popote abandonará nunca sus labios, forzándose aún más al silencio. Se detuvo dejando un poco de malteada en el fondo del vaso, sus manos, ahora sin la carga de la bebida se encontraban peligrosamente liberadas dentro de la prisión que bombeaba sangre dentro de sí, avalada por el humor sereno del contrario; quería huir, lejos de los problemas que ellas habían causado. Las entrelazó vigilándolas juicioso con sus pupilas adornadas por la falta de brillo y un ceño fruncido que se acomodaban en su cabeza gacha.

-¿Y tú cómo has estado todos estos años?- curioseó el más hablador, ladeando su cabeza, intentando contactar los ojos dirigidos hacia el suelo de su contrario.

Una pausa.

-Yo...-, balbuceo el joven; las palabras le pesaban. Alzó la vista y al encontrar la de Thorn la bajó rápidamente; le llenó un deseo de arañarse la cara hasta volverse irreconocible, así su rostro desaparecería y le dejaría de recordar al amable hermano mayor cómo toda la tragedia había sucedido por su culpa.

-Bien. Gracias- contestó con cortesía.

-Me alegra oír eso-, siguió el más charlatán, nutriendo su desgastada garganta con un sorbo de jugo de naranja -¿Cómo van tus estudios?-.

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⏰ Last updated: Mar 04, 2020 ⏰

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Kitsch: La Desintegración del SilencioWhere stories live. Discover now