Antes de salir, Mariela pide a su hermana dejar su teléfono celular en casa, ya que no piensa responderle ni una llamada a su pareja en lo que resta del día.

Mientras el doctor Carmona duerme una larga siesta, la escritora Valencia trata de distraerse y divertirse junto a su familia, aunque no se le olvida el coraje de saber que su novio pasó la noche tomando.

La ausencia de Santiago en la comida familiar es notada por los invitados, quienes preguntan a Mariela el motivo por el que su novio no se encuentra con ellos esa tarde.

La escritora respira profundo y con una sonrisa responde que su pareja no pudo ir por tener que atender otros asuntos, aunque por dentro quisiera mandar a volar a todos.

Cerca de las tres, llegan al lugar Estela y Marijó, a quienes Betty recibe y atiende con muchísimo cariño. La escritora se acerca a la pequeña para saludarla y platicar con ella y su abuelita.

Aunque Marijó se divierte con Carlos, Marco y Palomita, no deja de extrañar la presencia de su papá.

-Abue, ya me aburrí. ¡Quiero a mi papá! -exclama la niña, algo inquieta.
-Marijó, ya te dije que tu papá está enfermo y no va a venir -responde enseguida la abuela.
-Amor, ¿qué te parece si vamos al parque con Andrea y Ricky? -propone cariñosamente la escritora.
-¡Me encanta la idea! -contesta Marijó emocionada.
-Déjame hablar con ellos y nos vamos. ¿Va? -dice Mariela sonriendo.
-¡Va! -contesta Marijó, y se va corriendo.
-¿Me la puedo llevar? -pregunta Maya a su suegra.
-Por supuesto que sí, mi amor -acepta Estela.

Mariela pide a Andrea y Ricardo que la acompañen a dar una vuelta con la pequeña Marijó.

El doctor Carmona despierta a las cuatro de la tarde, y al darse cuenta de que está solo en casa, intenta comunicarse al celular de su madre, pero está apagado; marca a la casa y al teléfono de su novia, y nadie responde.

-Bueno, ¿y ahora? ¿Me van a aplicar la ley del hielo todos? -se dice Santiago, sin entender por qué nadie responde.

Después de aventar el teléfono a la cama, entra a darse un buen baño que lo reanima y ayuda a reponerse de la resaca que trae a cuestas.

En el restaurante de Betty el ambiente es muy agradable, la familia se la está pasando genial, al igual que los demás clientes del lugar.

Inesperadamente, a las cinco llega Gerardo, acompañado de sus dos hijos. La escritora se sorprende muchísimo y se acerca a saludarlos sonriente.

-¡Hola, hermosa! -exclama Gerardo, al abrazar a Maya fuertemente.
-¿Cómo estás? ¡Qué sorpresa verte por aquí! -responde ella.
-Muy bien. Vine a comer con mis hijos -comenta Gerardo, mientras sus hijos observan a Maya de pies a cabeza.
-Yo también vine con mi familia a comer -dice sonriendo Mariela, mientras Marijó se aproxima a ella.
-Maya, ya me quiero ir -exclama la niña impaciente.
-Ya nos vamos, princesa -contesta Maya, mientras la niña observa a Gerardo.
-¿Quién es él? -pregunta de pronto Marijó.
-Es mi amigo Gerardo, el entrenador de boccia... ¿Te acuerdas? -explica la escritora.
-Sí, ya me acordé -dice la niña.
-¿Te han dicho que eres una niña preciosa? -le dice Gerardo, al dirigirse a Marijó.
-Sí, gracias -responde un poco chiveada Marijó, y abraza a Maya.
-¿Y Santiago? -pregunta Gerardo, ante la ausencia del doctor.
-No pudo venir -asegura Maya, algo seria.
-Ya me quiero ir -repite la pequeña, bastante inquieta.
-Ya, amor. Ve por Andrea y Ricky y diles que ya nos vamos -indica la escritora, y la niña obedece enseguida.
-¡Me encanta cómo te ves de mamá!... Siempre he admirado el cariño con que cuidas a tus sobrinos, y ahora a Marijó -comenta Gerardo, con una sonrisa.
-Gracias -contesta ella, con una ligera sonrisa.
-Ya, Maya, ¡vámonos! -dicen Ricky y Andrea al acercarse.
-Nos vemos -dice Mariela, al despedirse de Gerardo.


 "El sueño de un Ángel"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora