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Juan Pablo Isaza observaba a su amiga con preocupación. No entendía que le ocurría, tal vez si fuera alguien que no la conocía solo pensaría que está cansada, pero como ese no era el caso Juan Pablo podía notar la tristeza que la envolvía.

Sabía que no podía pregúntale, por ahora, lo que le dejaba como única opción el hablar con su hermano.

-Moncho, ¿qué le pasa a su hermana? - preguntó Juan Pablo Isaza cuando subió al cuarto de su amigo pues habían quedado para mirar unas cosas de la banda.

Tanto Aleho como Villa miraron al mayor de los Vargas pues también se preocupaban por su amiga.

-No lo sé y estoy preocupado, he intentado hablar con ella, pero desvía el tema - respondió Simón.

De repente unos golpes suaves se escucharon en la puerta.

- ¡Pase! - dijo Simón.

Cuando esta se abrió dejando ver a una chica castaña con las puntas rosas.

-Mamá pregunta si quieren algo - preguntó ella con una pequeña sonrisa que parecía más una mueca.

-No es necesario - dijeron todos a un coro descoordinado a excepción de Villamil.

-No te preocupes Villa, te traeré algo - le aseguró la chica.

-Marina... Luego tenemos que hablar - le dijo Simón antes de que la chica saliera de la habitación.

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-Ven un momento - pidió el mayor de los Vargas.

Marina levantó la vista de su libreta, se lo pensó un poco, pero finalmente dejó lo que llevaba en las manos a un lado y se levantó del sofá para seguir a su hermano hasta su habitación.

-Siéntate si quieres - le ofreció.

Marina sin rechistar se sentó sobre la cama de su hermano y lo miró expectante.

-Me gustaría saber que te está pasando, te noto muy decaída últimamente. - dijo Simón.

Ella guardo silencio durante unos minutos sin dejar de mirar a su hermano hasta que al final respondió:

-Oh, siento haberte preocupado. No estoy triste, solo cansada por haberme quedado hasta muy tarde estudiando.

- ¿Segura? - preguntó.

-Cien por cien segura - afirmó.

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Y aunque ya que habían pasado unas semanas Marina seguía torturándose pensando que había preocupado a su hermano y este ahora sospechaba de ocurría a algo.

Ella no podía dejar que nadie se enterará porque si no pensarían que era un bicho raro, pues incluso ella misma sentía que lo que pensaba estaba mal o no era correcto.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por un fuerte dolor de barriga, soltó una maldición por lo bajo y se tumbó en la cama.

No sabía qué hacer, no se sentía a gusto con su reflejo. No era ella, pero no tenía el valor de aceptar ante alguien que en realidad era él, ¿quién aceptaría alguien que pensara así?

Pero a pesar de que hacía todo por creérselo el reflejo no mentía y la regla no ayudaba. Se levantó de la cama para ir a sentarse en la silla del escritorio, apoyó las manos sobre la mesa y recostó la cabeza sobre los brazos mirando a través de la ventana.

"¿Qué haría ahora? " Mira lo que se preguntaba en bucle hasta que unas manos acariciaron su cabello de forma gentil y cuidadosa.

-Dime por favor qué te ocurre, no me gusta verte triste - dijo Simón.

-No estoy segura, me siento mal y no entiendo qué me pasa, tal vez sea el estrés - respondió con una verdad a medias.

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No quería volver a casa, era tarde, hacía frío y probablemente Simón estaría preocupado, ya que era el único que sabía de su paseo nocturno, se encerró en un baño portátil que había por allí debido a las fiestas del pueblo.

Dejó sobre el lavamanos la pequeña mochila que había traído consigo y saco unas tijeras.

Miró al espejo por primera vez desde que había entrado y de eso habían pasado unos minutos, la tristeza la invadió y empezó a cortar mechones de cabello sin ton ni son mientras pequeñas lágrimas se escapaba de sus ojos.

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Se perfectamente que la historia de "Los triángulos negros y las doble u negras" no ha sido actualizada, pero es simplemente porque tengo que pasar de folios a ordenador y no me ha dado tiempo

~Diana

NO SOY ELLA | Finalizada | MoratDonde viven las historias. Descúbrelo ahora