Bartolito y la banda

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Era un día de semana normal en el barrio, invierno de 2001 aproximadamente.  Yo estaba sentado en un sillón, en medio de la sala de mi casa; a pesar de tener prendido el televisor, miraba por la ventana el cielo gris, que suele mostrar la ciudad de Lima, es triste y como suelen llamarle los limeños, es color panza de burro.

No hacía mucho frío y  reposaba tranquilamente, mientras en la calle de pronto pasaba algún carro o una moto, rompiendo por un momento mi tranquilidad, que inmediatamente regresaba al calmarse todo.
Ya había cerrado los ojos y estaba a punto de quedarme dormido, cuando un  chillido estridente, rompió la calma del barrio. Abrí los ojos alarmado y nuevamente escuché, que por mi ventana regresaba ese ruido agudo y molesto, me paré inmediatamente por la curiosidad y me dirigí a la ventana.

Ya en mi ventana, observé que en la casa de Bartolito, que era mi vecino de enfrente, vi que el mismo Bartolito, un niño de 13 años, de piel blanca, de orejas grandes y caídas, pelo castaño y sonrisa de tonto, manipulaba en las manos una brillante trompeta.  La ponía en su boca y soplaba, hasta hacerla chillar como si le ocasionará dolor al instrumento metálico.  Lógicamente, era evidente que Bartolito nunca había tocado una trompeta, pues lo que salía de ella era todo menos música. Noté que Bartolito no estaba solo, estaba rodeado por un grupo de aproximadamente cuatro muchachos, con variados instrumentos, entre ellos un tambor, una lira, un trombón, otra trompeta, dos o tres panderetas y un bombo. Me extrañó que hubiera más instrumentos que muchachos, pero la verdad que con la sola presencia de Bartolito, se justificaba cualquier comportamiento extraño.

-Mira Dani -gritó Bartolito dirigiéndose a mí, mientras arranchaba de las manos de su amigo la lira y con el pico de la trompeta, la golpeaba haciéndola sonar. Su amigo forcejeaba para quitarle la lira y le decía-: suelta “tontín”, la vas a romper, toma -y le acercó un martillo muy pequeño, con el que se tocaba dicho instrumento.
-mira Dani, que bacán -volvió a gritar  sonriente Bartolito, esta vez haciendo bulla, con la lira, que no sonaba muy fuerte, pero sí, totalmente fuera de compás.

-¿Qué haces Bartolo?, deja eso lo vas a romper -dije a Bartolito que ya levantaba la lira peligrosamente sobre su cabeza para que yo la pueda ver.
-No te preocupes, es de metal mira -dijo Bartolito, golpeando violentamente el marco de la lira con el martillito de metal, ante la mirada espantada de sus amigos.

-Chau Bartolito, mejor me voy a dormir ya no hagas bulla -dije en voz alta y dejé a Bartolito forcejeando con sus amigos, con la lira casi en el suelo. Me dirigí a mi cuarto y no supe más del asunto.

*****
Todo solía estar tranquilo en el barrio, bueno  hasta que Bartolito hacía algo.

Habían pasado unos días, desde  el episodio de la trompeta. Recuerdo que durante esos días cada vez que pasaba cerca de la casa de Bartolito, escuchaba distintos instrumentos musicales, podía ser la lira, el bombo o pandereta, no me extrañaba pues suponía que Bartolito, traía a sus amigos de la banda escolar de colegio “José Quimped”, y hacían bulla, digo bulla porque lo que se escuchaba se parecía a todo menos a una banda, simplemente yo no prestaba mucha atención a esto y seguía mi camino.

Exactamente una semana después del suceso de la Banda, durante una noche tranquila, promediando las 8:00 pm, se escuchó las sirenas de dos patrulleros de la policía, estos  frenaban escandalosamente,  exactamente al frente de mi casa, “¿Qué hizo ahora Bartolito?” Fue la pregunta que me hice de inmediato.   Abrí la cortina para indagar qué ocurría y observé:

De los patrulleros bajaron cuatro policías y dos personas vestidas con terno; noté que en una de las patrullas quedaron dos muchachitos muy afligidos. Ellos permanecieron en el vehículo con la cabeza agachada.

-¿Dónde es señor director?- Preguntó uno de los  policías, al más gordo de los dos hombres que bajaron vestidos con terno.
-Acá debe ser capitán Flores, hay que tocar la puerta -dijo Juan Cruzado, director del colegio “José Quimped”, señalando la puerta de la casa de Bartolito.

BartolitoWhere stories live. Discover now