1. De la cuna

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De la cuna

La brisa refrescante de la montaña acaricia la frente sudada de la maestra que regresa a su hogar. Después de 3 meses sin ver a su familia y de estar viviendo y enseñando en una humilde escuela de una pequeña comunidad rural, apartada de las comodidades básicas de las que nos rodeamos los que no vivimos en el campo.

Aunque había hecho este recorrido ya una docena de veces, esta vez era un tanto diferente, por un motivo que ella conoce muy bien y que intenta ignorar por el momento. El niño que lleva en su vientre grita con una voz inaudible, ya quiero salir.

Cansada y adolorida le ruega a su hijo que espere las 4 horas a caballo que hacen falta para llegar a su ciudad natal. No ve la hora de llegar, pero el caballo sin parar y conociendo ya el camino la lleva hasta la puerta de su hogar, donde sus padres la llevan de carrera al hospital.

Así fueron las últimas horas que pasé en el vientre de mi madre, como un presagio de que la vida no sería fácil, cómoda, pero que al final todo saldría bien.

Aunque mi madre ya cargaba con las responsabilidades de una adulta, aún era una niña en apariencia y pensamiento. A sus 20 años, aunque aparentaba una edad menor y con toda una vida por delante, quizás truncada por este regalito inesperado, yo.

A temprana edad la vida me comienza a dar empujoncitos de "cariño", un de ellos el hecho de que mi madre me entrega en brazo de mis abuelos y ella pasa a convertirse en un personaje querido, pero ausente y pasamos a ser como dos extraños que están entrelazados por un cordón umbilical ya inexistente. De mi progenitor pues que les puedo contar, sabía su nombre y más nada.

Con dos abuelos, trabajadores, humildes. Mi abuelo electricista y plomero por cuenta propia y mi abuela la mejor administradora del hogar que he conocido, hacía magia con el dinero. No tuve lujos, pero tampoco necesidad. No vestía de marca, pero nunca desnudo o descalzo. No comía exquisiteces, pero jamás con hambre. La vida me enseñaba que tendría lo justo y necesario y que con eso tendría que valerme, me enseñaría que no tendría lo que quería, pero si lo que necesitaba.

Con las habilidades, dones y cualidades justas. Siempre con buenas notas en la escuela, pero nunca entre los primeros puestos. Bueno para sobresalir, pero no tan bueno como para ser el mejor. Terminando la escuela sin tropiezos a los 17 años pero sin saber cómo me iba a ganar la vida.

Trabajando con mi abuelo en la profesión que permitió que se educaran todos sus hijos y yo. Yo era su ayudante más por cariño que por rendimiento. Me constaba hacer trabajos manuales y era el peón más malo de todo el pueblo, sin importar cuánto me esforzara, pero esos 5 dólares diarios era una fortuna para una adolescente y yo los iba a aprovechar.

A ver Albis, como te vas a ganar la vida. No eres bueno en los trabajos que existen en tu pueblo, ninguna profesión te llama la atención, como dicen los españoles, espabilate tío. Este era un pensamiento que me veía repetida e inevitablemente a la cabeza. Ni las rumbas, ni las idas al río, ni las interminables charlas en la cancha del pueblo acallaban ese pensamiento.

Recuerdo una vez estar en la cancha de baloncesto, que también era de fútbol, de pláticas, de voleibol y de lo que se nos ocurriera. Llegó uno de los chicos, venía de la universidad y traía a la vista un disco de computadora, de los llamados 5 ¼, digamos el tatarabuelo de los dispositivos usb y un pariente de la "nube" bien arriba en el árbol genealógico de los dispositivos de almacenamiento. De inmediato me llamó la atención y algo en mí me dijo, Albis a falta de una carrera evidente para tí, computación no se ve nada mal.

Entre trabajos de verano y la ayuda de mi tío materno que me hospedaba en su casa con su esposa y sus 3 hijos inicie la Universidad en Ingeniería de Sistemas Informáticos, cambiando mi pequeño pueblo por la ciudad, los compinches del barrio, por un barrio desconocido en donde no encajaba.

Cómo vendría ser una constante para mi, la vida me decía arréglate con lo justo. Poseía 3 jeans, 4 suéteres, una gorra y una zapatilla como vestuario. El dinero justo para el transporte, comerme unas galletas y bastante agua, que por suerte era gratis. Así transcurrieron 3 años de los 5 que eran necesario para terminar la carrera universitaria.

Con 3 años de instrucción básicas en todas las ramas de la informática ahora si estaba preparado para ser útil y conseguir un trabajo. Eso me decía yo, pero maestra vida tenía una lección más y ni por poco la última.

Mi primer curriculum, cientos de copias enviadas, varias entrevistas y siempre con el premio de consuelo para casa: muy bien, pero no tienes experiencia, no te podemos contratar.

Cansado de buscar en trabajo en computación sin resultado y pensando que tampoco servía para eso, me dije busquemos trabajo de otra cosa y por arte de mágica allí estaba el anuncio que necesita. El periódico decía: "Se necesita mensajero". Qué tan difícil puede ser hacer mensajería, me dije. Primer golpecito de cariño de la vida en esta nueva aventura, el curriculum había que enviarlo por correo, correo tradicional, de eso que tienes que ir a un buzón físico a entregarlo y si colocas mal los datos del destinatario, bye bye a tu carta.

Pues que tienes que perder me dije, con algunas preguntas que hice, me aventure y envié mi curriculum. Sorpresa, sorpresa, me llamaron, aún recuerdo la llamada: Señor Albis lo llamamos por el puesto de mensajero, usted sabe manejar motocicleta? Eh no, no que era fácil ser mensajero Albis me dije, ah bueno un requisito necesario, segundo golpecito de maestra vida.

Se imaginaran mi cara de decepción, casi cuelgo sin despedirme por la tristeza, cuando la voz al teléfono dice: pero veo que tiene conocimientos de computación. Un sí casi inaudible salió de mí, este giro no me lo esperaba. Lo estaremos llamando próximamente para evaluarlo en un puesto que tiene que ver con computación.

En mi mente pasaban varios pensamientos por la cabeza, alguno de ellos eran: no me van a llamar y el segundo, un año buscando trabajo en informática, aplico para mensajero y sale el de informática, "came on", a qué estás jugando vida.

Pues la vida requería que yo hiciera el esfuerzo, que no me amedrentara con lo nuevo, con lo diferente y ella haría el resto. Me llamaron para trabajar en ese sitio que quería un mensajero y obtuvieron a un sonriente nuevo empleado que ingresaba información de los productos del supermercado a una base de datos.

Así pasaron los años, los trabajos, las experiencias profesionales, hasta que esa sensación de que no sé cómo me voy a ganar la vida se reemplazó con un ahora si puedo.

Este libro no trata de mi vida en completo, trata de las experiencias, enseñanzas, tropezones y golpes que me llevaron de la incertidumbre a ser un empresario, de los amigos del barrio a los socios de negocios, de la cuna al emprendimiento.

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⏰ Last updated: Feb 21, 2020 ⏰

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De la Cuna al EmprendimientoWhere stories live. Discover now