Mariela hace un gesto de desagrado, respira profundamente y toma la llamada con ayuda de su novio.

-Bueno -dice Maya al teléfono.
-Mi amor, feliz cumpleaños. Sé que ya es tarde pero no pude marcarte antes... ¿Cómo estás? -pregunta Marcos.
-Bien, gracias -responde ella indiferente.
-Me comentó tu hermana que tendrías fiesta hoy -dice él.
-Así es... -asiente ella.
-Y ¿qué tal la estás pasando? -pregunta Marcos, intentando tener una conversación amena con su hija.
-Genial -asegura Maya, bastante seria.
-Hija, sé que últimamente hemos estado muy distanciados, pero sabes que te amo y deseo lo mejor para ti -dice él, pero su hija no responde-. Quiero que sepas que este año haré lo posible por ir a verlas -comenta Marcos sonriendo.
-Ajá -responde ella cortante.
-Oye, ¿quién contestó tu teléfono? -pregunta de repente él.
-Mi novio -responde Maya, volteando a ver a Santiago.
-Ah, ¡con que tienes novio! ¿Y con permiso de quién? -pregunta él sorprendido.
-¿Perdón? -exclama Maya molesta.
-¿Quién te dio permiso de tener novio? -repite Marcos.
-Discúlpame, pero hace ocho años que no pido permiso para hacer lo que quiero con mi vida... Lo que pasa es que no estás consciente de eso, porque la última vez que nos vimos seguía siendo una adolescente -aclara enseguida ella, mientras Santiago la observa en silencio.
-Tienes razón, hija. Ya eres toda una mujer y yo no soy nadie para meterme en tu vida -responde Marcos, con cierto dolor.
-¡Me alegra que lo reconozcas!... Bueno, te dejo. Debo volver a la fiesta. Cuídate -exclama Maya y termina la llamada, sin escuchar una palabra más de su padre.

La escritora permanece en silencio unos minutos, tratando de controlar las ganas que tiene de llorar en ese momento.

-¿Estás bien? -pregunta Santiago, acariciando su rostro.

Maya responde que no, mientras se abrazan fuertemente.

Santiago toca y acaricia suavemente su cabello, mientras sus brazos la rodean transmitiéndole un inmenso amor.

-Sé lo mucho que te afecta cada vez que hablas con él -comenta él, viéndola a los ojos.
-Es que no entiendo por qué después de tantos años, me sigue afectando tanto -responde Maya, al secarse las lágrimas de las mejillas.
-No es bueno guardar rencor, amor. Y menos hacia tu padre -comenta Santiago, tomándola de las manos.
-No, mi vida. Él no es mi padre. ¡Yo deje de tener papá hace veinte años!... Lo más parecido a un padre para mí ha sido mi hermano. ¡Y ya no está conmigo! -aclara ella enseguida.
-No hables así, Maya -responde él.
-Es la verdad. Marco estuvo a mi lado, jugó conmigo, me llevó a pasear, me compró cosas, me cuidó, me llevó a la escuela, a terapia. Cada vez que me enfermaba estaba junto a mí, ¡me educó! A su manera, pero lo hizo. ¡Me enseñó mil cosas!... Pero sobre todo ¡me dio su amor! -cuenta Maya, al recordar cada momento que vivió con su hermano.
-Tienes razón, muchas veces no es padre el que engendra, sino el que educa y está contigo siempre -asiente él.
-No sabes lo que daría porque él estuviera aquí conmigo, compartiendo esta noche tan especial -suspira Maya, con una sonrisa.
-Lo sé, mi cielo. Y ten por seguro que él está aquí con nosotros -afirma Santiago, abrazándola.

Mariela se refugia en los brazos de Santiago y por unos minutos llora en silencio, al recordar a Marco.

-Volvamos a la fiesta -propone Maya, al respirar y dejar de llorar.
-Por supuesto. Porque estoy seguro de que es lo que quisiera Marco. Verte feliz con todos los que te amamos -responde Santiago, al besarla y robarle una sonrisa.
-Sí, mi vida. Es por eso que quiero bailar y estar junto a ti lo que resta de la noche -manifiesta Maya muy feliz.

Antes de salir de la habitación, la cumpleañera pide a su novio acercarse al espejo, para asegurarse de que el maquillaje siga en perfecto estado, a pesar de las lágrimas que ha derramado.


 "El sueño de un Ángel"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora