Parte 2 -"¿Confirmamos, compañero?"

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El recuerdo de Vegetta insultandome al darse cuenta de que mi habitación contaba con baño, y la de él no, se veía tan lejano en la actualidad. Había tardado tanto en darse cuenta el porqué había elegido la habitación más pequeña.

Cerré la puerta del baño tras de mi, intentando ahogar sus voces, pero fue imposible. Seguía oyendoles.

Seguía oyendo cortas risas nerviosas. Seguía oyendo pequeños susurros ilegibles. Seguía oyendo, incluso, el roce de su ropa contra el edredón. Podía oírlos con demasiada claridad.

Luego silencio. Silencio plano. Ni siquiera oía autos afuera o a los vecinos, nada. Apoyé ambas manos en el borde del lavabo y alcé mi mirada hacia el espejo.

¿Enserio creía que él se iba a fijar en alguien como yo?

Abrí el grifo de agua para mojar suavemente mis ojos y mejillas con agua fría. Necesitaba pensar con claridad, no podía tomar decisiones demasiado apresuradas, consumido por la rabia y los celos.

" —No tiene que ser hoy.
Quiero que sea hoy.
No tiene que ser ahora.
Quiero que sea ahora.
No quiero que lo hagas por compromiso.
Te deseo, Samuel."

Mi pecho ardía. Algo en mi abdomen se removía con incomodidad, conocía ese sentimiento; celos. Los celos me estaban matando lentamente. Todo era demasiado intenso. El dolor en el pecho. La incomodidad en el abdomen. El ardor en los ojos. Todo.

" —Te amo.
Yo te amo aun más, y no me cansaré de decirlo nunca, pequeña."

Luego solo era ese sonido que tanto odiaba. Sus labios chocando contra ella. Oía cortos suspiros por parte de ambos. Oía sonidos sordos de cosas caer. ¿Por qué tenía que oír todo tan malditamente bien?

Por primera vez en mi vida he sentido esa necesidad de acabar con todo. Tomar el camino fácil. "El de los valientes" para algunos, simplemente terminar con esto; terminar con mi vida. Nunca había estado a favor del suicidio ni mucho menos al de atentar contra la vida de un ser humano, pero siento que no tengo lugar en ningún lado.

Siempre sentí que no encajaba en mi casa. Mis padres siempre trabajando, mi hermana concentrada en su piano y sus estudios, ¿Quien era el único que me soportaba? Él.

Él, quien se quedaba conmigo hablando hasta la madrugada, aunque tuviese que levantarse temprano al día siguiente. Él, con quien compartía estilo de vida e intereses de la misma. Él, el único que aceptó venir a vivir conmigo a mi lugar soñado, aún cuando no manejaba el idioma. Él, el único que me soportaba día y noche. Él, el único que me sostenía mientras lloraba y no se reía de mi forma de sollozar entrecortada. Él, el único que cuando me enfermaba me daba frutas en vez de medicamentos. Él, el único que conoce todos mis secretos. Él era mi mejor amigo; Samuel de Luque.

" —Es-espera.
Sh, tu tranquila, relajate...
¿Qué se supone...Oh, Dios..."

Luego solo la oía a ella; oía sus quejidos y suspiros, sus gemidos y susurros. La oía disfrutar.

Cubrí mi boca con ambas manos ahogando un sollozo, nuevamente. Quería gritar. Quería llorar. Quería hacer un berrinche digno de niño de cinco años.

¿Confirmamos, compañero?—susurré al aire.

Mi voz sonaba rota, rasposa, entrecortada, desnivelada; no importa, nadie me oía, nadie estaba aquí conmigo, nadie me respondería. Nadie.

" —Samu...Samuel...Dios, Samuel..."

Sus susurros lujurioso, sus gemidos de placer y sus quejidos entrecortados se repetían constantemente. En un momento determinado su voz subió de volume, sus murmullos se hicieron inentendibles, podía oír la fricción contra el edredón y luego de un largo suspiro; nada, silencio. Lo único capaz de romper ese silencio fueron ellos mismos, sus risas nerviosas, sus murmullos: todo estaba de vuelta.

Confirmamos, compañero —susurré de la misma manera.

"Through the walls." (Wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora