Capítulo 2

92 5 0
                                    

Capitulo 2

 Vivir en un camposanto durante casi tres meses no había sido tan malo, de hecho me sorprendí a mi misma cuando me encontré sintiéndome a gusto en la primera semana. Heavenly Park no era un sitio desmesuradamente inabarcable con campos y mas campos de gente muerta pudriéndose bajo tierra bajo una grotesca e impenetrable maleza que solo la voluntad de Dios podía doblegar. Se hallaba ubicado en el camino que conducía de Bristol a Bath, y había sido construido con un estilo revival griego cuando la mano negra de la cólera había azotado la ciudad a principios del siglo XIX. Como muchos otros cementerios antiguos ocultaba en sus entrañas edificios y monumentos que eran algo así como reliquias históricas, en especial sus estatuas siniestras y sus viejas y derruidas capillas. Un modesto terreno abandonado, mezcla de superficial tranquilidad y vida salvaje de animales que encontraban allí su refugio y plantas que nacían libre de todo control.

Allí las parras y las enredaderas nacían por doquier, engullendo y estrangulando a las magníficas estatuas de ángeles y pilares sesgados de otro siglo inmortalizados en piedras y mármoles veteados de un musgo verde fosforescente que tapizaba de vida los nichos y urnas vacías sobre las tumbas silenciosas hundidas sobre el jergón de hojas secas que alimentaban los parterres del camposanto. Allí las Capas de Señora y sus eternas flores amarillas brillaban intermitentes bajo las plantas de tallo extendidas, desnudas como una maraña de dedos huesudos sobre la exuberancia de las pulmonarias que se abrazaban como abrigos a las viejas lápidas y cruces celtas, algunas vencidas por la inclemencia del tiempo y el olvido.

 Las rosas glaucas con sus hojas verde azuladas y sus flores estrelladas color de un beso rosa se abrían paso entre la maleza y la alfombra de vinca que se propagaba sobre todo lo visible como un manto mullido creando sobre el paisaje una belleza deslumbrante que no acababa de descubrir y saborear. Me maravillaba la idea  de que ver que entre tanta muerte existiera tanta vida.

Varios mausoleos de mármol decorados con estatuas en una amplia variedad de estilos, se erguían en el corazón de Heavenly Park, no eran muchos dados la escasez de terreno el cual no era más que de diez acres, pero cada uno era exquisito en su arquitectura antigua de columnas griegas, arcos góticos y elaborados detalles. Fue allí,  entre aquel revoltijo de mausoleos y bóvedas, amasados en forma de una cuidad siniestra, donde encontré, por así decirlo, mi nuevo hogar.

Habíamos llegado allí cuando aun era noche cerrada, por lo que me perdí mucho de lo que era aquella deslumbrante belleza. Nunca me había atrevido a aventurarme en un cementerio de noche, y aunque sonara difícil de creer, de hecho nunca me había aventurado en ningún otro cementerio antes que este, dado mi historial ausente de parientes a quienes visitar y mi chispeante carisma atrae fantasmas, con lo cual nunca hubiera salido ilesa de mi osada aventura. Las matas salvajes y las hiedras habían creado un muro impenetrable sobre las vetustas rejas oxidadas que mantenían a los intrusos lejos del sitio, el inmenso portón de hierro era el único acceso visible, pues según tenía entendido, aun se permitían alguno que otro entierro por allí, sobre todos los de aquellos difuntos, sin hogar, ni familia ni nombre, aquellos a los que nadie había reclamado nunca, pero a las claras estaba visto que aquello era muy irregular por aquellos días, pues unas gruesas cadenas casi rígidas de oxido y un enorme candado de hierro así lo afirmaban.

-          Oye… - le dije a mi guía fantasma sin dejar de mirar alrededor abrazándome a mi misma para conservar el calor y evitar los temblores despavoridos y desconfiados de mi cuerpo- … no se tu niña, pero yo no puedo atravesar paredes…-

Ella solo sacudió la cabeza con exasperación pero no dijo nada. Solo siguió andando hasta que llegamos a una de las alas laterales del terreno y nos detuvimos frente a lo que parecía ser un muro insondable de enredaderas y guías que caían desde lo alto como lianas. Le di una mirada incrédula que decía seguramente que debía de estar bromeando, después de todo, ¿Cómo rayos se suponía que iba a pasar por allí? ¿Levitando? No lo creo. Meredith pareció percibir el mensaje pues hizo rodar sus ojos con cansancio y hartazgo.

La Enviada Del SilencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora