Una sensación familiar

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Ia alzó los ojos hacia mí, y pude ver el tono lavanda en los suyos, que enfatizaban su albinismo aún más.

- Sería divertido ser como tú, seguro no te aburres nunca -mencionó, causándome una risa forzada.

- No quieres ser como yo -le aseguré-, me meto en demasiados problemas.

- Aún así, suena divertido -sentenció, volviendo a su cuaderno.

Durante mi tiempo evitando a Mikuo -y a Gumi, por añadidura- descubrí que las chicas eran buena compañía. Bastante normales y por ende una buena influencia dentro de todo.

- ¿Qué te entretiene tanto? -pregunté, espiando un poco por encima de su hombro.

- Ah, es una tontería -respondió la albina, retrocediendo un poco y tapando la hoja con la mano.

- Ia dibuja hermoso - declaró la peliazul, quien había estado revisando su celular hasta ese momento-. No seas boba, muéstrale...

La más introvertida hizo una mueca de disgusto, quizá no le gustaba enseñar su trabajo. Me miró con duda, pero yo insistí con la cabeza y finalmente cedió, retirando la mano de su dibujo.

Me vi a mí misma de perfil, rasgada en lápiz de papel con trazos muchísimo más perfectos que los de mi propio semblante. Me encontraba con la cabeza recostada en la mano, y parecía mirar hacia la ventana.

¿No había estado así hoy?

- ¿Soy yo? -pregunté con vergüenza, tomando el cuaderno con ambas manos y viéndolo aún mejor.

- Sí, lo lamento -dijo rápidamente-. Eres mucho más bonita que eso.

Reí con incredulidad. El dibujo era bello.

- No soy ni la mitad de linda que esto, Ia. Está muy hermoso.

- ¿En serio te gusta?

Una extendió la mano, esperando para ver esa obra de arte plasmada en aquel simple papel cuadriculado.

- Me encanta.

- Te lo regalo apenas termine.

Al final ese mismo día, la albina se acercó con una tímida sonrisa y me entregó el retrato. Sonreí al ver que no lo había coloreado, a mí me gustaba así, en blanco y negro.

Presté atención a los detalles, específicamente en la muñeca sobre la que descansaba mi rostro, que parecía rayada intencionalmente.

- Ia, ¿qué es esto? -pregunté, apretando mi mandíbula.

- Oh, es sólo la sombra de la mano -respondió con su voz aterciopelada, sin exhaltarse en lo más mínimo-. ¿No te gusta?

Parezco una loca. No hay forma de que ella lo sepa...

- No es eso, sólo me llamó la atención.

- Bueno, espero que lo disfrutes. Nos vemos mañana, Rin.

Su cabello tardó una fracción de segundo más que ella en desaparecer, dado al largo exuberante que tenía.

Austausch (El Intercambio) | RiLenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora