Parte II: BAJO TORTURA - CAPÍTULO 20

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Bernard se alejó de Lug y se acercó a Liam, tratando de sonreír para disimular su turbación ante el exabrupto con Lug. Liam simuló no haberse dado cuenta de nada y puntualizó:

—La ruta más conveniente parece ser cruzando este puente y tomando este camino ancho hacia el norte, la... Vía Vertis —leyó con dificultad las pequeñas y estilizadas letras.

—Sí, sí, eso es correcto —aprobó Bernard.

—Parece un viaje largo —comentó Liam.

Bernard volvió al gabinete de madera y extrajo un pesado y voluminoso saco de cuero, entregándolo a Liam:

—Aquí hay suficiente dinero para costear el viaje — le dijo.

—Esto es generoso —dijo Liam al notar el peso del saco.

—No tanto —meneó la cabeza Bernard—. No tengo suficiente plata ni posesiones para pagar el servicio que van a brindarme, la ayuda para Sabrina.

—Debe quererla mucho —comentó Liam.

—Como si fuera mi hija —dijo Bernard.

—La protegeremos, no se preocupe —prometió Liam.

—Gracias —hizo una inclinación de cabeza el bibliotecario—. Una cosa más, una cosa importante.

—¿Sí? —inquirió Liam.

—Debes aprender su nombre, su nombre completo.

—¿Qué?

—Por favor —rogó Bernard.

—Claro, claro —respondió Liam.

—Sabrina Margaret Madeleine Eleonora Isabel de Tirso. Hija del emperador Ariosto de Tirso y princesa heredera al trono de Marakar. Repítelo, Liam.

—Sabrina Margaret Madeleine Eleonora Isabel de Tirso —recitó Liam—. Hija del emperador Ariosto de Tirso y princesa heredera al trono de Marakar.

—Bien, muy bien —aplaudió Bernard—. Ahora sí estamos listos.

Bernard enrolló el mapa y lo guardó con cuidado nuevamente en el tubo de cuero. Liam lo tomó y lo puso en su mochila, junto con el saco de monedas. Los tres salieron de la oficina, atravesaron la enorme biblioteca y desembocaron en la galería por donde Liam y Lug habían llegado.

—¿Cómo lo haremos? —preguntó Liam a Bernard—. Es decir, ¿usted va a presentarnos a la princesa y le explicará que nos ha contratado para protegerla?

—Oh, no —respondió Bernard, horrorizado—. No, no, ella no debe saber nada sobre este contrato y menos que yo lo he arreglado.

—¿Entonces? ¿Cómo espera que la saquemos de aquí? ¿Pretende que la secuestremos? Porque por lo que ha descripto de ella, no creo que sea fácil convencerla de hacer viaje semejante sin un motivo claro.

—No te preocupes, Liam, todo se dará naturalmente —le respondió el bibliotecario con confianza.

—¿Naturalmente? —hizo una mueca de descreimiento Liam.

Y como si todo el universo hubiera acordado que ese era el momento justo para confirmar las palabras de Bernard, se escuchó un grito y un golpe, seguido del sonido de cristales rotos. Liam se asomó a una de las ventanas de la galería, que estaba en la planta baja del palacio y miró hacia arriba, justo a tiempo para ver a una joven con una larga trenza negra, arrojarse por la ventana desde el primer piso, para aterrizar en una pila se sacos de grano en el patio principal.

La muchacha se recuperó con increíble rapidez de la caída y bajó de un salto hasta el suelo. Tres guardias se le abalanzaron para detenerla. Ella repelió a dos con expertos y precisos disparos de una pequeña ballesta que había desenganchado de su cinto. El tercero la agarró del cuello y comenzó a sofocarla. De la nada, apareció Bruno y noqueó al guardia, liberando a la chica. A cubierto detrás de una columna, Dana disparaba flechas sin parar, amedrentando a los demás guardias.

—¡Mierda! —exclamó Liam—. ¿Qué diablos...?

Justo cuando vio a Augusto acercarse por el lado derecho del patio con su espada en alto, Liam sintió la mano de Bernard sacudiéndolo del hombro:

—Por el lado izquierdo están los jardines, busca un limonero en flor, detrás de ese árbol hay una puerta secreta, cubierta por enredaderas, que los llevará al bosque —le gritó las instrucciones.

—¿Qué...? —fue lo único que atinó a decir Liam.

—¡Vete, ya! ¡Corre, Liam! ¡Corre! —lo empujó Bernard.

Liam salió corriendo. Cuando encontró la puerta que conectaba la galería con el patio, se volvió un momento hacia Lug:

—¿No vienes?

—Bernard y yo debemos atender otros asuntos —le dijo Lug—. ¡Vete de una vez! ¡Apresúrate!

Liam salió disparado por la puerta.

—¡Buena suerte! —le gritó Lug a modo de despedida.

Liam entró en el patio, corriendo a toda velocidad:

—¡Sígueme! —le gritó a Augusto, mientras, sin siquiera intentar frenar el envión que traía, pasó junto a la muchacha, tomándola del brazo y tironeándola hacia él: —Por los jardines —le dijo, jadeante.

Ella comprendió que este nuevo defensor desconocido le estaba indicando una ruta de escape y se dejó arrastrar por él. Augusto los siguió, repeliendo guardias de camino con la espada. Dana y Bruno se les unieron enseguida. Cruzaron los jardines a toda velocidad, esquivando macizos de flores y fuentes de agua, internándose luego entre árboles y arbustos, liderados siempre por Liam.

—¿A dónde nos llevas? —preguntó Augusto.

—Limonero —señaló Liam el árbol en flor que se elevaba a apenas cinco metros de donde estaban.

Pasaron el árbol y se chocaron con un muro cubierto con enredaderas.

—No hay salida —dijo Bruno, preocupado, mirando hacia atrás para comprobar qué tan cerca estaban los guardias.

—Sí, sí —buscó Liam entre las enredaderas frenéticamente—. Hay una puerta secreta.

Finalmente la encontró. Estaba cerrada con un grueso candado.

—Gus, el candado —le indicó a su amigo.

Augusto tomó el candado en su mano y cerró los ojos. El mecanismo obedeció sus órdenes mentales y se abrió. Empujó con fuerza la puerta que seguramente llevaba años cerrada y logró abrir una brecha con la ayuda de Bruno y Liam. El grupo atravesó la abertura en fila india y Augusto volvió a cerrarla con el candado desde el otro lado.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó la joven de la trenza negra.

—Dana, Bruno, Augusto y yo soy Liam, mucho gusto —hizo unas presentaciones rápidas Liam.

—Sabrina —se presentó ella—. Me temo que enviarán más soldados —anunció.

Liam observó el sol para ubicar los puntos cardinales.

—Vamos —se internó por el bosque Virmani hacia el norte. Los demás lo siguieron sin demora.

LA REINA DE OBSIDIANA - Libro VIII de la SAGA DE LUGWhere stories live. Discover now